En la experiencia de todos los entrenadores con los que he
tenido el honor de trabajar como psicólogo, la de muchos otros que conozco, la
mía propia en mi faceta de entrenador, existen múltiples episodios de buena y
mala comunicación con los deportistas. Los primeros han facilitado el
rendimiento de éstos. Los segundos, lo han perjudicado. Un buen mensaje en el
momento oportuno, suma. Uno malo, o a destiempo, resta. ¿Hacemos algo al
respecto?
Los entrenadores somos expertos en la técnica, la táctica,
la planificación y los sistemas de entrenamiento de nuestro deporte. Y los hay
que saben muchísimo. Pero no somos nosotros quienes competimos en la arena,
sino nuestros deportistas. Algo obvio, pero que bastantes veces no asumimos del
todo. Dedicamos mucho tiempo a pensar y decidir lo que harán los
jugadores para optimizar su rendimiento, pero apenas reflexionamos, o lo
practicamos muy poco, sobre el cómo se lo vamos a transmitir; como si bastara
que lo supiéramos nosotros. ¡Pero los actores son ellos!
¿Cuántas veces nos hemos exasperado porque los deportistas no
ejecutan nuestros planes tal y como habíamos previsto? ¿Y cuántas de esas, les hemos
culpado a ellos por no haber puesto atención, no estar motivados, no tener
actitud…? Sin embargo, ¿cuántas hemos analizado y concluido que quizá no hemos acertado en
el proceso de comunicación? ¿que no hemos sido capaces de captar la atención de
nuestros chicos, despertar su interés, favorecer que comprendan lo que
pretendíamos, provocar que confíen en que serían capaces de ejecutarlo? ¿Son
ellos los culpables? ¿Y nosotros?
La comunicación es el elemento que necesitamos para
transmitir información. El eslabón decisivo entre las ideas del entrenador y la
ejecución de éstas por parte de los deportistas. Trascendente siempre, y especialmente
complejo cuando se trata de momentos críticos. Pensemos, por ejemplo, en un
tiempo muerto, el descanso de un partido con el marcador en
contra, una mala racha, la existencia de problemas
internos... ¿Cuidamos suficientemente un eslabón tan decisivo?
Además, es una poderosa herramienta, aunque no la única, para
influir en el estado psicológico individual y colectivo. A través de las reuniones
con los deportistas, el entrenador puede estimular o neutralizar, según le
convenga, la motivación, el estrés, la autoconfianza, la atención, la
cooperación, el ambiente, la cohesión de equipo… Aspectos clave para optimizar el rendimiento.
¿Seguimos quejándonos?
Y por supuesto, la comunicación es un factor fundamental en
el desarrollo de la propia imagen pública del entrenador y sus relaciones con
los deportistas, los miembros del equipo técnico, los directivos del club, los
medios de comunicación, los aficionados… Un instrumento básico para liderar con eficacia y avanzar en la
carrera profesional. Algo que, en bastantes casos, puede marcar la diferencia en
el rendimiento y los resultados.
¿Cómo se consigue una comunicación eficaz? Desde luego, no
simplemente soltando el rollo de cualquier manera. Es un error habitual: pensar
que basta con hablar, decir lo que uno quiere transmitir. Lo trascendente no es
lo que el entrenador dice, sino el impacto de lo que dice. Muchos mensajes se quedan en el camino, chocan
contra la muralla mental de sus destinatarios o llegan en malas condiciones y
son interpretados deficientemente. Otros están mal seleccionados. Por ejemplo,
el entrenador pretende motivar y equivoca los mensajes de su charla. No vale
decir cualquier cosa. A veces, el contenido en sí mismo es apropiado, pero está
desgastado de tanto usarlo. Otras veces, es la forma de decirlo: el momento, el
formato, la estructura, el tono, los gestos, el contacto visual, la emoción que
lo acompaña… todo influye en menor o mayor medida, en ocasiones de manera
decisiva. ¿Merece la pena mejorar?
Comunicar no es sólo hablar. También es escuchar. Un aspecto
de gran importancia que los entrenadores a menudo olvidamos. Saber escuchar permite obtener información de los
deportistas que puede ser muy valiosa: sus intereses, sus temores, su forma de
ver las cosas… detalles que pueden sumar. Además, es clave para desarrollar empatía (que los deportistas perciban que el entrenador es capaz de
comprenderlos, de ponerse en su lugar), la puerta de la confianza mutua
y la apertura mental. El entrenador que escucha correctamente (no se trata
simplemente de oír, sino de escuchar) establece una conexión mejor con sus
deportistas, y ésta facilita que, cuando hable él, sus mensajes lleguen y se
consoliden mucho mejor.
Resulta obvio que en la dinámica de un equipo deportivo
(o un deportista individual) hay momentos para escuchar y otros para hablar.
Una habilidad del entrenador es saber diferenciar esos momentos: cuando
conviene escuchar; cuando hablar. Tiene que ver con el estilo de liderazgo más
apropiado en cada situación. A veces más participativo; otras, más directivo.
En estas últimas, cuando el entrenador debe transmitir sus órdenes sin
consultar, será mucho más eficaz si previamente ha sabido escuchar. ¡Escuchar, hablar y triunfar!
Muchos entrenadores son grandes comunicadores. Otros, no
tanto. Y los hay que jamás podrán avanzar por su escasez de recursos
comunicativos. La capacidad innata y el aprendizaje a través de la observación
de otros y la experiencia propia, marcan una diferencia; pero todos, incluso
los más hábiles, podemos mejorar si aceptamos la trascendencia de la
comunicación y nos interesamos por crecer en este aspecto. ¿Nos conformamos con
lo que tenemos? ¿O desarrollamos un recurso muy potente para enriquecernos y dar
un verdadero salto?
(Quizá os interese el curso sobre HABILIDADES DE
COMUNICACIÓN PARA ENTRENADORES DEPORTIVOS
que tendrá lugar en la UNED, en Madrid, los próximos días 19 y 20 de
julio. Aquí está el link. Si asistís, será un placer. Allí nos vemos!)
Chema
Buceta
7-7-2013
twitter:
@chemabuceta
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