¿Un niño que no pide juguetes?
Trabajaban a destajo para poder cumplir con todos los encargos. Millones de cartas se clasificaban por países, edades y tipo de regalos. La organización impecable resultaba imprescindible para ese excepcional servicio al cliente que desde siempre les había caracterizado. La trascendencia de su misión y el extraordinario prestigio tan merecidamente ganado como principal proveedor mundial de los últimos dos milenios, así lo demandaban. Y así se lo transmitían a sus ayudantes en sus exigentes cursos de formación. Cada uno de sus millones de clientes era sumamente importante, por lo que errar con uno solo de ellos, constituiría un desastre sin precedentes que mancharía su inmaculada trayectoria. Conscientes de ello, todos sus subordinados se esmeraban al máximo. Con inusitada rapidez, sólo comparable a la de los renos de Papá Noel, su gran competidor, abrían las cartas, las leían y las ordenaban; después, otros se encargaban de atender y preparar los pedidos; y un tercer grupo acompañaba a los Reyes en la agotadora noche del reparto.
Como estaban bien entrenados, y los Magos habían
desarrollado la habilidad de delegar, estos cientos de ayudantes trabajaban con
bastante autonomía, y sólo acudían a sus jefes cuando surgía algún imprevisto
que no sabían resolver. Ese fue el caso de Estrella Rosconi, una de las
primeras mujeres que se habían incorporado a la plantilla, donde ya llevaba trabajando casi trescientos años. Leyó y releyó esa carta, pero no supo clasificarla.
Venía de España, y el remitente era un niño de nueve años, pero el contenido no encajaba en ninguna de las categorías habituales, y eso que tenían
más de cien. Consultó a compañeros más antiguos pensando
que su mayor experiencia podría solucionarlo, pero ni siquiera Kabal Ghata, que pertenecía a la empresa desde hacia más de mil años, supo orientarla. Estrella no quería molestar a los
Reyes. Necesitaban descansar y prepararse para la gran noche, por lo que estarían durmiendo, leyendo algún libro relajante o visualizando su tarea, pero no tuvo más
remedio.
Melchor fue el primero en leer la carta, y no supo qué
decir, por lo que se la pasó a Gaspar. Éste, sorprendido también, hizo lo
propio con Baltasar. Decidieron reunirse los tres para leerla en voz alta, reflexionar conjuntamente y darle una solución. Gaspar fue el encargado.
Queridos Reyes Magos:
Como tengo mala letra,
le he pedido a mi madre que escriba la carta, pero con la condición de poner lo
que yo le digo. Me llamo Raúl y tengo nueve años. Tengo dos hermanas mayores
que yo, que soy el pequeño. Me gusta mucho jugar al fútbol y de mayor quiero
ser futbolista, bombero o ingeniero informático. Aún no lo he decidido. Juego
al fútbol en el equipo de mi colegio y lo que quiero pediros este año es que
habléis con mi entrenador y con mi padre.
--- ¡No pide juguetes! --- exclamó Melchor ---Mira que hemos
visto casos extraños, pero nunca nos ha pasado esto.
--- Sí que es raro, sí --- confirmó Gaspar --- ¿Cómo se le
habrá ocurrido algo así? ¡Pero si nosotros no hablamos con nadie!
--- Quizá otros niños también lo desean, pero no se atreven
a pedirlo, o no se les habrá ocurrido --- apuntó Baltasar --- ¿Será el único niño en el mundo que necesita eso?
--- Bueno, sólo tenemos esa carta... ¡Un niño que no pide juguetes!
Gaspar continuó.
Mi entrenador llega
tarde a muchos entrenamientos y a veces se lo pasa con el móvil sin hacernos
mucho caso. Y otras veces no hace más que chillarnos, y nos insulta cuando
cometemos fallos. Yo me pongo muy nervioso y así me sale todo mal. Muchos días
lloro, pero sólo lo sabe mi madre. Y mi padre es muy buen padre, porque me
lleva a los partidos y me anima mucho, pero se pone muy nervioso y se pasa el
partido diciéndome cosas. A veces no se qué hacer, si lo que me dice él o lo
que me dice el entrenador. Porque haga lo que haga siempre el otro me echa la
bronca. ¿No podéis decirles que se pongan de acuerdo? Algunos días al terminar
el partido los he visto discutir por mi culpa. Y yo lo paso muy mal. También me da mucha vergüenza cuando se enfada con el árbitro y le grita. Por favor,
haced algo y os prometo que me portaré bien todo el año, seré obediente y no
les fastidiaré a mis hermanas. Muchas gracias. Raúl.
¡Es increíble! --- sentenció Melchor --- No podía imaginarme
que pasaran estas cosas en España.
--- ¿Sólo en España? --- cuestionó Baltasar --- Me gustaría
averiguar si también sucede en otros países. Es muy grave que un niño al que le
gusta el fútbol sufra tanto. ¿No creéis?
--- Lamentable, sí --- estuvo e acuerdo Gaspar --- Se supone
que los deportes fueron inventados para pasarlo bien ¿no?
--- ¡Y sobre todo los niños! --- exclamó Melchor --- ¿O es
que esos adultos se han creído que por el hecho de ser mayores pueden usar a
los niños como si fueran sus juguetes? ¡No señor! ¡Son personas sensibles, y merecen ser respetados!
--- ¡Es intolerable! --- se encendió Gaspar --- ¿Dónde está
la responsabilidad de ese entrenador? ¿Cree que puede abusar así de niños que
confían en él?
--- ¿Y el padre? --- cuestionó Baltasar --- Seguro que actúa con su mejor intención... pero hombre… ¿es que no piensa? ¡Cómo no se da cuenta de que eso que
hace es muy malo para el chico!
Finalizado el cónclave, Estrella Rosconi recibió
instrucciones muy precisas. Asunto resuelto. Cada uno a su tarea. Y llegó la
esperada noche. Como siempre, misteriosa, mágica, pletórica de ilusiones. Raúl apenas pudo
dormir. Confiaba en los Reyes, pero le asaltó la duda. Quizá debería haber pedido
un videojuego de fútbol virtual, o la camiseta del Atlético de Madrid, su
equipo favorito... pero ya era tarde para rectificar… aunque siempre podía haber
algún extra. ¡A ver cómo se portaban este año!
6 de enero. Amaneció algo
nublado. Despierto e impaciente desde hacia un par de horas, apresuró a sus padres y hermanas y, con el corazón acelerado, entró el primero al salón dónde debían
estar los regalos. En su zapato, un CD con la foto de un balón y una frase: “el
fútbol es un juego fantástico”. Lo abrió. Había videojuegos con partidos de
niños que como él adoraban el deporte y disfrutaban jugando. Le encantó. Sintió
ganas de coger un balón, llamar a sus amigos y salir a jugar de inmediato.
Bueno, en tres días volvería a entrenar con su equipo del colegio, y ya tenía ganas. ¿Y lo que en realidad les había pedido a los Reyes? Buscó el zapato de su padre. Junto a un trozo de carbón, vio una carta que
éste leía en silencio.
--- ¿Qué es esa carta, papá?
--- Es algo que los Reyes me han escrito... pero no os puedo decir nada... me piden que sea un secreto...
--- ¿Y el carbón?
--- Bueno, ya ves…
Terminaron las vacaciones y volvió el fútbol. Lorenzo, el
entrenador, llegó puntual; y sin enrollarse mucho, les explicó en qué consistiría
el entrenamiento. Después, estuvo muy pendiente de todo, sin que apareciera el
móvil. Les exigió, pero sin chillar ni insultar. A veces les hablaba alto para
que le oyeran, y aceleraba la voz para transmitirles energía, pero siempre con respeto y de manera muy
positiva. Hasta les felicitaba por lo que hacían bien, que ese día eran muchas
cosas. Los chicos salieron muertos de cansancio de todo lo que habían trabajado, pero muy contentos. Lo mismo en los días siguientes. (???). El ambiente del equipo era estupendo. Raúl disfrutaba mucho, y llegaba a casa con una alegría que su madre no recordaba; listo para hacer los deberes del colegio.
Y el sábado llegó el partido. Su padre le llevó, y como de
costumbre, ocupó su lugar en la grada; pero esta vez se limitó a ver el
partido, animar educadamente sin ocuparse del árbitro y aplaudir las buenas jugadas de todo el equipo, que
curiosamente, al igual que en los entrenamientos, también eran muchas más que
antes. El entrenador animaba a los chicos, elogiaba sus aciertos y corregía con tono tranquilo lo que se podía mejorar en ese momento.
Perdieron 3-1, pero no hubo malas caras, ni niños culpabilizados. Es más,
Lorenzo entró en el vestuario y les felicitó por el esfuerzo realizado. Ya en la
cafetería, mientras esperaban a los chicos, entrenador y padre se dieron la mano
y aprovecharon para felicitarse el año. Del partido no hablaron. Como la calefacción estaba alta,
se habían quitado la cazadora que les abrigaba, muy parecida. En el regreso a
casa, el padre de Raúl se dio cuenta de que por error las habían intercambiado… aunque al
principio dudó: en el bolsillo derecho ¡había un trozo de carbón!
¡Feliz año 2014!
Chema Buceta
5-1-2014
twitter: @chemabuceta.blogspot.com.es
Bonito regalo de Reyes. Sencillamente poderosa. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. ¡Feliz año!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Un placer que lo hayas compartido. Feliz año!
ResponderEliminarMe gustan los cuentos con final feliz ;-) Gracias.
ResponderEliminarGracias a ti. Feliz año!
ResponderEliminarFantástico, como siempre. Muchas gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por leerlo. Feliz 2014!
Eliminar¡Maravilloso! Le acabo de conocer y me tiene usted enganchado.
ResponderEliminarPor si sirve y porque creo que viene al caso:
http://www.rtve.es/alacarta/videos/para-todos-la-2/para-todos-2-entrevista-patricia-ramirez-padres-entrenadores/2150774/
Muchas gracias, amigo. Un cordial saludo.
ResponderEliminarHola!! Leo esta entrada a finales de Enero pero sigue siendo un regalo de Reyes. Estamos haciendo un curso para monitores deportivos en los ayuntamientos y me viene fenomenal el argumento. Gracias! Y.. Feliz Año
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario. Me alegro de que te resulte útil. Saludos!!
EliminarBuenas, acabo de leer tu entrada. Soy maestro de EF y padre de un niño de 6 años que está loco por el fútbol y que juega en un equipo. Lamentablemente eso es lo que sucede en el día a día del fútbol base y sunque gran parte de profesionales padres y madres queremos que los niños disfruten, siempre hay alguien que le falta tolerancia y respeto. Estupendo texto, me ha encantado y voy a compartirlo con mis alumnos/as. Un saludo
ResponderEliminarBuenas, acabo de leer tu entrada. Soy maestro de EF y padre de un niño de 6 años que está loco por el fútbol y que juega en un equipo. Lamentablemente eso es lo que sucede en el día a día del fútbol base y sunque gran parte de profesionales padres y madres queremos que los niños disfruten, siempre hay alguien que le falta tolerancia y respeto. Estupendo texto, me ha encantado y voy a compartirlo con mis alumnos/as. Un saludo
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