Hace unos días se celebró la gala de la liga de futbol
profesional española; al parecer, según se deduce de los comentarios de algunos
que asistieron, una mala imitación de festejos de similar superficialidad que quizá
pretendiendo acercarse al glamour de los Oscar, se quedan en un quiero y no
puedo que raya lo hortera, incluidos los “humoristas” con escasa gracia que no
vienen a cuento. Lógico. Zapatero a tus zapatos. Y los de los deportistas están
en el terreno de juego con sus pantalones cortos, camisetas numeradas y espinilleras
bajo las medias; no en los escenarios y las alfombras rojas con trajes oscuros y
pajaritas. Se justifica este evento en aras al marketing (!!!), palabra mágica
que se acepta como llave de cualquier sarao. Es evidente que el marketing es
necesario para darse a conocer y promocionar cualquier producto: en este caso,
la liga de fútbol; y también para satisfacer y cuidar a los patrocinadores que
razonablemente buscan el retorno de sus inversiones; pero ¿necesita el fútbol
español una gala como esta para fortalecer su marketing? Seguramente, es más
que suficiente el marketing que proporcionan los propios partidos y la
emotividad que los rodea, así como los excelentes resultados internacionales de
nuestros equipos plagados de estrellas. Probablemente, es este el
marketing que favorece que nuestra liga
se siga a través de las televisiones de numerosos países del mundo y de internet en cualquier rincón del planeta. De hecho, durante algún tiempo
esta gala ha estado desaparecida y nadie la ha echado de menos. ¿Han ido peor
las cosas por eso? ¿Marketing de la liga o marketing de sus dirigentes?
En el mundial de Brasil se le concedió a Messi el premio al
mejor jugador sin haberlo merecido, lo que causó gran sorpresa (incluso a él
mismo) y enorme rechazo. Ahora, la sorpresa de esta “gala de la liga” ha sido
que ningún jugador del equipo campeón de esa misma liga haya obtenido un premio
(???). Una vez más, como sucedió en Brasil y ocurre en otros sucedáneos “hollywoodescos”, se ha demostrado que el
premio y quienes lo dan necesitan más al premiado que al contrario. Por eso se
tiende a galardonar a los más famosos, a quienes apoyan los principales
sponsors o a los que pertenecen a las instituciones, en este caso los clubes,
con mayor impacto en los medios de comunicación. Por ejemplo: sin quitarle
ningún mérito, ¿se habría premiado a Keylor Navas como mejor portero (por
encima de Curtois, el menos goleado y portero del equipo campeón) si en lugar
de haber fichado por el Real Madrid siguiera en el Levante? ¿Qué habría
pasado si Gabi o Diego Costa hubieran estado en el Madrid o el Barca?
¿Marketing de la liga o de sus dirigentes que quieren quedar bien y hacerse la
foto con quienes mueven más hilos?
El escandaloso resultado de esta patraña deja en claro fuera
de juego a los directivos que la han
promovido. Además de la absurda e innecesaria superficialidad, ¿qué sentido
tiene conceder tantos premios individuales en un deporte colectivo que presume
de valores como la solidaridad y el trabajo en equipo? Puro culto al ego y los
intereses de quienes entregan los premios, y en todo caso, carnaza para algunas
tertulias y buscadores de records que a nadie interesan, porque este pretendido
fuego se suele quedar en humo entre los aficionados, o como mucho no pasa de
ser una hoguera de campamento que se consume en cuanto se avista el siguiente
partido. Percibo bastante hartazgo con tanto premio y record individual, tanta
información superflua que distrae de la verdadera salsa del fútbol: el espectáculo
sobre el terreno de juego. Asistimos a partidos en los que el comentarista
recuerda hasta la saciedad que si fulanito marca un gol será el quinto jugador
de la historia que consigue anotar como visitante en más de siete partidos
seguidos en horario nocturno y con el campo embarrado. Y a la gran mayoría nos
importa un pimiento; pero nos lo tenemos que tragar salvo que anulemos el
sonido.
Algo parecido ocurre con estos premios de pacotilla. Está
bien que exista algún premio individual, como por ejemplo el balón de oro, pero
abusar de este tipo de galardones para que haya más directivos que lo
aprovechen para relacionarse y tengan su minuto de gloria, me parece un abuso
injustificado que además atenta contra una de las principales esencias del
fútbol, un deporte colectivo con una gran interdependencia de todos sus
protagonistas; de hecho, ninguno de los premiados podría obtener ese premio sin
la participación de sus compañeros, por lo que parece razonable que aún siendo
premios individuales se busque su conexión con lo colectivo, y es aquí donde no
encaja que el equipo campeón de liga, con un mérito tremendo, tenga un solo
premio, mientras que el tercero, tras haber fracasado en esta competición, se
lleve cinco o seis (y defendería lo mismo, si fuera el Madrid el primero y el
Atlético el tercero). ¿De qué marketing estamos hablando? O mejor dicho: ¿para
quién se hace este marketing? Desde luego, no es la mejor promoción de una liga
ante los patrocinadores que apoyan o podrían apoyar a los clubs que no son los
dos grandes.
La puntilla de este lamentable espectáculo la ha puesto el
presidente de la liga profesional queriendo salir al paso de las numerosas críticas
recibidas por la arbitrariedad de los premios. “La injusticia que pueda haber,
también da ambiente”, ha dicho; y se ha quedado tan ancho. ¿Cómo se pueden
hacer unas declaraciones tan irresponsables? ¿El fin justifica los medios?
¿Cualquier injusticia se puede justificar si es para crear ambiente, es decir,
ruido y polémica? Podría argumentar lo mismo el árbitro que señalara a
conciencia un penalti injusto, o el jugador que injustamente acusara a un
contrario de haberle pegado, o cualquier otro protagonista que cometiera una injusticia en aras a la polémica. Y no digamos si el mensaje cala entre los niños, sus padres y los entrenadores más jóvenes. Directivos como este quieren los focos, pero no
aceptan la responsabilidad social que conllevan. Afortunadamente, nadie puede
alterar lo que se obtiene en el terreno de juego, y por muchos premios
individuales que se den, es lo colectivo lo que prevalece en este juego, pero el comportamiento irresponsable de los dirigentes preocupados por su propio marketing puede traer graves consecuencias.
Chema Buceta
30-10-2014
@chemabuceta
www.psicologiadelcoaching.es