Los coaches bien formados no son estafadores emocionales
Desde hace unos días es actualidad en España el “caso de
Nadia”, o más bien de sus padres. Nadia es una niña de 11 años que al parecer
padece una enfermedad rara que provoca la muerte en poco tiempo, y desde 2008
sus padres están pidiendo y recibiendo dinero para acceder a tratamientos
costosos para curarla. En estos años, el caso ha sido objeto de diversas
campañas apoyadas por cadenas de televisión, actores conocidos y otros
personajes mediáticos que han tocado la fibra emocional de numerosas personas
que se han prestado a colaborar con sus donaciones. Todavía sigue la
investigación, pero ya se ha sabido que los padres han recaudado cerca de un
millón de euros que no han gastado en la enfermedad de su hija. Una
estafa por la que, cuando escribo esto, el padre está detenido y a ambos
progenitores se les ha retirado la patria potestad de la niña. El juez también ha ordenado investigar sobre la enfermedad de Nadia, ya que se sospecha que los padres podrían haber mentido o exagerado respecto a su naturaleza y/o gravedad. Asimismo, se ha conocido que no es la primera vez que este padre incurre en este tipo de delito, ya que estuvo en la cárcel por otra
estafa hace 16 o 17 años y, según han declarado algunas personas, ha estado
involucrado en otros asuntos por el estilo. Por supuesto, hay que dejar que la
justicia haga su trabajo y no prejuzgar, pero de momento es lo que hay.
Al hilo de este lamentable asunto, se publicó en Twitter que el padre de Nadia dice ser un coach que da charlas motivacionales (!!!). Si es cierto, supongo
que habla de su propia historia de superación, de cómo ha luchado contra la
adversidad de una enfermedad mortal para sacar a su hija adelante... Todo un
farsante dando lecciones de tolerancia a la frustración, motivación, fuerza de
voluntad… Otra estafa emocional con la que, muy probablemente, también habrá
ganado dinero aprovechándose de organizadores oportunistas y cientos de
víctimas escuchantes que habrán admirado el encomiable ejemplo y quizá se hayan sentido culpables por no ser capaces de superarse en
situaciones mucho más sencillas.
Este “coach” no merece más comentarios. Pero salvando las
distancias que marca su inadmisible comportamiento, es el prototipo de
vendedor de humo que, utilizando una historia que impacta, se
lanza a “motivar” a otros poniéndose como ejemplo. Piensan estos “motivadores”
que hablar del sufrimiento propio y de cómo fueron capaces de superar tan extraordinaria
adversidad a base de fuerza de voluntad, compromiso, etc. es la mejor manera de activar las emociones de los escuchantes y que estos se conciencien de que
si existen límites es porque ellos los ponen, si su vida es monótona es porque
no tienen el valor de romper y dedicarse a proyectos ambiciosos, y si no alcanzan
sus sueños es porque ponen excusas, les falta coraje, no tienen fuerza de voluntad, no
creen en sí mismos, etc.
Algunos de estos oradores parten de una experiencia propia
que puede ser admirable, pero intentan exprimirla para que sea un ejemplo a
imitar y se pasan de la raya haciendo afirmaciones y dando consejos que en
algunos casos propician una motivación fugaz, en otros una cierta culpabilidad
por no ser capaces de hacer lo mismo, y en otros el rechazo a quien dice ser
tan perfecto e intenta adoctrinar. Por desgracia, también pueden impulsar a
algunos a tomar decisiones drásticas que más tarde se vuelven en su contra,
como es el caso de una persona que conozco que, tras una charla de estas, dejó
su trabajo y a su familia para encontrarse a sí mismo en la India, de donde
tras varios meses de infructuosa búsqueda, regresó muy frustrado y con la
motivación por los suelos; más aún cuando encontró a su ex mujer saliendo con
otro y encima tuvo que apuntarse al paro. Hay personas insatisfechas que buscan
nuevos incentivos e incluso darle un nuevo sentido a su vida; otras que, aun
yéndoles bien, se encuentran atrapadas en la monotonía y buscan la inspiración
que les saque de ella; y otras que necesitan oír mensajes optimistas que,
mientras dure el espejismo, les hagan sentirse bien y mal alimenten su autoestima.
Todas estas personas son potencial caldo de cultivo para estos motivadores de pacotilla.
Lo importante de la motivación no es tener un subidón
pasajero, sino su estabilidad, y esta no se consigue vendiendo/comprando humo, sino
que habitualemnte necesita de la autoconfianza que aportan los objetivos y planes verdaderamente
realistas, los medios y habilidades pertinentes para poder funcionar con éxito
y los pequeños logros que se vayan consiguiendo en el camino. Por eso, no todos
los ejemplos valen, no todas las recetas valen, y el hecho de que una historia
impacte emocionalmente, no significa que estimule una motivación estable; en bastantes
ocasiones, la persona que escucha esa historia excepcional, aun admirándola, la
considera lejos de su realidad, y eso basta para que su impacto no trascienda
más allá de una emoción positiva pasajera.
He conocido a personas que han impartido charlas “motivacionales”
explicando cómo han superado la adicción a las drogas o las secuelas de
atentados terroristas o accidentes de coche; como han gestionado despidos
laborales, emprendido nuevos proyectos, orientado a sus hijos superdotados o navegado
en barco hasta América; y por supuesto, como saliendo de la nada han hecho
grandes fortunas, como han superado adversidades hasta triunfar en el mundo del
espectáculo o ganar medallas y títulos en la arena deportiva, o como han compaginado la vida personal y
familiar, realizado sueños imposibles, roto barreras infranqueables… En general, los “motivadores” cuya única
herramienta es su propia experiencia personal, es decir, contar cuál era su situación y cómo se han
motivado y actuado ellos, suelen despertar el interés de la audiencia
siempre que sus vivencias sean verdaderamente atractivas, algo que no siempre
sucede. Algunos hablan de cosas que al público le importan un pimiento, pero les
encanta escucharse y contar su vida creyendo que así aportan, cuando en
realidad aburren y su mejor impacto, el alivio, se produce cuando terminan. En
otros casos, la historia es seductora y, además de captar la atención de los
escuchantes, puede entretener y provocar emociones intensas que enganchan al
público, pero no por eso sirve para motivar. Y por supuesto, también existen charlas que
ayudan a reflexionar si el escuchante es capaz de aislarse del ego del orador
para centrarse en los contenidos.
Sin duda, existen personas que han superado tremendas
adversidades o conseguido logros excepcionales cuyos relatos pueden inspirar y
aportar un extra de energía para conocernos mejor, tomar decisiones
importantes, afrontar los desafíos cotidianos y seguir creciendo, pero suelen
ser las que exponen su experiencia personal entrelazada con otros elementos y no pretenden que su historia se convierta en un ejemplo para
los demás, permitiendo que sean los escuchantes quienes lleguen a sus propias
conclusiones sin necesidad de esas recetas fáciles que ahondan en las
actitudes, creencias y valores de cada uno; y por supuesto, evitando pontificar sobre “mira
lo bien que lo hice yo y lo que a ti te falta de compromiso, fuerza de
voluntad, creer en ti mismo, tener valor…”. Cuando la charla va por ahí… ¡uf!
Y qué decir de esas charlas que están súper preparadas, a
las que falta espontaneidad. Estás hablando de una vivencia personal y, sin
embargo, lo tienes todo perfectamente enlatado: siempre lo mismo: con las mismas
fotos de cuando eras pequeño, el mismo orden milimetrado de los contenidos, las
mismas anécdotas, los mismos gestos, las mismas frases contundentes, etc. Una
contradicción: porque si es algo tan personal debería ser más espontáneo. En
ocasiones, tengo la sensación (que a veces se confirma) de que en estas charlas
se exageran las historias y hasta se inventan cosas. Y el orador llega a
fabricar un relato en el que los adornos llegan a magnificar y superar a la
realidad. Y no digamos cuando se trata de auténticos farsantes, como ese
presunto estafador. Sin llegar tan lejos, ¿o sí? existen otros que nos venden
la moto contando historias fantásticas de las que “de la misa, la mitad”; y a
menudo se las compramos y los consideramos auténticos gurús cuando, en
realidad, no han empatado con nadie y, si les sacas del enlatado, son incapaces
de aportar, explicar, relacionar, reflexionar o debatir; y encima tienen la
cara dura de pontificar. A veces necesitamos gasolina, y de eso se aprovechan
estos estafadores emocionales; pero si no ponemos la gasolina que nos conviene,
podremos salir de la gasolinera con el deposito lleno, pero pronto nos
quedaremos tirados.
Muchos de estos “motivadores” dicen que son “coach”. En los tiempos actuales es la etiqueta perfecta
para un estafador emocional, pero como es lógico, esto no hace más que
desprestigiar al coaching dando a
entender que consiste en dar recetas fáciles que al coach le han funcionado bien para conseguir cualquier objetivo que uno se proponga. No es extraño que para
muchos que han tenido la mala suerte de padecer a estos estafadores, el coaching esté desprestigiado. La
conclusión es que cualquiera que tenga algo que contar (o se lo invente),
conozca un par de juegos divertidos, mal aprenda alguna explicación muy básica
sobre la motivación, recopile unas cuantas recetas y haya asistido a algún
curso donde, con tal de pagar, le hayan dado un certificado (con independencia de su
duración, contenidos, profesorado y aprovechamiento), ya es un “coach” que se
cree capacitado para aconsejar y guiar la vida de los demás (!!!).
Evidentemente, la estafa emocional no es el coaching que llevan a cabo los profesionales serios y bien
formados. Estos, como casi todo el mundo, tienen historias personales de
superación que aun no siendo excepcionales, podrían ser ejemplos más cercanos a
la realidad de sus clientes. Sin embargo, no es la función del coach hablar de
sí mismo y convertirse en ejemplo, sino ayudar a que sea el coachee (su cliente) quien encuentre su
propio camino, tome las decisiones oportunas y ponga en práctica los planes que considere convenientes. El coach es un facilitador que no juzga ni
se posiciona, respeta la libertad del coachee
y no pretende convencerle del camino que debe seguir. Y su método de trabajo es
aparentemente sencillo, sin necesidad de excentricidades. Claro que lo sencillo
es lo difícil, porque sin adornos exóticos hay que saber de verdad para poder
hacer un buen trabajo que trascienda más allá del humo pasajero. Algunos que se
llaman “coach” inventan o copian teorías y remedios llamativos que no tienen
más base que la ignorancia y la imaginación. Han oído campanas pero no saben
dónde; cogen de aquí y de allí, y lo pegan de cualquier manera; inventan lo que
ya estaba inventado, pero al querer diferenciarlo lo hacen mucho peor; en
definitiva, no tienen ni puñetera idea pero lo tapan con planteamientos
exuberantes y pontificando como si fueran grandes expertos.
Ser un buen coach, o aplicar bien el coaching como una herramienta más para liderar o seguir creciendo, requiere dominar
conocimientos específicos de Psicología y habilidades específicas del coaching que deben interactuar, pero
además exige un comportamiento responsable que tenga en cuenta que el coachee es un ser humano que necesita
ayuda y no la pieza de un juego para satisfacer la economía, el entusiasmo y/o
el ego del coach. Y menos aún, alguien de quien se pueda abusar a partir de una
relación de poder que contradice lo que es el coaching. Vender la moto contribuyendo a crear expectativas
atractivas que probablemente no se cumplirán, apelando a supuestos valores como
la fuerza de voluntad, dando consejos sin fundamento o que no procedan y, en
muchos casos, provocando culpabilidad, es una estafa emocional que no entra
dentro de las buenas prácticas de quien aplica el coaching con conocimiento y responsabilidad.
Chema Buceta
14-12-2016
@chemabuceta
Estimado Profesor, estoy totalmente de acuerdo con Ud. aquí en México se ha dado una proliferación de "coaches de vida" o de "coaching ontológico" que ofrecen talleres durante un fin de semana y cobran cantidades exorbitantes y lo peor es que la gente paga por ello. Es una pena que no tengamos una regulación desde organismos colegiados o formales para evitar que estas personas sigan lucrando con las emociones del ser humano y desprestigiando la labor profesional de quienes nos hemos preparado con bases científicas y académicas.
ResponderEliminarSaludos desde México.
Norma,gracias por tu comentario. Tienes toda la razón. Hay que seguir haciendo un buen trabajo para que poco a poco los posibles usuarios discriminen entre los profesionales bien preparados y los vendedores de humo. Saludos!
ResponderEliminarEntiendo con esto que no es un “cuento”, o una experiencia vital, lo que nos habilita para ejercer una actividad; menos para convertirnos en sacacuartos. Entiendo que es una formación adecuada lo que nos ofrece habilidades, actitudes y conocimientos para no estafar; incluso para no estafarnos a nosotros mismos, pensando que podemos hacer algo para lo que no estamos preparados. En buena medida ha sido con esta motivación que me he apuntado este año al curso de experto en psicología del coaching: porque no se puede ser coach por “ciencia infusa” y porque no puede uno convertirse, como señalas en el texto, en “vendedor de humo”. Un saludo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Estamos de acuerdo. Será un placer verte en el Experto en Psicología del Coaching. Saludos.
ResponderEliminarEstimado Dr. Buceta...se podrá decir más alto pero no más claro. Gracias siempre por invitar a una reflexión cuidada y ante todo humana. No trabajamos con ladrillos que en un momento dado se pueden tirar abajo y comenzar de nuevo a edificar una nueva pared....trabajamos con personas...tocando esa esfera psicológica y humana que mal orientada solo abocará a un perjuicio....en no pocas ocasiones irreparable.
ResponderEliminarGracias por seguir provocando reflexiones profundas arraigadas en la Responsabilidad y Consciencia. Inma G.V. Saludos
Muchas gracias por tu comentario. Lo de los ladrillos es una buena metáfora. Hay que ayudar con responsabilidad a partir de lo que las personas tienen; y efectivamente, los perjuicios de una mala práctica pueden ser muy graves. Saludos.
EliminarSaludos desde Puerto Rico. Mejor no lo pudo haber expuesto.
ResponderEliminarMuchas gracias. Recibe un cordial saludo.
EliminarGracias por tu artículo.
ResponderEliminarLlevaba tiempo reflexionando sobre el Coaching. Yo como profano en estos asuntos cada día estaba más convencido de que los vendedores de humo se habían aprovechado del término coach y coaching para estafar a sus víctimas. Evidentemente no se pueden autodenominarse psicólogos pq es un profesión colegiada y avalada por un título universitario pero me pregunto… Qué es un coach? Qué aval tenemos sobre su formación?
Aunque no soy psicólogo ni coach ni vendedor de humo y usted q me lee ha llegado a este artículo buscando información sobre el Coaching y que coach le hace falta... Váyase directamente a un psicólogo colegiado e investigue si tiene algún máster en el área concreta en la q usted intuya que más le puede ayudar, deporte, relaciones familiares, problemas de pareja, etc.
Decía que solamente iba a dar un consejo, les mentí, si tienen apendicitis aguda acudan a médico, no le pregunten en el bar de la esquina al colega sabelotodo que hacer ...
Noli