En el día de hoy he asistido en directo a la competición de
Badminton. En uno de los partidos de cuartos de final, ante seis o siete mil
espectadores (¡Qué grandes son los Juegos Olímpicos!), Intanon Ratchanok, tailandesa
de 17 años y número 10 del mundo, se enfrentó a la china Xin Wang de 26 y
número 2. La de Tailandia ganó el primer set y en el segundo llegó a tener seis
puntos de ventaja, lo que la acercaba claramente a la victoria. Sin embargo, aún
yendo ganando, se podían observar en ella síntomas de cansancio que, a pesar de
su ventaja, hacían dudar sobre el desenlace final. Acabó perdiendo el set
gracias a errores propios más que a aciertos de su rival, y en el tercero y
definitivo, cada vez más cansada y alejada de su rendimiento previo, dio la
impresión de haber tirado la toalla: no del todo; pero sí lo suficiente como
para darnos cuenta de que el partido había finalizado. ¿Por qué se produjo ese
cansancio? ¿Le faltó preparación física? Podría ser. Pero si tuviéramos que
analizarlo en profundidad, deberíamos explorar también la contribución de lo
psicológico.
Casos como éste son frecuentes en el deporte. La explicación
más sencilla es que el deportista, por unas razones u otras, no estaba en buena
forma física. Se pasa la página y punto. Más difícil es analizar el cansancio
no sólo en su vertiente física, sino también en la psicológica. El
sobreesfuerzo mental de los deportistas para prepararse, mantener una
disciplina de vida, renunciar a cosas atractivas, estar lejos de sus familias, adaptarse
a lo que se les exige, concentrarse continuamente, controlar sus emociones, soportar
el trabajo físico y el dolor, rendir al máximo nivel en las competiciones, asimilar
el éxito y el fracaso, soportar las críticas, recuperarse, superar la
adversidad, pasar la página, volver a ponerse las pilas, etc. provoca una
fatiga mental que tiene un importante peso en el nivel general de cansancio.
En el caso de la joven Ratchanok, además del sobreesfuerzo
relacionado con su preparación para los Juegos (probablemente muy larga) y con la
propia competición olímpica de varios días, está el de hoy (físico y mental) para
conseguir un rendimiento tan alto en un partido de tanta trascendencia, contra
una rival de mayor experiencia y mejor ranking que ella, y ante tan numerosa y
entregada audiencia. Muy probablemente, el control de sus emociones y su
concentración justo antes y durante el mismo partido, le habrá producido un considerable
desgaste que habrá contribuido a su cansancio.
“Antídotos” eficaces del cansancio son la motivación y la
autoconfianza. Cuando los deportistas están motivados y confían en alcanzar su
objetivo, generan una energía extra que puede “derrotar” al cansancio; si bien,
eso no quiere decir que el sobre desgaste por el sobreesfuerzo no exista,
manifestándose cuando esos “antídotos” pierden fuerza (la motivación decae; la
autoconfianza se debilita) o, aún no siendo así, cuando el sobreesfuerzo es muy
prolongado. Por tanto, potenciar la motivación y la autoconfianza ayudarán a
controlar el cansancio, pero además es importante que los deportistas tengan
espacios de descanso mental (no sólo de descanso físico) en los que desconectando
de su actividad puedan cargar las pilas. En el caso de la tailandesa, es
probable que el enorme sobreesfuerzo realizado haya acelerado la presencia del
cansancio, pero que éste haya quedado eclipsado mientras la motivación y la
autoconfianza permanecieron sólidas. Pero cuando éstas menguaron al cometer
errores y perder el liderazgo en el marcador contra una rival superior, ese
cansancio emergió y la jugadora no pudo controlarlo, produciéndose más errores
y, consecuentemente, nuevas pérdidas de autoconfianza y motivación.
En el deporte y fuera de éste, el cansancio es una situación
idónea para observar la fortaleza mental de las personas. Muchas funcionan bien
hasta que se cansan, pero cuando están cansadas su rendimiento baja. Estas
personas, y los que las rodean, deben aprender a dosificar su esfuerzo, potenciar
su motivación y autoconfianza, y desarrollar estrategias para controlar las
situaciones que puedan debilitar a éstas, sobre todo en los momentos más
críticos y en presencia del cansancio.
Chema Buceta
2-8-2012
Y si el objetivo se difumina, el cuerpo empieza a preguntarse por el motivo de este sobre-esfuerzo. Como la razón no es capaz de dar respuesta, porque ve que se le escapa el objetivo, la tensión cae y no entra nada ya en campo contrario. Mejor meterse en la cama y no salir de ella. Que el mundo es muy pesado y ya no sé ni para qué seguir esforzándome.
ResponderEliminarY para los deportistas, que todavía pueden focalizar su esfuerzo en un objetivo concreto, todavía; pero cuando la carrera es la propia vida, es importante ir proponiéndose pequeños objetivos, ya que los objetivos más "sublimes", con el trajeteo y obligaciones diarias, se ven tan lejos que se muestran como imposibles y eliminan el posible sobre-esfuerzo necesario para conseguirlos.
Gracias Chema por las entradas de tu blog
Fernando, comparto tu análisis; y tienes razón: los objetivos deben ser realistas; y es muy apropiado que tengamos objetivos a corto plazo respecto a cosas razonables que nos puedan motivar. Pero es interesante tener objetivos a medio/largo plazo, que nos señalen el rumbo, que nos ayuden a avanzar en una determinada dirección. Y los objetivos a corto plazo deben estar en el camino para conseguir los más lejanos.
EliminarGracias por tu comentario.