El palista español Samuel Hernanz ha conseguido un meritorio
quinto puesto (diploma olímpico) en la especialidad de K-1 de piragüismo de
aguas bravas. Su actuación en la competición ha sido espectacular. En la final,
a la mitad, había conseguido un tiempo extraordinario que de haberlo mantenido
le habría dado la ansiada medalla, pero su ejecución posterior fue un poco
peor. Una pequeñísima diferencia que le relegó dos puestos. Al finalizar,
declaró: “Me he venido abajo físicamente y eso me ha dejado fuera… físicamente
me ha costado porque estaba muy nervioso…” La actuación de Samuel tiene un
enorme mérito, ya que supone un importante avance respecto al último mundial,
donde según he oído, quedó decimotercero. Para lograrlo, es obvio que su
funcionamiento físico, técnico, táctico y psicológico ha sido muy bueno la
mayor parte del tiempo. Sin embargo, un pequeño bajón en el funcionamiento
físico, que él relaciona con los nervios, le ha impedido alcanzar un objetivo
mayor.
Experiencias como la suya son bastante frecuentes en el
deporte, sobre todo en la alta competición y en especial en los Juegos
Olímpicos, donde las diferencias son escasas. El deportista controla sus
nervios (su ansiedad) la mayor parte del tiempo, pero en un momento concreto
ese control disminuye, aunque sólo sea un poco, y la ansiedad influye
negativamente en su funcionamiento físico (un “bajón”, más cansancio, más
tensión muscular…) técnico (peor ejecución de los movimientos), táctico (peores
decisiones, impulsividad…) y mental
(peor concentración…). Como es lógico,
el control de la ansiedad es más difícil, cuando ésta es mayor y/o el
deportista tiene menos habilidades para controlarla. Por eso, por un lado, es
importante eliminar o minimizar, en la medida posible, las situaciones que
puedan aumentar la ansiedad; y por otro, preparar a los deportistas para que
adquieran y perfeccionen sus habilidades de control. Este es, precisamente, uno
de los principales objetivos del entrenamiento psicológico.
Desconozco si Samuel Hernanz se ha preparado específicamente
para controlar esos nervios que, según él, han influido en una pérdida de
funcionamiento físico que ha podido costarle la medalla, pero en cualquier caso
parece claro que en un momento concreto no ha sido capaz de lograrlo. Sin duda,
ha realizado un gran trabajo para competir al altísimo nivel que lo ha hecho,
pero algo le ha faltado: y no parece que sean más horas de entrenamiento o un
perfeccionamiento de su técnica, sino el desarrollo de habilidades específicas
para controlar su ansiedad; algo que en el futuro debería optimizar.
Casi todos los día en los Juegos, vemos a deportistas que no
culminan una gran actuación por errores en momentos críticos; hoy mismo, por
ejemplo, en la final masculina de gimnasia artística, donde ha habido varias
caídas decisivas, o en la propia competición de Samuel, donde el gran favorito
ha pinchado. Errores aparentemente inexplicables en estos grandes campeones,
que sin embargo se han producido y les han costado medallas que parecían
claras. Errores que seguramente tienen su explicación en una ansiedad elevada
que en un momento concreto no han sido capaces de controlar.
(Me voy a Londres unos días; si puedo, sigo escribiendo
desde allí; si no, continuo cuando regrese. Un saludo).
Chema Buceta
1-8-2012
www.psicologiadelcoaching.es
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