miércoles, 1 de agosto de 2012

NO HAY MEDALLAS: NERVIOSISMO GENERAL





Una de las principales diferencias entre los Juegos Olímpicos y otros grandes eventos como los campeonatos del mundo o continentales, es que los deportistas forman parte de un gran equipo que abarca a todas las especialidades. Cada uno participa en su deporte, pero todos pertenecen al equipo olímpico de su país. Esta circunstancia conlleva ventajas e inconvenientes. Entre las primeras, se convive con deportistas distintos a los habituales, se aprende de otros deportes, se desarrolla un ilusionante espíritu de equipo y, a veces, se produce un beneficioso contagio de optimismo y autoconfianza que ayuda a rendir mejor. Entre los inconvenientes, uno del que se habla poco pero que afecta a muchos deportistas, es el nerviosismo general que les rodea cuando las medallas no llegan.
He observado y analizado esta situación más de una vez ; y es lo que intuyo que podría pasar en el equipo oliimpco﷽﷽﷽﷽e intuyo que puede estar pasando en el equipo ol equipo.otistas de los que se esperabaes rodea cuando los buenos resulímpico de España tras cuatro días de competición sin aparecer en el medallero. Se ha hecho una previsión de posibles preseas y los resultados obtenidos, de momento, no apuntan en esa dirección;  y aunque es cierto que todavía quedan oportunidades muy razonables, el fracaso de los primeros deportistas que optaban a los preciados metales, contribuye a que la decepción y el nerviosismo se apoderen de directivos, técnicos, medios de comunicación y público en general, generándose una “ansiedad ambiental” que puede afectar a los que todavía tienen que competir.
La ansiedad se transmite mediante comportamientos que denotan tensión; voces, gestos y mensajes negativos, derrotistas y fuera de lugar; y comentarios aparentemente positivos como “tu vas a ganar la primera medalla para España” que pretenden motivar, pero que para muchos son un elemento de presión, un dardo envenenado, una piedra más en la mochila de la responsabilidad que se añade a las que, de por sí, ya están pesando. Hoy, “el salvador del deporte español”, nuestra “gran esperanza”, era Ander Elosegui en las aguas bravas. Ha estado magnífico; pero tres de sus rivales, también; y como le ocurrió en Pekín, ha quedado cuarto. Un notable éxito que, sin embargo, en lugar de destacarse como tal, es probable que alimente el pesimismo y el nerviosismo de los que rodean y siguen a nuestros deportistas.
Como Ander, otros días fueron otros los “salvadores”, y seguirá habiéndolos hasta que comprendamos que la ansiedad ambiental y llevar sobre los hombros esa responsabilidad colectiva provocan que el rendimiento de los deportistas sea inferior al que cabría esperar, determinando las pequeñas diferencias que en la mayoría de los casos separan el éxito del fracaso. Como es obvio, este problema afecta más a unos deportistas que a otros, pero en general, consciente o inconscientemente, todos o casi todos lo sufren de alguna manera. Para más inri, en la medida que avanzan los Juegos sin el resultado esperado, el nerviosismo aumenta y la presión sobre los siguientes que compiten es mayor. Por tanto, por el bien de los que todavía esperan su turno, confiemos en que las deseadas medallas no se hagan de rogar mucho. ¿Mañana? ¿Quién es nuestro salvador?
Mientras llegan las preseas, y también después, deportistas y entrenadores deben aislarse del ambiente pesimista, de nerviosismo o aparentemente motivante que les puede rodear, y asumir, únicamente, la responsabilidad que les corresponde, pero no más. Cargar con el peso de ser “el salvador” de tu deporte o de tu país, además de ser injusto, constituye un error que, en la mayoría de los casos, vaticina un nuevo fracaso.


Chema Buceta
31-7-2012






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