(Muchas gracias a los que os habéis interesado por este tema.
Algunos me habéis preguntado si escribiría un nuevo artículo. Aquí está. Con él
completo los anteriores: “La silla es mía” y “El fin justifica los medios”).
Dieciséis nadadoras de sincronizada firmaron una carta denunciando
malos tratos de la seleccionadora nacional. ¿Por qué no lo hicieron antes,
cuando aún pertenecían al equipo? ¿Cobardía? ¿Por qué ahora, cuando están
fuera? ¿Despecho? Algunos han sugerido que las acusaciones pierden legitimidad
por hacerse a destiempo. Me gustaría saber, en su lugar, qué habrían hecho
ellos. ¿”Denunciar a pecho descubierto para “suicidarse”?
No es fácil, para nadie, denunciar injusticias o abusos de
quienes tienen poder sobre nosotros. Ni siquiera lo es manifestar nuestras
discrepancias. ¿Cuántas veces, no estando de acuerdo con nuestros jefes, nos
hemos callado? ¿Cuántas hemos tolerado actitudes autoritarias sin una lógica,
incluso ciertos abusos? Seguramente, casi todos podríamos encontrar algún ejemplo
propio. Es lógico. Somos humanos. Tenemos la capacidad de establecer
prioridades para preservar lo que consideramos más básico, ya sea nuestro
puesto de trabajo, una relación interpersonal, un estatus o pertenecer a un
grupo o un proyecto por los que estamos muy interesados. Ponemos todo en la
balanza y decidimos tolerar lo que no nos agrada. Nos compensa para proteger
los intereses que en ese momento valoramos más. Es el caso, entre otros, de
muchos deportistas. Pueden percibir que si discrepan, se quejan o denuncian, su
continuidad en el proyecto podría esta amenazada. ¿Deben “suicidarse”?
¿inmolarse como héroes enfrentándose a quien tiene el poder? ¿Quién tiene
derecho a exigirles eso?
Evidentemente, existen límites de tolerancia. En nuestra
cultura, a primera vista, nos gusta pensar que tolerar poco es un atributo de
personas integras que saben defender sus derechos y su dignidad, mientras que tolerar
mucho es más propio de los que son débiles y se dejan avasallar. Nos satisface creerlo
así, pero se trata de un etiquetamiento con bastante carga de novela
caballeresca y psicología barata de ficción. El grado de tolerancia varía en
función de la personalidad, los valores, las necesidades y los recursos
alternativos de cada uno. Unos toleramos más, y otros menos. Y la misma persona
tolera más o menos en según que circunstancias. En general (esto es lo que más
influye), a mayor necesidad y menos alternativas, toleramos más. ¡Quien esté
libre de pecado, que tire la primera piedra!
En el caso de los deportistas existen circunstancias específicas
que fortalecen la predisposici
ón a tolerar ciertos abusos. Una
de ellas, la edad y, en general, su “alter ego” de falta de habilidad y
experiencia manejando situaciones conflictivas. Otra, su elevada motivación y
grado de compromiso (cuando estos existen) que propician aguantar (y
justificar) “lo que haga falta” con tal de estar ahí y triunfar. En otros casos
está presente el “atrapamiento”: los deportistas temen fracasar, no responder a
las expectativas de los demás y/o quedarse sin su principal fuente de
gratificación material y emocional. Se encuentran atrapados en el deporte y no
pueden renunciar o ser despedidos, por lo que aguantan carros y carretas hasta
que encuentran la oportunidad de escapar con un mínimo de decoro y protección
de su autoestima y sus intereses. Además, está el liderazgo tradicional en el
deporte, de corte muy autoritario y a veces déspota, con una permisividad que
no existe en otros contextos del primer mundo. Por ejemplo: se suele aceptar
que el entrenador grite a los deportistas, les ridiculice o les insulte sin que nadie se escandalice. En relación con
este estilo de liderar, suelen ser habituales una mala comunicación ascendente
(de deportistas a entrenadores y directivos)
que dificulta expresar quejas o descontentos, y las consecuencias negativas,
inmediatas o retardadas, que provoca discrepar o tener opiniones propias. Por
último, está la fuerza del grupo. A casi nadie, y menos a un deportista joven,
le gusta ir contra corriente, sin el apoyo de sus compañeros (¿Me voy a
suicidar, yo solo? ¿Voy a ser el único héroe? ¿el “pringado” que sacrifica su
cabeza?).
Por todos estos motivos, el grado de tolerancia de los
deportistas suele ser muy elevado (¿Quién quiere inmolarse?), y esto favorece
el abuso de poder de algunos entrenadores que, quizá sin darse cuenta,
consideran que puesto que se acepta, cualquier método es válido. Está claro que
en una sociedad avanzada no debería haber abusos, y por eso se les debe exigir
a los que lideran que ejerzan el mando bajo la ética de no aprovecharse de la
tolerancia “obligada” de sus liderados. En el caso de los deportistas jóvenes
de élite es fácilmente entendible que estén dispuestos a tolerar “lo que sea”
con tal de seguir en el carro, por lo que la responsabilidad ética de los
entrenadores y los directivos es enorme.
¿Cómo actuar? Por un lado, es clave que las organizaciones
(federaciones, clubs, escuelas…) establezcan los cauces adecuados para que los
deportistas puedan tener voz, sin que por ello pierda autoridad el entrenador.
Paralelamente, los entrenadores debemos mejorar nuestro estilo de liderazgo
para dirigir con la firmeza y la
exigencia que procedan, pero sin abusar. Alta exigencia y respeto no son
incompatibles. Al contrario, es responsabilidad del entrenador hacer que
coexistan: entre otras medidas, abriendo vías a los deportistas
para que puedan hablar con libertad y discrepar sin sentirse amenazados. Los
entrenadores (y cualquier director que lidere) tenemos que manejar la
discrepancia con naturalidad, sin ponernos a la defensiva ni pensar que por
ello perdemos autoridad, usándola como una buena oportunidad para la reflexión
y la negociación constructiva, una ocasión de oro para involucrar a los
deportistas de forma más sólida y duradera. Asimismo, es importante que
deportistas, entrenadores y directivos desarrollemos nuestras habilidades de comunicación
para poder expresarnos con eficacia, utilizando la dosis de asertividad que sea
razonable en cada situación; una faceta en la que los psicólogos del deporte
pueden ayudarnos.
Aún así, es muy probable que los que formemos parte de una
organización (en el deporte, la empresa o cualquier otro campo) continuemos
estando condicionados por un cierto temor a perder lo que tenemos y valoramos
(sobre todo en tiempos de pocas alternativas), aunque en menor medida si se
ponen en marcha medidas como las señaladas. Una mejora que puede ser muy beneficiosa
para el funcionamiento de los equipos y las personas. En cualquier caso, se
deben seguir respetando y comprendiendo las posturas de tolerancia "políticamente correctas" que preservan la supervivencia (¿Me suicido? No, gracias) y las denuncias de
los que ya no están. Éstas no deben sacarse de su contexto, algo que puede
suceder con el paso del tiempo, y obviamente no sirven para cambiar lo que ya
es agua pasada, pero pueden aprovecharse como punto de partida para reflexionar
y prevenir futuros excesos.
Chema Buceta
12-10-2012
twitter: @chemabuceta
www.psicologiadelcoaching.es
Respetado Doctor Buceta:
ResponderEliminarEste año tuvimos el privilegio de tener al Doctor Maurizio Mondoni en Colombia compartiendo con nosotros su amplia experiencia en la formación de jóvenes entrenadores.Una experiencia maravillosa desde cualquier ángulo que se le mire.
A nuestro modo de ver, hasta que usted no nos haga el honor de acompañarnos también, la capacitación de nuestros instructores y entrenadores de categorías de base no estará completa.
¿Hay posibilidades que usted pueda sacar en su agenda algunos días en el 2013 para visitarnos en Colombia?
En caso de ser posible, nos gustaría saber en que condiciones se daría esta visita y la posible fecha.
Cordial saludo;
Carlos García
Estimado Chema:
ResponderEliminarCreo que la desproporción entre el grado de tolerancia que es capaz de soportar un deportista,y los padres y madres de estos en edades tempranas, está, a fecha de hoy, a años luz del que admiten los clubes, bien sean sus directivos o sus entrenadores.
La ilusión y la humildad del que empieza o del que aspira a mejorar coincide demasidas veces con el autoritarismo que se desprende de aquel que tiene el mando. ¿Cuántas veces hemos escuchado "esto es lo que hay y si no estás de acuerdo ya sabes donde está la puerta"? Creo que todavía nos queda mucho por aprender y trabajar.