A mediados de octubre celebramos en Madrid la 14 edición de las Jornadas de Actualización en Psicología del Deporte de la UNED, y posteriormente, en México, han tenido lugar dos importantes eventos en los que también he participado: Un emotivo encuentro de antiguos alumnos mexicanos de nuestro Máster, hoy en día profesionales de la Psicología del Deporte, en el que se ha debatido sobre las lecciones aprendidas en los últimos quince años y los retos futuros, y el Congreso Internacional de las Ciencias del Deporte organizado por la Universidad del Fútbol de Pachuca, con un interesante programa sobre Psicología. Los tres acontecimientos han contribuido a una interesante reflexión.
Una de las principales conclusiones ha sido el creciente
interés de los entrenadores por la Psicología del Deporte. Todavía hay algunos
ignorantes que dicen que “no creen en la Psicología”, algo que es tan absurdo
como decir que no creen en la Geografía o las Matemáticas. La Psicología es una
ciencia con unas leyes y no un dogma de fe. Los principios de la
Psicología que determinan el
comportamiento humano en cualquier campo, también en el deporte, tienen una
base científica y están ahí, al igual que las leyes de la Física o la Química, se consideren o no. Y de hecho, los mismos que
dicen eso se esfuerzan por, por ejemplo, motivar o transmitir confianza a sus
deportistas con más o menos acierto, sin reparar en que lo que intentan es aplicar la Psicología. Afortunadamente,
cada vez son más los entrenadores que se dan cuenta de la enorme trascendencia de la Psicología para liderar con eficacia a sus deportistas y
aumentar, así, las posibilidades de éxito; y muchos los que buscan la manera de
aprender y aplicar esta ciencia incorporándola a su método de trabajo.
También somos más los psicólogos que colaboramos con los
entrenadores enriqueciendo su formación o asesorándolos. Aunque es cierto que todavía
son muchos los entrenadores que no trabajan con psicólogos del deporte, a veces
por desconocimiento, otras por desconfianza, otras porque no han encontrado a
la persona adecuada, y en algunos casos, porque las experiencias que han tenido
no han sido satisfactorias (y de ahí ese “no creo en la Psicología” que en
realidad es más un “no creo en los psicólogos”). Como sucede en cualquier
profesión, existen mejores y peores psicólogos del deporte (al igual que hay
mejores y peores entrenadores, directivos, jugadores, etc.) y no siempre los
psicólogos hemos sabido aportar los mejores servicios al entrenador, lo que en
ocasiones nos ha restado credibilidad. Pero no es una cuestión de creer o no
creer, sino de elegir al profesional adecuado, confiar en él y establecer las
condiciones apropiadas para que pueda desarrollar su función.
Por su parte, como principio básico para poder trabajar con
un entrenador, el psicólogo del deporte debe respetar el espacio y la manera de
funcionar de aquél; comprenderlo a él y la forma en que influye o intenta
influir en sus deportistas; y a partir de ahí, saber cuál es el mejor momento y
la mejor manera de escucharlo, ayudarlo a reflexionar y asesorarlo. En general,
desde su posición externa, el psicólogo tiene una perspectiva más tranquila y
objetiva de la realidad psicológica de los deportistas, lo que unido a sus
conocimientos como experto de la Psicología puede ser de gran ayuda para el
entrenador, tan involucrado dentro del bosque que es fácil que, algunas veces,
no vea los árboles. Por ejemplo, el psicólogo puede detectar la conveniencia de
potenciar la autoconfianza más que la motivación en la charla anterior al
partido, insistir en motivar o estresar para paliar el conformismo, replantear un
objetivo colectivo para unir al grupo, tener en cuenta la particularidad de un
determinado jugador, utilizar un estilo de liderazgo más participativo, etc. y
aportar este conocimiento para optimizar el funcionamiento del entrenador. Eso
sí, siempre que, insisto en esto, sepa elegir el mejor momento para intervenir
(cuando el entrenador sea más receptivo), domine la comunicación adecuada para que
el entrenador no se sienta invadido o amenazado, y respete la libertad de éste para
atender a sus sugerencias o no, sin sentirse mal cuando no lo haga.
Dos de los principales enemigos del psicólogo del deporte
son el exceso de entusiasmo por ayudar y la ansiedad por hacer algo. El efecto de
ambos es el mismo: meteduras de pata por decir o hacer cosas que no proceden y
disminuyen su credibilidad, lo convierten en una amenaza o un estorbo y, en
definitiva, cierran las puertas de una intervención eficaz. El valor añadido
del psicólogo no está en aportar frases hechas, dar ánimo gratuito, decir “tú
si puedes” u ofrecer los consejos que cualquier otro podría dar, sino en saber
observar la realidad sin el inconveniente de las emociones intensas que a
menudo invaden y dominan a los entrenadores y otros miembros del staff, así
como disponer de las habilidades para transmitir en fondo y forma las observaciones relevantes que puedan
ayudar y, entre bastidores, contribuir a poner en marcha procesos de cambio en
los que los protagonistas sean el entrenador y sus deportistas.
¿Creemos o no creemos en la Medicina Deportiva? Tan absurda
es esta pregunta como la que sería igual respecto a la Psicología. Superémosla
definitivamente y, con la conveniente autocrítica, sigamos desarrollando una
disciplina tan beneficiosa para el funcionamiento de los deportistas.
Chema Buceta
12-11-2012
Twitter: @chemabuceta
www.psicologiadelcoaching.es
Como entrenador, ya me gustaría tener a mano un psicólogo deportivo (o al menos con cierto interés por el deporte). Buena reflexión, a ver si salen más psicólogos con este perfil.
ResponderEliminarEstimado Humo, hay y no pocos soy de la 15ª hornada del Master en Psicología del Deporte te dejo mi blog http://www.pontefuerte.com
EliminarSi quieres trabajar con un psicólogo, elige a uno que tenga una buena formación, como Francisco que veo te ha contestado, y adelante. Estableced la forma de trabajar juntos e id mejorándola en función de vuestra propia experiencia. Un saludo
EliminarComentando el articulo, todavía hay entrenadores que se ven amenazados por la figura del psicólogo, como si fuéramos bichos raros, te encasillan en la parte de los problemas y no ven la posibilidad de mejorar el rendimiento que podría tener sus equipos con un especialista en en su cuadro técnico.
ResponderEliminarhttp://www.pontefuerte.com
Salu2 Francisco
Hay que ayudar a los entrenadores a que comprendan lo que los psicólogos podemos hacer; y los psicólogos debemos comprender las necesidades concretas del entrenador y ayudar en esa dirección. No pasa nada por ayudar a solucionar problemas, y en muchos casos es la vía para comenzar a trabajar y ganarse a confianza de los entrenadores y los directivos.
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