El pasado fin de semana se jugó la final de la Copa Davis. La República Checa venció 3-2 a España tras un último partido entre Stepanek (37 del ranking ATP) y Almagro (11) que decidió la eliminatoria. En España han sido muchas las críticas al mal partido de Almagro, al que se acusa de haber estado muy nervioso, con el “brazo encogido” y haciendo un tenis muy conservador más propio de la tierra batida que de una pista rápida. También se ha criticado al capitán, Corretja, por haber puesto a ese tenista en un partido de tanta trascendencia y en una superficie que “no es la suya”. No entro en esta polémica, pero es cierto que la impresión que dio Almagro fue de verse superado por el estrés de una situación de trascendencia superior a la que no estaba acostumbrado, y eso, seguramente, afectó a su rendimiento y, en gran parte, explica el resultado adverso.
Los deportistas de élite, como Almagro, están acostumbrados al estrés que
rodea a las competiciones deportivas: la trascendencia, la incertidumbre, la
imposibilidad de controlar todos los factores, las expectativas propias y de
los demás, la evaluación a la que se someten, la enorme responsabilidad, el
estar solo (en los deportes individuales), la presión del público, el
sobreesfuerzo físico y mental, los errores, la situación y los cambios en el
marcador, el cansancio, la lucha continua con uno mismo y las consecuencias
del éxito y el fracaso, entre otros, constituyen elementos estresantes que
estos deportistas, a fuerza de enfrentarse a ellos, suelen dominar la mayor
parte del tiempo. Sin embargo, incluso para los más grandes, existen momentos
concretos en los que el estrés les supera y perjudica su rendimiento.
Recuérdense, por ejemplo, los penaltis errados por Messi, Cristiano y Roben en
los momentos más decisivos de la pasada Champions.
En el caso de Almagro, aún siendo el 11 del ranking ATP,
nunca en su carrera se había enfrentado a un partido de tanta trascendencia,
con tanto seguimiento, con tanta responsabilidad social (no jugaba sólo para
él, como suele pasar en el tenis, sino para todo un país que le seguía y
esperaba su victoria); y además, en un ambiente adverso y sobre una superficie
que no es la que mejor le va. Estos dos últimos elementos también estuvieron
presentes el primer día contra Berdych, cuando Almagro hizo un gran partido y
estuvo a punto de ganar al 6 ATP. La diferencia resulta obvia: el primer día,
la victoria no era tan trascendente, y al entrar la derrota dentro de lo que se
podía esperar frente a un rival superior, la responsabilidad era mucho menor. Pero
el último partido… una victoria del 11 contra el 37 ¡para ganar una Copa Davis!
Uff, demasiado ¿no?
Pensando en esta final, cabía esperar que llegado el quinto
partido con 2-2, el estrés fuera muy elevado;
y que al no estar acostumbrados a estas circunstancias, pudiera superar
a nuestros jugadores. Sin embargo, ¿dónde estaba el psicólogo del deporte para
poder ayudar? En el nutrido equipo de
España había jugadores suplentes y sparrings que no podían jugar,
entrenadores y otros preparadores de cada jugador, médico, fisioterapeutas,
encordadores… y quizá algunos más, todos perfectamente uniformados,
levantándose a aplaudir cuando el guión lo exigía (aunque con el viento en
contra, las cámaras captaron cómo algunos parecían interesarse más por su
móvil). Sin embargo, que yo sepa (si me equivoco, pido disculpas por
adelantado), no había un psicólogo del deporte para trabajar con Almagro y los
demás. ¿Qué le pasó a nuestra laureada pareja de dobles, reciente campeona del
Master? ¿También les superó el estrés? ¿Dónde estaba el psicólogo?
El estrés puede manifestarse de diferentes maneras. La más
habitual en el deporte es la ansiedad. Cuando ésta es elevada, conlleva una
sobreactivación general (física y mental) que rebasa el nivel de activación
óptimo para rendir al máximo. La sobreactivación propicia un estrechamiento de
la atención y, como consecuencia de éste, una peor toma de decisiones. Además,
provoca un aumento de la tensión muscular, una deficiente movilización de
energía y una peor coordinación motriz, lo que repercute en la ejecución de los
movimientos técnicos. Si un tenista decide mal (por ejemplo: el desplazamiento que hace, el golpe que da o
el momento de darlo) y ejecuta mal (mala flexión de piernas, “brazo encogido”,
etc.) es obvio que su rendimiento se resiente; y el problema no está en que no
domine las decisiones o la ejecución, sino en la activación que le sobra.
En mi opinión, Stepanek también sufrió este problema, y de
ahí sus múltiples errores no forzados en muchos momentos decisivos en los que
podía cerrar los juegos. Puede ser muy estresante el punto en el que, si lo
ganas, cierras el juego, el set o el partido; no es miedo a ganar, como
erróneamente se dice a veces, sino una gran sobreactivación provocada, en este
caso, por un exceso de motivación o el temor a perder una gran oportunidad.
Básicamente, la sobreactivación puede observarse de dos
maneras: impulsividad y agarrotamiento. En el primer caso, el deportista
arriesga más de la cuenta o quiere hacer más de lo que debiera, muchas veces a
destiempo. En el segundo, se queda como paralizado y tiende a ser más
conservador. Aparentemente, cuando más les superó el estrés, Stepanek lo
manifestó con impulsividad y Almagro con agarrotamiento. En ambos casos,
pudimos observar errores graves. Sin embargo, es probable que el estilo de juego
de mayor riesgo de Stepanek, aún siendo a veces impulsivo, le ayudara a soltar mejor parte
de la tensión que le sobraba. Se había hablado de su avanzada edad y su mayor
desgaste por haber tenido menos descanso que Almagro, apelándose al
razonamiento de los físico para explicar un posible resultado. Una vez más, se
ignoró la trascendencia de lo mental, de esa poderosa máquina llamada cerebro
que, con sus límites, claro, puede mover montañas. Stepanek no
hizo el mejor partido de su carrera, ni Almagro el peor, pero aquél fue más
capaz que éste de controlar el estrés de un partido muy especial. Además, el ir delante en el marcador probablemente fortaleciera su autoconfianza: el
mejor “antídoto” del estrés.
El equipo español de Copa Davis suele presumir de un buen
espíritu de equipo que desde mi posición ajena no niego, aunque es probable
que en parte se confunda éste con el buen rollito antes de las eliminatorias y cuando se
gana. La imagen de Almagro solo en el banquillo
tras la derrota, mientras todos los checos abrazaban a Stepanek, junto a las declaraciones de algunos a destiempo, hacen pensar que quizá no sea todo tan
idílico como a veces se pinta. No obstante, aún si lo fuera, resulta
insuficiente como sustituto del entrenamiento/asesoramiento psicológico que podría contribuir
en los momentos más críticos, tal y como se ha demostrado en esta final. Se
dice ahora que el año próximo la Davis será muy difícil porque muchas eliminatorias
se jugarán fuera de casa. Mayor razón para prever que volverá a haber partidos similares a este último. ¿Se hará algo al respecto? ¿Se pensará en incorporar a un
psicólogo del deporte para trabajar con los jugadores que lo necesiten y
asesorar al capitán sobre los aspectos que influyen en lo psicológico (por
ejemplo: su desafortunada expresión facial denotando pesimismo, o el exceso de
instrucciones en los intervalos)? ¿O se pasará la página y se volverá a confiar
en que, por favor, regrese Nadal y haya buen rollito? Ojalá tengamos la suficiente humildad para
comprender que aún habiendo sido campeones muchas veces, es necesario
evolucionar. Y un paso adelante sería incorporar al profesional de la Psicología que pueda ayudar en lo que,
precisamente, ha sido la principal causa de nuestra derrota ahora.
Chema Buceta
20-11-2012
twitter: @chemabuceta
www.psicologiadelcoaching.es
Yo es que directamente no entiendo la copa davis y esas cosas que inventan. El tenis NO es un deporte de equipo.
ResponderEliminarEs un deporte individual, cierto; pero hay competiciones por equipos. El jugador sigue estando solo en la pista, pero no juega solo para él, y debe existir una buena dinámica de apoyo fuera de la cancha. Gracias por el comentario.
ResponderEliminarBueno, creo que realmente el tenis es todo un deporte de equipo, y más en la Copa Davis, la única diferencia es que solo uno es el ejecutor final del trabajo ¿o es qué vamos a creer que Rafa Nadal, o cualquier otra gran figura de este deporte, ha llegado a alcanzar ese nivel por su genética?
EliminarCon respecto al asunto de Almagro, creo que quedo muy claro, al campo no salto el número 11 del mundo para jugar contra un veteranísimo Stepanek, muy inferior a él en la actualidad, quien estaba jugando era un tenista que no soportó la presión de un partido de tal magnitud. Su cara era el reflejo de su alma y algo falló antes de salir a la pista.