Se habla estos días del bajo rendimiento del jugador chileno
del Barcelona, Alexis, alegándose que no cumple con una de sus principales
funciones: marcar goles. La crítica se ha exacerbado tras sus llamativos
errores, sobre todo, dos claras ocasiones frente al Málaga que el futbolista
marró cuando parecía lo más difícil y se anticipaba el deseado desenlace. Parte
del público le silbó y agradeció que fuera sustituido: la antesala de una
acusación feroz en las redes sociales y algunos medios de comunicación que
incluso le han señalado como el gran culpable del mal resultado logrado:
presagios de un etiquetamiento que puede predisponer a observar sus desaciertos
con escasa tolerancia. Y más aún, si se asocia su presencia con la ausencia de Villa.
A pesar del apoyo de su entrenador tanto en sus
declaraciones como, más importante, en el hecho de seguir contando con él,
parece obvio que el jugador debe estar pasando por un mal momento. La ausencia
continuada de goles, y más cuando se fallan ocasiones claras y el público y los
medios lo destacan, provoca una ansiedad tremenda en los delanteros. Se supone, ellos los primeros, que están ahí para eso, y aunque sus funciones abarcan otros aspectos, el gol es lo que les da la energía y el prestigio, la razón principal, así lo suelen asumir, por la que salen al campo. He visto este problema en muchos delanteros a los que he intentado ayudar
para superarlo; y también en algunos “killers” del
baloncesto cuando pasan por malas rachas anotadoras.
El proceso suele ser, más o menos, el siguiente:
inicialmente, el jugador se disgusta porque no marca goles, y se propone
cambiar la mala racha en el siguiente partido. Se pone como objetivo lograr uno o dos goles y se convence a sí mismo de que lo conseguirá. Además, es frecuente que, con la mejor intención, reciba
comentarios de sus compañeros, e incluso del propio entrenador o alguno de sus
ayudantes, del tipo de “hoy marcas seguro”. La "estrategia" favorece una obsesión
exagerada por conseguir el gol, en detrimento, aunque parezca paradójico, de
atender a las acciones propias que aumentan la probabilidad de lograrlo. Es
decir, el jugador está tan pendiente del objetivo, que olvida o relega lo que
tiene que hacer para alcanzarlo, con lo que la probabilidad del gol en lugar
de aumentar, disminuye. Si como es probable, el jugador no marca, la ansiedad
aumenta; y con ello, el agarrotamiento mental y físico. En esas condiciones adversas, leerá peor el
partido, tomará peores decisiones y ejecutará deficientemente las acciones,
sobre todo cuando se trate de golpear el balón para disparar a gol. ¿El resultado? Errores y más errores: ¡el gol no me quiere!
Lógicamente, en la medida que el gol no llega, la situación
empeora. El siguiente partido se convierte en una especie de examen decisivo en
el que, sí o sí, tiene que marcar; y el jugador se conjura para que así sea;
pero claro, cuanto más se empeña, peor: la ansiedad aumenta, el funcionamiento
es cada vez más deficiente y la ansiedad aumenta aún más, sobre todo cuando se
presentan buenas oportunidades para marcar. ¿Le sucede a Alexis? La ocasión es
muy clara y, de alguna manera, la mente del jugador la percibe como la gran
oportunidad de ¡por fin! conseguir el ansiado gol… pero ese ansia le traiciona;
quizá calcula mal la velocidad con la que llega la pelota o el bote que da
antes de llegar, o decide golpearla inadecuadamente, o dirigirla en la peor
dirección, o simplemente la golpea mal por un exceso de tensión muscular.
¡Otro error! ¿Incomprensible? Como vemos, hay una posible explicación con un fundamento científico; ¿o es mejor seguir pensando que el balón no quiere entrar, que el gol no le quiere?
La solución que le dan algunos es simple. “Tranquilo, es una
mala racha… en el momento que metas un par de goles, se acaba”. Puede ser
cierto; pero hay que meterlos, claro… Y si el jugador se obsesiona con eso… ya
hemos visto lo que puede suceder. Paradójicamente, en estos casos, la solución
pasa por lo contrario. Cuanto menos se obsesione el jugador con el gol, más
probable será que lo consiga. Pero no es fácil, por supuesto; y menos aún si
los que le rodean, con su mejor intención, no hacen más que recordárselo:
“¡seguro que hoy marcas!” "¡ya verás como la pelota hoy sí quiere entrar!"
¿Cómo lograrlo, entonces? En primer lugar, aceptando que un
delantero, inevitablemente, tiene que pasar por este tipo de rachas, y que hay que tener un mínimo de paciencia para superarlas. Pero ojo: no quedándose sin hacer nada. De manera
paralela, el jugador debe centrarse en objetivos que no sean marcar goles, sino realizar las
acciones que aumentan la probabilidad de conseguirlos; y, al mismo tiempo,
asumir objetivos no relacionados con el gol (por ejemplo: presionar al
contrario con balón…). Estos objetivos deben ser acciones propias, no
resultados de las mismas, y definirse lo más concretamente posible, de forma
que no haya dudas respecto a dónde debe estar puesta la atención del futbolista
cuando sale a jugar. Asimismo, el jugador debe anticipar que, quizá, parte de
los aficionados le silben; y consecuentemente, debe tener preparada alguna
estrategia mental para cuando esto ocurra: algo que desvíe su pensamiento de
los silbidos y centre su mente en lo que tiene que hacer en el campo. El
entrenador puede darle una directriz concreta en este sentido, pero será más
eficaz que, además, trabaje este apartado con un psicólogo del deporte.
En algunos casos, las malas rachas pasan solas y el jugador
vuelve a ser el que era antes. Pero en otros muchos el problema engorda y las
soluciones son la suplencia y el traspaso. Jugadores que empezaron como Alexis
tuvieron que cambiar de aires. Explicaciones posteriores como “no llegó a
adaptarse… no todos pueden jugar en un gran club… le vino grande… fútbol es
fútbol y así son las cosas…” esconden no haber sabido entender y tratar el
problema convenientemente. La cuestión, ahora, no es si Alexis sirve o no sirve
para el Barcelona (¿servía Ibrahimovic?)
sino ayudarle a superar este momento crítico antes de que la situación
empeore y el chileno sea uno más en la
lista de los que fracasaron por no haber manejado el caso con un enfoque
profesional: el que aporta la Psicología del Deporte.
Chema Buceta
18-1-2013
twitter: @chemabuceta
www.psicologiadelcoaching.es
Me conmueve leer el término “aceptación” en un artículo sobre psicología del deporte, que al exponer el sufrimiento que puede estar atravesando un excelente jugador, no se centra en la reducción de los síntomas del malestar, sino en el autoconocimiento.
ResponderEliminarDicen los psicólogos que el sufrimiento y el disfrute son las dos caras de una misma moneda, por lo que uno no puede ir sin el otro. Cuando se fracasa, uno tiene que elegir nuevamente entre sentarse en el suelo y lamentarse por haber fracasado o levantarse e intentarlo de nuevo. La única forma de conseguir lo que se quiere, es trabajar en la dirección determinada, sabiendo que los resultados nunca están garantizados. Si lo que se ha hecho hasta ahora no sirve para nada, es mejor intentar algo nuevo.
Mercé
Muchas gracias por leer este artículo y por tu interesante comentario. En el deporte existen muchas situaciones que provocan frustración y sufrimiento, y los deportistas deben aprender a aceptarlos como parte de sus vivencias, al tiempo que aprender a manejarlos con un enfoque constructivo que ler permita aprovecharlos para seguir creciendo.
ResponderEliminarUn cordial saludo.