En la Champions de 2012, Chelsea y Bayern eliminaron al Barcelona y el Real Madrid jugando el segundo partido con la ¿desventaja? de ser visitantes.
En deportes como el fútbol, el baloncesto y otros similares,
se asume que jugar en casa aporta una ventaja. Forma parte de la tradición, la
sabiduría popular que asumen protagonistas y seguidores. En competiciones como
la Champions, se le da esa “ventaja” al equipo con mejor clasificación en la
fase previa. Y lo mismo ocurre en los play-off en baloncesto. Sin embargo, cada
vez son más los datos que no corroboran esta creencia tan extendida. Como
muestra, en las dos semifinales de la Champions de la temporada pasada,
vencieron los equipos que tenían la “desventaja” de jugar el segundo partido como visitantes; igual que este año en las dos semifinales de la Copa del Rey; o también
el año anterior, cuando el Madrid de baloncesto, por primera vez en mucho
tiempo, venció al Barcelona en la final de la Copa ¡jugando en Barcelona! ¿Y
quién no se acuerda de la victoria del Deportivo en el Bernabeu en la final de
Copa de 2003? No son hechos aislados. Podemos encontrar otros muchos ejemplos,
cada vez más frecuentes, indicando que la ventaja del factor campo, aún siendo
cierta en muchos casos, como “verdad absoluta” no puede sostenerse.
¿Por qué puede ser una ventaja jugar en casa? Existen varias posibles razones que aislada o
conjuntamente podrían explicarlo. Entre ellas, que el equipo local está
familiarizado con su campo, las condiciones climatológicas y otros factores
ambientales. Los inconvenientes de de los viajes. Y ¿cómo no?, los arbitrajes,
tradicionalmente de tendencia casera. En alguna medida, estas circunstancias
continúan vigentes en competiciones secundarias, pero no tanto en las
principales. En éstas, las condiciones de los campos de juego se han
homogeneizado, los deportistas viajan cómodamente y los árbitros, más
profesionales, están mejor preparados para ser ecuánimes. Lo que sigue pesando más
es el apoyo del público que anima a los suyos y recrimina a los contrarios, y
por supuesto, la propia creencia, muy enraizada, de que jugar en casa es una
ventaja y fuera un hándicap. Es algo psicológico: una cultura heredada que
influye en la mentalidad y las emociones de entrenadores, jugadores y
aficionados. “Ganar siempre en casa y arañar puntos fuera” "Conseguir un buen resultado fuera y resolver la eliminatoria en casa"
En algunos partidos, la creencia en la ventaja de jugar en
casa y el apoyo del público, producen un efecto motivador que beneficia el rendimiento
del equipo local. Y paralelamente, sucede lo opuesto con el visitante, que
partiendo de la creencia de una desventaja, se amilana ante una audiencia
contraria y su rendimiento baja: incluso abandona la lucha con cierta facilidad
cuando se ve superado, algo que no haría en su casa. En algunos estudios se ha
observado que el menor rendimiento del equipo visitante explica mejor los
efectos más habituales del factor campo que el mayor rendimiento del equipo
local. ¿Salen derrotados? No. Pero si las cosas se ponen feas su esfuerzo físico
y mental no son los mismos que jugando ante su público. Evidentemente, hay
casos y casos; pero es una tendencia que se observa con cierta frecuencia.
Por otro lado, cuando se trata de un partido aparentemente
fácil para los locales, jugar en casa puede provocar un exceso de confianza y
de relajación que, probablemente, no se produciría en campo ajeno. Es como si
se pensase que jugando como local contra un rival inferior, se ganará seguro. Partiendo de esta creencia, muchas
veces no consciente pero que está ahí, se asume que con un mínimo esfuerzo el
guión se cumplirá. Y en ocasiones así ocurre debido a la superioridad del local
o el acobardamiento del visitante; pero cuando éste, sin nada que perder, da la
cara, las cosas se pueden complicar. Son los llamados “partidos trampa”. Se
comienza bastante relajado, y después, cuando los hechos no responden al guión,
aparece un exceso de ansiedad que provoca precipitación o agarrotamiento. ¿Cómo
vamos a fallar? ¡No podemos!
¿Y qué sucede en los partidos de mayor trascendencia? ¿Esos
que no permiten rectificar? Es en éstos donde se encuentran más ejemplos en los
que el factor campo, más que ayudar, puede volverse en contra por un exceso de
deseo, responsabilidad y presión. ¡No podemos fallar! Los medios de
comunicación y la euforia del público exacerban la expectativa tan arraigada de que jugando
en casa hay que ganar, y la motivación inicial deriva en una activación excesiva que perjudica el
rendimiento: la precipitación, el exceso de agresividad, el riesgo suicida, querer resolverlo pronto o de manera individual, y los errores en
la precisión, son algunos de los principales síntomas. Frente a eso, la paciencia,
el autocontrol, las decisiones más acertadas y una mayor precisión de un equipo
visitante que, al ser un partido clave, no sale amedrentado y actúa sin tanta
presión; incluso en muchos casos, el entorno hostil les une más que nunca, y
esa cohesión especial también suma.
Es interesante observar cómo en este tipo de partidos clave,
en bastantes ocasiones, el estrés (la presión) acapara al equipo de
casa y la motivación al de fuera. Para el primero se trata de una obligación
que debe cumplir sí o sí; para el segundo, un reto estimulante en el que tiene
mucho que ganar. Cuando escribo esto me entero de que el Caja Laboral, segundo
en la liga de baloncesto, ha ganado hoy como visitante al Barcelona, que está
detrás. Hace tres semanas jugaron en Vitoria en la semifinal de la Copa del
Rey. Los locales, con mejor trayectoria esta temporada, estaban en su campo. Un
partido de enorme trascendencia ante un público entregado que esperaba un resultado
satisfactorio y no dejó de animar. Entonces, perdieron. Su rendimiento en la
segunda parte fue muy deficiente. ¿Efecto de un exceso de deseo,
responsabilidad y presión? Muy probablemente. ¡No podemos fallar!
El máximo rendimiento en cualquier área (laboral, personal,
social) es más probable cuando las personas nos encontramos en nuestro nivel de
activación óptimo: ni menos ni más activados de lo que necesitamos para, en
función de la tarea a realizar, conseguir el mejor funcionamiento físico y
mental. A algunos deportistas, ya sea por un exceso de motivación o de estrés,
jugar en casa les provoca una sobreactivación que al estar por encima de su
nivel óptimo, perjudica su rendimiento. También ocurre a nivel colectivo, sobre
todo en los partidos de mayor trascendencia. Y lo mismo puede suceder en otros
contextos: no por el hecho específico de jugar en casa, claro, pero sí por partir de
creencias arraigadas que, como la ventaja del factor campo, influyen en las
expectativas previas y generan un exceso de estrés. ¡No podemos fallar! Pensemos,
por ejemplo, en el varón que, con todo a favor, sí o sí tiene que rendir en la
cama; o en el abogado que en un juicio con viento favorable, asume que no tiene
más remedio que ganar.
Todo esto, nos lleva a la importancia de identificar y en lo
posible contrarrestar las creencias rígidas arraigadas que determinan nuestras
expectativas, afectan nuestras emociones e interfieren en nuestro rendimiento.
Muchas veces, no es fácil; pero supone un paso trascendente para prevenir o
paliar situaciones como las señaladas. De nuevo, lo psicológico tienen un peso
relevante. ¿Lo ignoramos y dejamos que el azar siga a los mandos? ¿O lo
afrontamos con el debido rigor y, en la medida posible, lo controlamos?
Chema Buceta
3-3-2013
twitter: @chemabuceta
Facebook: José María Buceta
En la Copa del Rey de Baloncesto, solo dos equipos, CAI Zaragoza en el 83 y Tau Vitoria en el 2002, han salido triunfadores de las respectivas ediciones disputadas en sus ciudades. El resto, pocas veces, incluso han llegado a las finales.
ResponderEliminarOtro dato más. Muchas gracias.
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