El respeto, admiración y apoyo a los jugadores y técnicos de la selección
española de fútbol que tantas alegrías nos ha dado, algo que comparto, no es
incompatible con la crítica constructiva, y por eso en estos días, son muchos
los que buscan explicaciones a lo sucedido en el Mundial. Xabi Alonso declaró
que había faltado “hambre”, y al parecer, eso disgustó a sus compañeros, por lo
que se vio obligado a matizar que no se refería a una ausencia de motivación, que
es lo que se había interpretado, sino a falta de intensidad (¿Debida a qué?). El
propio seleccionador que antes del campeonato intuyó, y apuntó, que “faltaba
hambre”, intenta ahora, y hace bien, que el fuego no se extienda. Seguimos en
el torneo, y con o sin hambre, no está el horno para bollos. Nos suele sentar mal
que nos digan que no estamos motivados cuando se supone que deberíamos estarlo;
y más aún, cuando encima percibimos que sí lo estamos. La cuestión es cuánto.
No creo que ni Alonso ni Del Bosque hayan querido decir que el equipo no estaba
motivado, pero sí, quizá, que no lo estaba lo suficiente; que faltaba algo. En
el deporte de alta competición las pequeñas diferencias pueden ser muy
trascendentes. No se le niega al equipo una motivación alta, pero quizá sí la
ausencia de ese plus de motivación, pequeño pero decisivo, que en ocasiones
marca la diferencia; y sobre todo, en la adversidad. Acudimos a un excelente restaurante y tenemos hambre, incluso
muchas hambre, pero quizá no tanta como para comer los platos que no nos gustan.
Mientras el menú nos satisface o es llevadero, perfecto; pero si no es así…
Seguramente, las declaraciones de Xabi Alonso han sido
inoportunas por haberse producido cuando aún queda un partido y, al referirse a
un tema delicado, pueden afectar a la cohesión del grupo, pero eso no quiere
decir que su percepción sea necesariamente errónea. Indicios razonables sugieren
que en el restaurante de Sudáfrica se tenía más hambre. Y no hay que tomárselo
a mal, ni sentirse atacado por ello. Muchas veces, no es cuestión de voluntad,
sino de habilidad; y esta no se suele trabajar con la especificidad necesaria.
Por tanto, uno puede empeñarse en tener hambre y, a pesar de eso, no tener
tanta como el guión indica. Más aún en un equipo, donde siendo cierto que las
circunstancias de cada jugador son diferentes (veteranos que se retiran,
jóvenes que debutan, campeones de todo, aspirantes a serlo…), existe una
tendencia colectiva que, en mayor o menor medida, suele contagiar a todos. En
Sudáfrica íbamos a comernos lo que fuera; hasta los platos que provocaban
arcadas; y eso nos dio la energía para sufrir, sobreesforzarnos y superar las
situaciones adversas. A Brasil también hemos ido con ganas, ¡cómo no, siendo el
Mundial un restaurante tan exclusivo! Y mientras el menú fue de nuestro agrado (primer
tiempo contra Holanda) las cosas funcionaron. Pero la situación cambió cuando
llegó a la mesa el plato que no nos gustaba: de un posible 2-0 a un 1-1 y
enseguida un 1-2 que obligaba a un costoso sobreesfuerzo. Fatídica adversidad que como explicó el
seleccionador, marcó nuestro fracaso. Hasta aquí, el equipo jugó a un buen
nivel y superó a Holanda (que es el subcampeón del mundo). A partir de entonces,
quedó tocado y llegó la debacle del 1-5. Después, jugamos contra Chile sin
habernos recuperado del palo.
¿Faltó un plus de motivación en ese momento tan crítico? ¿Un
poco más de hambre para remangarnos y comernos ese marrón? Quizá pensábamos, de
manera inconsciente, que en este excepcional restaurante, siendo quienes somos,
los campeones del mundo, sólo nos darían manjares exquisitos, y no estábamos
preparados para comer la basura de los goles en contra. Había hambre, pero no
tanta; y encima, ese menú que nos revolvió las tripas no se esperaba. En los
dos artículos anteriores, señalé la importancia de anticipar las posibles
dificultades y prepararse para afrontarlas. La sensación que se dio es que no
estábamos preparados para ese contratiempo, y el hundimiento tan
desproporcionado demostró una gran fragilidad que sólo se explica si en parte venía de
antes. Faltaba algo. Quizá, ese extra de motivación que, haciéndote insaciable,
te da una energía especial para comerte el mundo aunque estés muerto. Quizá, fortaleza
física y mental para responder y sobreponernos. Muy probable: las dos cosas. No
se puede descartar que las lesiones y el cansancio físico y psicológico
acumulados a lo largo de una dura temporada, con muy poco tiempo de recuperación,
hayan tenido su peso; aunque viendo la energía de Benzemá, Neymar, Alexis o
Godín con sus respectivas selecciones, la duda es razonable. ¿En qué clubs
juegan estos? Parece evidente que, además del cansancio, algo ha habido en
nuestra selección que ha influido en esa falta de frescura, chispa, intensidad,
alegría… que hemos mostrado en el campo. Además de insuficiente hambre, ¿falta
de autoconfianza? Es lógico que esta se debilitara al sentirse los jugadores
sin fuerzas para remar contra corriente. Pasó tras el 1-2 con Holanda; y por
supuesto, frente a Chile. Seguro que ese segundo día las ganas de sacarse la
espina no faltaban, pero el equipo no pudo recuperarse de la paliza, y desde el
primer momento se mostró espeso e inseguro, con esa ansiedad que te paraliza y
te hace impreciso. Los goles en contra fueron la puntilla. ¡Hundidos!
¿Seguirá Del Bosque? Es un gran entrenador, no descubro
nada; y en Brasil está dando una lección de liderazgo en la adversidad, cuando
el barco está hundido y el capitán debe aguantar el tipo con la mayor dignidad.
La procesión va por dentro, y él, aunque dolido, se muestra tranquilo, sin señalar
a nadie, dando la cara. No se queja de nada, apoya a los suyos y asume su
responsabilidad con la honestidad y caballerosidad que le caracterizan. Su papel
fue muy difícil tras el partido contra Holanda. Actuó con moderación y
sensatez, confiando en sus jugadores. Algunos piensan que un entrenador es
todopoderoso, pero en muchos casos su capacidad de influencia es muy limitada.
Un varapalo como este deja muy tocado a un equipo que no está acostumbrado a
perder, y por muy bueno que sea el médico, la gravedad de la enfermedad puede más
que él. ¿Podía haber hecho algo más, estar más acertado en sus decisiones
previas y durante el campeonato? No lo sé. Siempre se puede mejorar lo que uno
hace, y estoy seguro de que él será el primero en analizarlo. ¿Seguirá? Nadie
mejor que Del Bosque para liderar una nueva etapa con prudencia y acierto, pero
supongo que su decisión de continuar va a depender del "hambre" que tenga. ¡Otra
vez el hambre! Si encuentra retos que le estimulen de verdad, que le motiven lo
suficiente, y se ve con fuerzas para acometerlos, seguirá. Si no es así,
renunciará. Lo ha ganado todo, y es una persona honesta. No se embarcará de
nuevo si no está seguro de poder llevar el barco al mejor puerto. Sabe mejor
que nadie que para continuar necesita, en primer lugar, recuperarse del palo de
Brasil; y después, tener ese plus de motivación y autoconfianza que marca la
diferencia entre simplemente cumplir y rendir con la excelencia que exige la
alta responsabilidad de dirigir a la selección española. Hambre y convicción. ¡Ojalá
las tenga, y siga!
Chema Buceta
21-6-2014
twitter: @chemabuceta
Es la diferencia entre hambre y apetito. Tenían apetito, pero no hambre.
ResponderEliminarMuy buen matiz, Ángel. Es posible que algo de eso haya sucedido. Saludos.
Eliminarcomo siempre perfecto Chema
ResponderEliminarMuchas gracias. Saludos.
ResponderEliminarTodavía queda mucho y muy bueno en ese equipo...y lo que viene detrás. ¿Pedirá Del Bosque (si sigue) a la Federación un Psicólogo Deportivo para su Staff técnico? ¡¡Gran Artículo!! Muchas gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. A ver si se decide a tener un psicólogo deportivo!
ResponderEliminar