Llegan las medallas para España (de momento, menos de las
previstas) gracias a Mireia Belomonte (2) Maialen Chorrout, Lydia Valentín y la
pareja Rafa Nadal/Marc López que han sido capaces de responder a su condición
de favoritos sin permitir que la “obligación” les pudiera. La presión estaba ahí, pero controlando su
motivación y sus emociones han podido evitar sus devastadores efectos. Otros no
lo han logrado, y su rendimiento ha sido peor de lo esperado. Ayer, en la
primera jornada del atletismo, tuvimos varios ejemplos, destacando el de Miguel
Ángel López, campeón del mundo en los 20 kilómetros marcha y máximo aspirante
al oro, que finalizó undécimo y en ningún momento de la carrera estuvo cerca de
las medallas. “No sé qué ha pasado… iba muy forzado…hoy no era yo…”. Antes de
la carrera había dicho que la condición de favorito más que presionarle le
motivaba. Quizá no pudo controlar esa “motivación” y la sobreactivación lo
agarrotó. Otro gran campeón devorado por la grandeza de los Juegos; y van…
Los Juegos encumbran a quienes son capaces de rendir en un
entorno especialmente motivante y estresante, sobre todo si son favoritos, como
es el caso de los españoles mencionados, los nadadores Phelps y Ledecky y los
gimnastas Uchimura y Biles, entre otros. El japonés Kohei Uchimura y la
estadounidense Simone Biles han dominado las competiciones mundiales de
gimnasia artística en los últimos años, y aquí, consiguiendo el oro en el
concurso general, han respondido satisfactoriamente a las altísimas
expectativas que había. Gracias a ellos y sus admirables adversarios, también a
muy alto nivel, hemos podido disfrutar de la belleza incomparable de la gimnasia
y recordar algunas lecciones que proporciona este espectacular deporte.
Una de ellas es la búsqueda de la excelencia. El que se
conforma, no avanza. No basta con hacerlo simplemente bien; cada uno a su
nivel, hay que superarse siempre. Si crees que porque eres el campeón del mundo
ya no tienes que mejorar más, estás “muerto”.
¡Y qué decir de los que están detrás! Otras son la disciplina y la constancia en el esfuerzo. Es
evidente que solo siendo muy disciplinados y muy constantes se puede conseguir
esa perfección. Horas y más horas, meses y meses, años de trabajo duro superando
la pereza y otras adversidades, hasta dominar cada movimiento en los distintos
aparatos y ser capaces de hilvanar ejercicios tan precisos y con tanto riesgo.
Proyectos a largo plazo que exigen una elevada motivación e inversión personal
durante el trayecto. No valen las medias tintas ni las excusas. O se implica
uno de verdad o no hay manera.
La tercera, la que más admiro, es la tolerancia a la
frustración. El gimnasta desarrolla la habilidad de aceptar los errores, no
dejarse avasallar por ellos y levantarse rápido. Primero en los entrenamientos,
hasta conseguir objetivos de tan alta dificultad. Después, en las
competiciones. Tras haber preparado un gran ejercicio, un pequeño error les
hace caer de la viga de equilibrio o la barra fija, y aun sabiendo que eso
suele suponer no alcanzar el resultado deseado, se reincorporan con celeridad,
sin un mal gesto, y continúan el ejercicio como si nada. ¡Verdaderamente
fascinante! Parece evidente que la procesión irá por dentro, pero en general no
permiten que eso les afecte; se vuelven a subir al aparato y no tiran la
toalla. ¡Qué capacidad de autocontrol emocional! Para quitarse el sombrero.
Después, cuando la competición termina, los adversarios se
abrazan. Son capaces de ponerse en el lugar del otro y manifestarse recíprocamente
admiración y respeto. Imágenes bellas que muestran la compatibilidad de la
competitividad y las buenas maneras, del darlo todo para ganar con la
deportividad. Por suerte, en los Juegos lo vemos en muchos deportes. Sin ir más
lejos, hay que aplaudir el comportamiento ejemplar del boxeador español Samuel
Carmona. Salió al ring con una sonrisa, transmitiendo energía positiva a
cuantos le observaban, y saludó a su adversario como si fuera un compañero.
Después, exhibió la agresividad que su deporte exige, dio y encajó golpes,
luchó hasta el límite para ganar. Finalmente, tras un excelente combate de
ambos, fue derrotado, y su primera acción, recuperando esa sonrisa con la que
había entrado, fue levantar en brazos a su rival para homenajearlo.
Sé que a muchos no les gusta el boxeo, pero como otros
deportes de combate, al menos a nivel olímpico, suele ofrecer grandes ejemplos
de nobleza y deportividad. La cara contraria pudimos verla en el partido de
waterpolo femenino entre España y Hungría, con jugadoras de los dos equipos
sacándole el puño con agresividad a la portera contraria cuando le marcaban
gol, gesto soez y de lo más antideportivo que al menos en una ocasión, hecho
por las españolas, fue aplaudido por los comentaristas de televisión (!!!).
Muchos deportistas no olímpicos, sobre todo los mas jóvenes,
y asimismo sus entrenadores que en muchos casos también son jóvenes, se fijan
en los comportamientos de los que están arriba, y por eso los Juegos Olímpicos
y otras grandes citas deben servir para transmitir buenos ejemplos de búsqueda
de la excelencia, disciplina, constancia, tolerancia a la frustración, autocontrol
emocional y deportividad que no son incompatibles con el alto rendimiento para
ganar. Ejemplos que pueden servir a cualquier persona, deportista o no, que en
cualquier ámbito de su vida pretenda avanzar.
Chema Buceta
13-8-20
Twitter: @chemabuceta
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