La jornada del martes en los Juegos de Río no ha sido afortunada para algunos deportistas españoles con expectativas muy altas. Ander Elosegui en piragüismo, aspirante a medalla, quedó octavo tras haber firmado el segundo mejor tiempo en las semifinales, la selección masculina de baloncesto volvió a perder contra todo pronóstico, la de waterpolo femenino, subcampeona en Londres, también cayó derrotada, y en tenis quedaron eliminados Carla Suárez, David Ferrer y Garbiñe Muguruza, los dos últimos claros favoritos en sus respectivos partidos. Así se unen a los que en jornadas anteriores siguieron el mismo camino, entre ellos dos campeones del mundo. Que los medios de comunicación y el interés de los patrocinadores vendan la piel del oso antes de que los deportistas lo cacen, genera una presión añadida que probablemente, en algunos casos como estos, está haciendo bastante mella.
De todos estos deportistas, lo que menos me sorprende es la
contundente derrota de Garbiñe Muguruza
(1-6, 1-6) frente a Mónica Puig,
34 del ranking. Finalista en
Wimbledon en 2015, ganadora de Roland Garros hace algo más de dos meses y en los primeros
lugares del ranking mundial, Muguruza acompaña sus indiscutibles éxitos con
grandes fracasos cuando más se espera de ella. Tal y como ha sucedido aquí, sus
eliminaciones a cargo de jugadoras mucho peor clasificadas que ella son bastante
frecuentes, y suelen coincidir con momentos en los que se la ensalza en exceso y
se da por hecho que conseguirá algo importante. Si el viento sopla a favor, puede
ganar a cualquiera; pero si el partido se pone mal, es incapaz de reaccionar.
Tampoco parece beneficiarle que se intente situarla al nivel
de Nadal. Este ha tenido una continuidad en el éxito de los más grandes de la
que Garbiñe, de momento, está a años luz. Resulta obvio el interés de sus
patrocinadores y los medios de comunicación en que una chica de buena presencia
que juega muy bien al tenis sea una estrella mediática, pero vender la piel del
oso cuando ella no parece preparada mentalmente para asumir la exigente carga
de los grandes campeones, puede arruinar una prometedora carrera.
La continuidad en el éxito requiere desarrollar una gran
fortaleza mental para ser capaz de afrontar retos de alta dificultad en un
entorno estresante. En el deporte y otros ámbitos, es importante no conformarse
y tener la ambición de conseguir más, de llegar aún más lejos, de enfrentarse a
nuevos desafíos que sean realistas como si fueran el primero; y a partir de
ahí, prepararse con humildad, dedicación y calidad para superar los propios
límites y ampliar las posibilidades de rendimiento.
Al mismo tiempo, resulta clave centrarse en lo que depende
de uno y no dejarse influir por el halago y las expectativas de los demás, evitando sentirse obligado a cazar el oso que otros hayan vendido. Tampoco hay que distraerse
con los asuntos extradeportivos más allá de lo razonable, teniendo claro que la
prioridad es el deporte y no lo que lo acompaña, pues incluso en los casos en
los que esto último suponga más ingresos, el deportista no debe olvidar que
estos se difuminarán en cuanto los resultados deportivos dejen de ser buenos.
Asimismo, el verdadero campeón debe aprender a remar contra
corriente, con el viento en contra; es decir, a luchar y superarse cuando las cosas no
salen como se había previsto y uno no se siente cómodo. También, a levantarse
cuando fracasa, ya que el fracaso es parte del juego y debe aprovecharse
constructivamente para seguir creciendo. Es en la adversidad dónde hay que
demostrar la fortaleza mental de un campeón, y es ahí, precisamente, dónde
muchos vencedores ocasionales naufragan. También lo vemos en otros ámbitos.
¿Somos capaces de remar con el viento en contra, o tiramos fácilmente la
toalla?
Chema Buceta
10-7-2016
Twitter: @chemabuceta
Magnifico documento, yo también pienso como tu.
ResponderEliminarMuchas gracias, María del Mar. Saludos.
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