(Reanudo el blog con este artículo sobre baloncesto y asuntos relacionados).
Se preguntaba Pedro Martínez, entrenador del Gran Canaria y uno de los mejores técnicos de España, si tras lo
visto en los Juegos Olímpicos debemos poner en cuarentena la creencia de que
los campeonatos se ganan en defensa. Está claro que la defensa no ha sido el
punto fuerte de los campeones (hombres y mujeres) en Londres, como tampoco lo
es, habitualmente, en la NBA o la WNBA. La apabullante superioridad de los
Estado Unidos en ataque ha hecho innecesario un esfuerzo defensivo intenso y continuado:
bastaba con defender al 50% o 60%, y en algún momento apretar un poco más, para
mantener al equipo contrario en un marcador lejano, salvo que éste, como
sucedió en la final, tuviera un día excepcional en el porcentaje de acierto (y
aún así no defendieron mejor, sino que continuaron confiando en su capacidad
anotadora). En el caso de las chicas ha sido aún más claro. Y ocurrió igual en
el pasado mundial de 2010, donde les fue suficiente defender lo justo. ¿Es ésta la
situación de los demás equipos del planeta? ¿Se pueden permitir una defensa a
medio gas?
Curiosamente, es del baloncesto universitario de los Estados
Unidos, de enorme influencia en los años setenta y ochenta en los entrenadores
de gran parte de Europa, del que llega la idea de que defender es la clave del
éxito. Los grandes entrenadores americanos del momento nos enseñaron eso, y
nosotros lo aplicamos. El gran avance del baloncesto español a nivel de selecciones
y clubes, se debe en gran parte a la defensa. Nos convertimos en uno de los
países donde mejor se defiende. Nuestros entrenadores insisten en la faceta defensiva desde el primer
entrenamiento, y nuestros jugadores lo asimilan desde pequeños. Algunos triunfan
gracias a que son grandes defensores, y nuestros equipos ganan partidos y
campeonatos defendiendo mejor que los contrarios, atrapándolos con nuestra extraordinaria defensa.¿Debemos cambiar eso?
En la actualidad, no nos fijamos como antaño en el ejemplo
de los equipos universitarios norteamericanos, pero en general su filosofía
sigue siendo esa: defense, defense and
defense! con un énfasis notable, además, en el tiro de tres puntos y, por
supuesto, como siempre, en el rebote. Y es allí, en esas universidades, donde, salvo algunos casos, se sigue desarrollando el talento de la
mayoría de los grandes jugadores que llegan a la NBA y la WNBA o juegan en las
ligas profesionales de todo el mundo. Mientras están en College defienden como jabatos; pero muchos de ellos, una vez
superada esa etapa, cambian el chip y
abandonan el esfuerzo defensivo que obsesionaba a sus entrenadores. ¿Por qué?
Existen varias explicaciones. Una de ellas es que la mayoría
de los que juegan en otros países son jugadores a los que se exige meter muchos
puntos, y eso hace que se dosifiquen en defensa para poder jugar más tiempo y con
menos desgaste, teniendo así más posibilidades de anotar. Otras veces son ellos
mismos quienes, sin que se lo pidan, buscan eso mismo para enriquecer sus
estadísticas personales con los números que más se valoran en el mercado de los
fichajes (puntos, rebotes y asistencias). Sus propios agentes lo estimulan, conocedores
de lo que se tiene más en cuenta para colocarlos. En defensa sólo se valoran, y
menos, las recuperaciones de balón, los tapones y los rebotes defensivos, y eso
hace que algunos jugadores también se centren en eso, pero ¿dónde están las estadísticas
de otras acciones defensivas: penetraciones detenidas, bloqueos superados,
anticipaciones en los cortes, ayudas, rotaciones, bloqueos de rebote…? ¿En que
medida se valorarían si las hubiera?
En la NBA y la WNBA es evidente que el valor del espectáculo
predomina sobre el del propio deporte, y de ahí que se fomente el juego de
ataque sobre las defensas y que los jugadores aprendan pronto que es más
importante meter puntos que evitar los del contrario. Yo lamento que sea así, Admiro
la belleza de una buena defensa y disfruto de la emoción intensa que provoca, incomparablemente superiores a las de los puntos con oposición exigua que suben al marcador
con rutinaria monotonía. Pero la realidad es esa, y por supuesto respeto que otros no sientan lo
mismo.
Esta forma de jugar es especialmente nociva en el caso de las
chicas, ya que muchas de ellas compaginan la WNBA en verano, con las
competiciones en otros países en invierno. Sin ir más lejos, hace dos días
presencié un partido en Los Ángeles, y comprobé, una vez más, lo que lamentablemente
ya sabía: defensas al 60% ausentes de segundos y terceros esfuerzos, muy pocas
ayudas y, en general, una intensidad intermitente que permitía jugar con
comodidad a las atacantes contrarias. En el último cuarto, el equipo que iba
perdiendo apretó un poco más y eso le ayudó a acercarse, pero fue insuficiente.
Al final, todos parecían contentos: la jornada laboral había terminado. Hasta mañana. En un
par de meses, la mayoría de estas jugadoras estarán en equipos europeos ¿cómo
jugarán?
La tendencia a defender más o menos al 60% con esfuerzos
intermitentes, se puede observar con cierta frecuencia en la Euroliga femenina,
la competición más importante de Europa, y por supuesto en las competiciones locales.
Las jugadoras estrella que vienen de la WNBA marcan dicha tendencia y sus
equipos, en gran parte, la siguen. El resultado en algunos casos no puede ser
peor. Que se lo pregunten al Ekaterimburgo ruso, que año tras año fracasa a
pesar de su desorbitado presupuesto; o a los turcos del Fenerbache y el
Galatasaray, repletos de “funcionarias” con mucho cartel, excelentemente
remuneradas; o al desaparecido Ros Casares de Valencia cuando ¿incomprensiblemente?
perdió la Copa de la Reina con su poderoso ejército de grandes estrellas. Y al
revés, ¿cómo se explica el gran éxito del Rivas Ecópolis siendo subcampeón de
Europa frente a auténticos “gigantes”? La defensa es la respuesta.
Esta realidad debería hacer pensar a directivos y técnicos
que necesitan jugadores capaces de adaptarse a un baloncesto en el que la
defensa inteligente e intensa, sin intermitencias, juega un papel
fundamental. Y por supuesto, es clave
que los entrenadores prediquen la defensa en su parlamento y entrenamientos diarios, que tengan una buena comunicación con sus jugadores estrella y
sepan negociar con ellos para involucrarlos en el esfuerzo defensivo colectivo
que el equipo necesita para ganar. La gran mayoría de los jugadores
norteamericanos saben defender y lo han hecho antes. Pero hay que motivarlos
y convencerlos para que lo hagan ahora. Evidentemente, habrá que pedirles el
esfuerzo que sea razonable en función de sus condiciones y rol en el equipo; pero no se debe eludir esta exigencia mirando para otro lado con tal de tenerlos
contentos. Si los americanos defienden, los demás defienden más aún y las posibilidades
de ganar aumentan (y el verdadero espectáculo del baloncesto, también mejora) ¿Defensa?
¡Sí, por favor!
Chema Buceta
23-8-2012
twitter: @chemabuceta
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