A muchas personas, a mi también, les están sorprendiendo las
caras, sonrisas y comentarios de felicidad, nada más terminar sus pruebas, de
muchos atletas españoles que quedan eliminados a las primeras de cambio o
rinden por debajo de lo esperado. Comentarios como “Estoy bastante satisfecho”
o “me he divertido mucho” contrastan con la decepción que se espera de alguien
que no consigue un buen resultado; sobre todo en unos Juegos Olímpicos, donde
se representa a un país que sigue a los deportistas con entusiasmo, y se supone
que se compite para ganar o clasificarse entre los mejores.
No entro a valorar si se justifica una representación de
atletas tan numerosa y con tan pocas posibilidades de alcanzar un resultado
decoroso; aunque es lógico que haya despertado tantas críticas, porque resulta
muy decepcionante para el espectador que nuestros atletas, día tras día, caigan
eliminados como moscas; y si bien se puede entender mejor que algunos jóvenes sin
posibilidades compitan para adquirir experiencia, se comprende peor que participen
veteranos sin futuro a modo de premio.
En cualquier caso, se trata de los Juegos Olímpicos, no de
un evento cualquiera, y se espera que los que participan no vayan simplemente a
mejorar su marca del año, sino a luchar por una clasificación digna; por lo que
en caso de no conseguirlo, es entendible que se perciba como una irresponsabilidad
el salir de la pista tan contento. Porque no hay que confundir el ser positivo
y asimilar las derrotas con deportividad y un espíritu constructivo, con dar la
sensación de que pasas, vas a lo tuyo y te importa un pimiento estar eliminado.
Seguramente a la mayoría de los atletas no les sucede esto, pero esa es la
impresión que más de uno está dando.
Incluso cuando se ha batido la mejor marca personal, que es
lo mínimo que se debería exigir en unos Juegos Olímpicos, los atletas deberían comprender
y respetar el sentimiento de los espectadores que les apoyan, sobre todo cuando
participan en una competición de gran repercusión social y, en gran parte,
están viviendo del dinero público. Obviamente, no se trata de que salgan
llorando, pero sus declaraciones deberían mostrar un mayor respeto. Comentar
algo así como “he hecho lo que he podido, y siento mucho no haber podido hacer
más; espero aprender la lección de cara al futuro”, sin reírse ni decir “me he
divertido mucho” o “estoy muy satisfecho con mi actuación” es una declaración
digna y respetuosa en sintonía con la decepción del espectador; y éste, en
muchos casos, sin duda lo agradecería.
Chema Buceta
10-8-2012
twitter: @chemabuceta
Hoy ha participado en los 50 kms marcha García Bragado, en sus sextos Juegos Olímpicos, con casi 43 años. Quinto en Atenas y cuarto en Pekín hoy ha quedado en el puesto 20. ¡Impresionante! Otro habría declarado estar muy satisfecho, pero él comenta que no está contento. Unas declaraciones serias, respetuosas, dignas, como corresponde a un auténtico campeón. Gracias.
ResponderEliminarEn nuestra casa somos consumidores empedernidos de deporte y hoy hemos tenido este mismo debate. Por mayoría absoluta gana la actitud de deportistas como el judoka Sugoi Uriarte que tras quedar cuarto explota de rabia por perder su medalla de bronce o, sin ir más lejos, las caras de desolación de los Gasol y compañía al perder el oro olímpico. Esa es la actitud de un verdadero competidor, aceptando la derrota pero no resignándose ante ella.
EliminarTotalmente de acuerdo, Javier. Porque además, ese dolor por haber perdido activa el deseo de "sacarse la espina" y pone al deportista en marcha para superarse a sí mismo. Muchos ejemplos de perseverancia que han conducido al éxito, parten de experiencias dolorosas. El autoengaño no es bueno.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.