Hoy hemos asistido a un partido de baloncesto de los que
dejan huella: la final de los Juegos Olímpicos entre Estados Unidos y España.
El primero, incuestionable favorito del torneo, con grandes estrellas de la NBA
y una aplastante superioridad en casi todos sus encuentros anteriores, se
enfrentaba a un equipo español que había llegado a este partido pasando muchas
dificultades. A pocos les habría sorprendido una victoria de los americanos por
quince o veinte puntos, e incluso más; y que España, aliviada tras el sufrimiento
de los partidos previos y el indiscutible mérito de la plata, se hubiera
“conformado” con cumplir el trámite decorosamente. Pero no fue así. La ambición
de este carismático equipo español que tantas alegrías ha dado, venció al
conformismo; y esa extraordinaria motivación por conseguir el oro, sustituyó al
estrés que otros días minimizó el rendimiento de nuestros jugadores. Los
efectos no se hicieron esperar: Desde el inicio, España jugó con energía y confianza, una buena
lectura del juego y, a diferencia de partidos anteriores, unos porcentajes de
acierto en el tiro muy altos; así, tras un encuentro extraordinario, estuvo a punto de de lograr una victoria histórica.
En cualquier actividad, la ambición es un elemento
fundamental para superar los propios límites; y al contrario, su ausencia
favorece el conformismo y el acomodamiento. Lo comenté al hablar de Federer
tras vencer en Wimbledon y hoy hemos asistido a otra impresionante lección. ¡Queremos
ganar!
Pero no es suficiente. La ambición debe ir acompañada de
una sólida autoconfianza: la firme
creencia realista de que aunque sea difícil, el objetivo se puede lograr. Este
ha sido otro de los puntos fuertes del equipo español: ha confiado en que podía
ganar, y no era una confianza a ciegas que le habr
ía perjudicado, sino basada en
experiencias previas que la avalaban, como la final de Pekín. ¡Podemos hacerlo!
El tercer elemento es que la motivación predomine sobre el
estrés: el deseo de ganar sobre el miedo a perder, el reto de la victoria sobre
la amenaza del fracaso. Hoy no hemos visto al equipo temeroso de los cuartos de
final y la semifinal, amenazado por la posibilidad de no estar en la final,
sino al que, por encima de todo, deseaba ser campeón olímpico. ¡No
tememos perder!
En estos Juegos hemos podido observar otros ejemplos
similares: como los de la selección de fútbol de México que consiguió el oro; o
las selecciones femeninas de waterpolo y balonmano de España, plata y bronce
respectivamente. Ambicionaron objetivos altos en los que creyeron y lucharon
por ellos; fortalecieron la autoconfianza con los éxitos parciales a lo largo
del torneo; y aprovecharon que jugaron sin la presión de los favoritos (como
España de baloncesto, hoy) guiados por la motivación de ganar más que por el
temor al fracaso.
Motivación elevada, autoconfianza sólida y control del
estrés: las tres llaves psicológicas del éxito.
Chema Buceta
12-8-2012
twitter: @chemabuceta
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