miércoles, 25 de diciembre de 2013

CUENTO DE NAVIDAD

                                                   ¿Lo esencial es invisible a los ojos?



Los resultados habían empeorado, y él, Germán, consejero delegado de esa empresa de productos lácteos, si bien comprendía que la crisis influía, lo achacaba en gran parte a una falta de motivación de los empleados. ¿Por qué? No lo sabía; pero sí tenía claro que era necesario reaccionar, por lo que dio vía libre al departamento de recursos humanos. Necesitaba empleados muy motivados, y no se escatimaron medios. Contrataron a un medallista olímpico que explicó como había conseguido su sueño a base de desearlo mucho, entrenar muy duro y convertirse en casi un ermitaño que había renunciado a cualquier tipo de placer terreno. Y a un explorador del Polo Sur que relató como había sobrevivido más de setenta días aislado por bloques de hielo, sin ningún contacto, y sobreponiéndose a las ganas de comerse a sus dos perros, todo gracias a la voluntad de vivir, ejercicios de yoga que había aprendido en el Tibet y el poder mental que compartía ahora en un libro de autoayuda: “Vive y deja vivir: si quieres, puedes”. Pero el efecto no fue el esperado. Se admiraban las hazañas de estos héroes, pero se percibían como algo muy lejano: historias de ficción cuyo impacto finaliza cuando la realidad regresa. Además, los empleados no parecían dispuestos a pagar precio tan alto para que la empresa ganara más dinero. Y también los había que se sentían culpables, o poca cosa, por no tener esas voluntades de hierro.

Germán no se desanimó, y buscó armas más poderosas. Una de ellas, el famoso gurú de Oklahoma City, Dream Winning, socio fundador de “Winning Dreams Associates”. Rodeado de bellas cheerleaders que no paraban de saltar y gritar, música a todo trapo y mensajes motivadores en grandes pantallas digitales, Winning aplicó uno de sus métodos más vanguardistas: el exclusivo programa de choque, PUTEO (Planning, Understanding, Thinking, Executing and Outstanding) para fortalecer la voluntad de los empleados y permitir que emergiera el ganador latente que llevaban dentro. El programa hizo honor a su nombre: ocasionó grandes frustraciones, numerosas reacciones agresivas, múltiples disputas internas que pasados varios meses seguían sin cicatrizar, varias bajas voluntarias por depresión y, aunque no se dijo abiertamente, un intento de suicidio de un repartidor de leche que se sintió una verdadera mierda.

Tampoco funcionó muy bien un maratón de cine en el que Braveheart, Rocky, Ben-Hur, Jungla de Cristal y Lo verde empieza en los Pirineos se sucedieron ininterrumpidamente durante cuarenta y ocho horas. Según el extrovertido coach Joe McMorro, certificado por la MOCO (Minnesota Optimistic Coaching Organization) y conductor de la actividad, se trataba de inundar a los participantes en un clima de emociones intensas con grandes enseñanzas para estimular su motivación. Fundamental: no podían abandonar la sala para nada. A la entrada se les repartieron bolsas de comida, botellas de leche, mantas, orinales y otros elementos básicos. No tardaron mucho en estar de morros a pesar del entusiasmo de McMorro, siempre sonriente, insistiendo en las moralejas de ese destacado elenco cinematográfico. El climax llegó cuando la tercera vez que pasaron Braveheart, en la escena en que los escoceses se dan la vuelta, levantan sus kilt y enseñan el culo a los adversarios ingleses antes de una batalla, algunos hicieron lo propio bajándose los pantalones frente a McMorro.

--- Bravooo, good initiative… it shows courage, great attitude, big balls! --- reaccionó el gurú, mostrando la importancia de ver siempre la parte llena del vaso --- This is what we need: big balls to succeed!

El admirable optimismo de McMorro, a prueba de gente bostezando, cuchicheando, durmiéndose o buscando excusas para abandonar (madres en el hospital, hijos desaparecidos, ataques de apendicitis, coches en doble fila, fiebres contagiosas y otras por el estilo), no pudo impedir que, curiosamente, se estropeara el proyector (!!!) y hubiera que suspender la actividad antes de tiempo. Quizá por eso, la motivación no mejoró en absoluto. Eso sí, algunos dejaron de ir al cine, y otros tuvieron pesadillas encadenados en las galeras romanas o recibiendo mamporros en el cuadrilátero.

Otros intentos: jornadas de supervivencia en la Sierra de Gredos, simulación de batallas con pinturas de guerra, carreras de karts, saltos en paracaídas, viajes a Euro Disney, estancias en el Castillo de la Mota, narices de payaso… ¡Nada!

Agotadas todas las iniciativas del mundo mundial, Germán estaba desesperado. Los resultados eran los peores de la última década, y la motivación se situaba bajo mínimos. Sin una solución, ya de noche, salió a dar un paseo; y observando las primeras luces de la Navidad, se le ocurrió la idea. Sin perder tiempo, regresó a la oficina, entró en Google, anotó la dirección que buscaba y escribió un email pidiendo ayuda. Pensó que lo más probable era el silencio por respuesta, pero quien no lo intenta… ¡Sorpresa! A la mañana siguiente, allí estaba… y la contestación, ¡¡¡afirmativa!!! Aunque esta vez, la actividad que el reconocido maestro le proponía no era para sus empleados, sino para él (???). No lo entendió. Pero no iba a ponerle pegas a alguien tan insigne, así que, sin rechistar, siguió las instrucciones que éste le había dado y de inmediato partió.

--- Sólo tienes que venir conmigo y fijarte muy bien en lo que yo hago --- le dijo Papá Noel tras un breve saludo.

Atenazado y a la vez honrado por tan alto privilegio, subió al trineo del gran padre de la Navidad, y en poco tiempo, pues los renos eran increíblemente rápidos, ambos estaban sentados a la entrada de unos grandes almacenes. A pesar del frío, decenas de niños esperaban turno en una interminable fila que casi rodeaba el edificio.

--- ¿Cómo te llamas? --- preguntó el viejo Noel.

--- María --- contestó la niña que se le había acercado, visiblemente emocionada.

--- María --- repitió él, recreándose en la pronunciación --- Es un nombre muy bonito, María. ¿Cuántos años tienes?

--- Siete --- respondió ella, sin levantar los ojos del suelo.

--- ¡Siete!  ¡Hohohoho! --- exclamó Papa Noel --- Ya eres una niña mayor… (la niña se mostró encantada). Dime ¿qué cosas buenas has hecho este año?

María no encontraba la respuesta. Su mirada seguía siendo baja, y su cuerpo se balanceaba. No sabía qué decir. El experto Papa Noel no se inmutó: guardó silencio, la abrazó con ternura… y ella, sintiéndose más segura, habló. Él se limitó a repetir lo que la niña decía, aunque acentuándolo mucho para darle la gran importancia que para ella tenía; cuando terminó, le dijo:

--- María, eso ha estado muy bien., pero que muy bien (la niña mostró su satisfacción). ¿Crees que lo puedes volver a hacer el año que viene?

La niña, sintiéndose reconocida, asintió con la cabeza mientras sonreía.

--- ¡Estupendo, María! --- se alegró él --- ¿Qué otra cosa buena crees que podrías hacer este próximo año?

El siguiente niño era más hablador, y Papá Noel le escuchó con mucho respeto, destacando con sus Hohohohos las cosas buenas que decía. Un tercero le pidió muchos juguetes, y el viejo sabio, tras escucharle muy atento, le preguntó:

--- ¿Qué crees que puedes hacer tú para conseguir esos regalos?

--- No sé… sólo sé que quiero esos regalos --- contestó el niño.

--- Me parece bien, Alberto --- dijo Papá Noel --- pero todos tenemos que ganarnos las cosas que deseamos ¿no te parece?  (el niño dudó, pero asintió) Por eso te preguntaba qué vas a hacer tú para merecer esos regalos.

Después llegó una niña que también le pidió muchas cosas, y Papá Noel, tras la paciente escucha activa, le comentó:

--- Si te doy a ti todos esos regalos, habrá otras niñas que se quedarán sin nada.

La pequeña se quedó pensativa. Él guardó silencio. Ella reaccionó señalando algunos regalos a los que estaba dispuesta a renunciar.

La jornada fue exhaustiva. Y también la siguiente. Y la otra. Así, durante siete interminables días en los que Papá Noel, por muy cansado que estuviera, jamás perdía la sonrisa, escuchaba con mucho respeto a cada niño que se le acercaba, valoraba las aportaciones que estos hacían, destacaba sus acciones buenas, y sin intimidarlos, hacía preguntas oportunas que les ayudaban a reflexionar. Lo que hacía no era exótico ni espectacular. Sin la parafernalia de Dream Winning, Joe McMorro y otros encantadores de serpientes, para el espectador no avezado se trataba de algo monótono y aburrido. Así fue para Germán. Niñerías. Estúpidas conversaciones que le hacían perder el tiempo. Sorprendentemente, poco a poco se dio cuenta de que había mucho más que eso. Algo en principio invisible, pero que constituía la auténtica esencia. Y llegó a comprobar que la motivación de los niños cuando se marchaban, más que por los regalos en sí mismos, que también, respondía a cómo habían sido tratados por Papá Noel. ¡Un crack! concluyó.

Sonó el móvil. Una, dos, varias veces. Por fin lo oyó, lo buscó y lo pulsó para contestar: no llegó a tiempo. Seguía medio dormido, pero enseguida se dio cuenta de que había pasado la noche en la oficina. Comenzaba a clarear, y pronto llegarían todos. Comprobó el calendario: 23 de diciembre: último día laboral antes de las vacaciones. El ordenador estaba encendido. El email, abierto. Pero sin mensajes pendientes. Entró en "enviados" y tampoco encontró el que había mandado a Papá Noel (???). Aprovechó la camisa y la muda que siempre tenía limpias como emergencia, y se aseó antes de que los demás arribaran. Después, asombrando a todos, dedicó el día a hablar con cada uno de ellos. De algunos ni siquiera conocía el nombre, pero se esforzó por aprenderlo. Se interesó por sus familias, sus planes… preguntó por las que creían que habían sido sus fortalezas en ese año, y pidió sugerencias para el siguiente. Escuchó con atención y respeto como nunca antes; y con la mente abierta, pudo recoger ideas bastante interesantes. Con sinceridad, les dio las gracias. ¡Una jornada agotadora!

Pasadas las siete, muy satisfecho, abandonó la oficina con una energía especial que habiñoos resultados eran los peores sinceridad, laba en sencias para el año siguiente...s de cada niñoos resultados eran los peoresía olvidado. Sentía que confiaba en su gente y estaba motivado. Sabía que no era suficiente, que habría que poner en marcha planes estratégicos eficaces, pero había dado un gran paso para que estos funcionaran. La llave que necesitaba. En su recorrido, vio a un Papá Noel sentado a la puerta de unos grandes almacenes. Se acercó, y permaneció allí observándolo. Cuando se fue el niño al que estaba atendiendo, el tripudo hombre vestido de rojo y larga barba blanca, se giró hacia él y le guiñó un ojo.

Lo esencial es invisible a los ojos (El Principito). Pero sólo a los que no saben verlo.

¡Feliz Navidad!

Chema Buceta
25-12-2013

Twitter: @chemabuceta

www.psicologiadelcoaching.es

6 comentarios:

  1. "Después, asombrando a todos, dedicó el día a hablar con cada uno de ellos. De algunos ni siquiera conocía el nombre, pero se esforzó por aprenderlo. Se interesó por sus familias, sus planes… preguntó por las que creían que habían sido sus fortalezas en ese año, y pidió sugerencias para el siguiente. Escuchó con atención y respeto como nunca antes; y con la mente abierta, pudo recoger ideas bastante interesantes. Con sinceridad, les dio las gracias" ¡ cuantas pequeñas cosas, sencillas,asequibles y que,sin embargo,no hacemos .Ojalá tengamos así muchas jornadas agotadoras en 2014 ! Gracias por compartir, Chema.

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  2. Muy amable, Paz. Es un honor que hayas leído este relato. Muchas gracias. Feliz año!

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  3. Así de fácil al leerlo y así de difícil al intentar ponerlo en práctica de manera sistemática. Excelente relato Chema, muchas gracias por compartirlo! ¿tienes algún inconveniente en que lo utilice nombrando la fuente? Creo que puede ayudar a muchas personas que buscan formas de motivar y motivarse en las organizaciones. Feliz año!! Teresa

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  4. Muchas gracias por tu generoso comentario. Será un honor que lo utilices como creas oportuno y me alegrará que resulte útil. Feliz año nuevo!!

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  5. Aunque lo hayas relatado en forma de cuento, es todo muy real!
    Como veo que te parece bien que podamos utilizarlo, ya te adelanto que estoy pensando en unas cuantas personas a las que tu cuento les podría hacer reflexionar.
    Gracias por tu generosidad.
    Feliz 2014!!

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  6. Muchas gracias. Ya me contarás. Feliz año!

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