lunes, 25 de agosto de 2014

ÁRBITRO ESPAÑOL: ¡HIJO DE LA GRAN PUTA, MADRE QUE TE PARIÓ!

                                               Lo fácil es buscar en el árbitro un culpable externo



El título de este escrito fue portada de un periódico colombiano tras la derrota de Colombia frente a Brasil que suponía su eliminación en el pasado mundial de fútbol. Así consta en un interesante artículo publicado en elpaís.com sobre los árbitros: lo que padecen, cómo se sienten, lo que afectan las críticas a sus familias, etc. (http://elpais.com/elpais/2014/08/22/eps/1408720472_155065.html). Podía haber sucedido en otro país y respecto a otro árbitro: eso es lo de menos. Lo grave es la falta de profesionalidad y responsabilidad que conlleva. El profesional del deporte no debe dejarse dominar por sus emociones, y menos aún si es un periodista, supuesto garante de la información objetiva en lugar de azuzador de las fibras más sensibles de las masas. Y lo peor es la irresponsabilidad de un titular que puede tener una influencia enorme en el comportamiento de los aficionados y los niños. Por desgracia, no tardaremos en saber de agresiones a árbitros cuya semilla, una de ellas, habrán sido titulares y comentarios de este tipo en los medios de comunicación. Además, por si fuera poco, se fomenta así el hábito de culpar a otros de los fracasos propios. Muy instructivo. Perdemos, pero el culpable es otro: lo más fácil, el árbitro.

Este mismo fin de semana, el titular de un periódico español fue: “Mateu (el árbitro) la lía al anular un gol de Iraizoz”. ¡La lía! Se habrá podido equivocar, y su decisión habrá influido en el resultado, pero es evidente que algo habrán hecho mal los jugadores cuando en noventa minutos no han marcado un solo gol. ¿O no? ¿Culpable el árbitro? Por suerte esta vez, Iraizoz, portero del Athletic, reaccionó con aplastante sensatez, poco habitual, señalando que “somos humanos y comprendo lo que significan los fallos”. Es decir, al igual que un jugador puede equivocarse, también el árbitro, y así hay que aceptarlo como parte del juego. Son errores que a veces favorecen y otras perjudican. Veremos si los que ahora salen beneficiados por este supuesto fallo, también callan cuando en el futuro salgan perjudicados. Iraizoz ha dado un buen ejemplo. ¡Bravo!

Simeone, entrenador del Atlético de Madrid, también se ha equivocado; y el mismo ha tenido la honestidad de reconocerlo y pedir disculpas. Aunque no hay que descartar que lo haya hecho para atenuar la sanción, no deja de ser un detalle que le honra. Sin embargo, darle unas collejas al cuarto árbitro es bastante grave, y pasarse por el forro la normativa situándose en la grada tras ser expulsado, también. Faltas de respeto al árbitro y el reglamento que, viniendo de alguien tan considerado, suponen un mal ejemplo a imitar con estas u otras acciones de similar calaña. Es tremendo que la noticia sean los partidos de sanción que le pueden caer, y no la envergadura de los hechos (sobre todo, los cachetes). Los medios de comunicación pasan por encima la falta grave de un entrenador carismático para no perder el favor de sus seguidores fanáticos; sin embargo, al árbitro no le respaldan las masas, y por eso se le puede crucificar sin que nadie se rebele. También tienen bula las grandes estrellas, a las que solo atacan los medios afines a sus adversarios para dar carnaza a quienes por ser rivales los detestan. Es lamentable que se minimicen el mordisco de Luis Suárez, los golpes de Cristiano a Godín u otros. Da igual el equipo. Son grandes ídolos cuyos fallos futbolísticos, aún siendo más graves que los de cualquier árbitro, se obvian; y su comportamiento descontrolado se justifica o se tapa rápido. ¡Hay que seguir vendiendo! ¿A cualquier precio?

Cuando sucede algo grave, se critica a los energúmenos que cometen las tropelías en los estadios o sus alrededores. Sin ir más lejos, el pasado sábado, en Argelia, un jugador ha muerto por la pedrada de un espectador. Un salvaje, cierto; pero no deberían tirarle la primera piedra quienes con su mal ejemplo en los campos, las ruedas de prensa, las tertulias o los diarios, siembran estos comportamientos en quienes con escasa formación y criterio los siguen al pie de la letra. Por desgracia, asistiremos a otros muchos casos de violencia: la mayoría en campos pequeños, de los que, salvo un gran tragedia, no nos enteraremos. También se critica a los padres de los deportistas jóvenes por su mal comportamiento, pero la principal responsabilidad es de quienes somos profesionales. ¿Qué ejemplo les ofrecemos? ¿Qué podemos esperar de los padres si lo que observan en el deporte son entrenadores que menosprecian a los árbitros, presidentes que los culpan de las derrotas y medios de comunicación que justifican o minimizan la violencia? Padres que asisten al espectáculo de jugadores violentos a los que incluso se alaba por su contundencia, se les ríe la gracia o se les perdona como a inocentes niños traviesos con tal de que vuelvan a la arena; que escuchan ruedas de prensa en las que el entrenador derrotado dice: “no me gusta hablar de los árbitros, pero siempre se equivocan contra nosotros y ya nos han hecho perder muchos puntos”. ¿Sorprende que algunos de esos padres insulten, intimiden y agredan a los que arbitran a sus hijos? Pero aquí no pasa nada. Nadie defiende al árbitro. Lo fácil es atacarlo e ignorar todo lo que, aparentemente, pueda perjudicar este gran negocio; después, cuando ocurre una desgracia, las manos a la cabeza y la culpa al descerebrado de turno.

Los árbitros se equivocan. Obvio. Como bien dice Iraizoz, son humanos. Pero me consta que se preparan a conciencia para hacer buenos arbitrajes. Aunque sus errores se destacan mucho, como sucede con los del portero, fallan mucho menos que los jugadores y los entrenadores, y su trabajo suele ser bastante bueno. Lógicamente, unos árbitros son mejores que otros, como sucede con los jugadores. El año pasado, en un partido femenino de categoría regional una jugadora insultó y pegó un puñetazo al árbitro aduciendo que era muy malo. Seguramente, ella era una gran jugadora, por eso estaba en regional, y pretendía que un árbitro de regional estuviera a su misma altura (!!!). Casi siempre se ataca a los árbitros cuando las emociones no se controlan: sobre todo los nervios pidiendo desahogarse, y la rabia, la frustración y la pesadumbre para descargarse tras las derrotas que tanto queman. Simeone, achacó su mal comportamiento a los nervios, como si fueran algo externo a él: una fuerza ajena que dominara su voluntad de respetar al árbitro. Eso, y la pasión con la que vive el partido, se aceptan como justificantes de las collejas (!!!). Sin embargo, no deberían serlo. Entrenadores como él, directivos, jugadores y periodistas, tienen la responsabilidad de aprender a dominar sus nervios y hacer compatibles la pasión y el deseo de ganar con el comportamiento respetuoso.

Los árbitros de élite están preparados para recibir insultos y quejas, pero eso no justifica que se produzcan, y la escalada de violencia que vemos en los estadios y campos menores exige actuar para erradicar estos comportamientos. Esto supone un ejercicio de responsabilidad de los profesionales del deporte, pero también una actuación decidida por parte de las instituciones que tienen poder. Es curioso que se haga un esfuerzo para eliminar el racismo (que por supuesto, apoyo) y, sin embargo, se pasen por alto las declaraciones y los titulares que son caldo de cultivo de la animadversión a los árbitros y la violencia. ¿Doble moral? Por un lado, se ataca la violencia con la boca pequeña o cuando pasa algo; por otro, quizá no interesa privar al espectáculo de este sabroso condimento.

En los próximos días se celebrará el mundial de baloncesto en España. Desde 2007, he tenido el privilegio de trabajar con los árbitros en los Eurobaskets, y ahora lo tengo colaborando en la preparación previa. Son árbitros de muy alto nivel, y puedo dar fe de su excelente actitud de deportistas profesionales que estarán en las mejores condiciones de rendir al máximo. ¿Cometerán errores? Seguro que sí: pero lo más probable es que sean muy pocos. Y cuando se equivoquen, será porque son humanos, sin la más mínima sospecha de falta de honestidad. El baloncesto no es el fútbol, pero también provoca pasiones que pueden tener consecuencias graves; y son muchos los niños y padres que observan a los profesionales y pueden tender a imitarlos. Ojalá que en este campeonato que tanta expectación genera, se respete a los árbitros y se de un buen ejemplo del fair play que debemos transmitir las instituciones y los profesionales del deporte. Será el mejor legado: por encima de cualquier resultado.

Chema Buceta
25-8-2014

@chemabuceta


www.psicologiadelcoaching.es

lunes, 11 de agosto de 2014

¡PROHIBIDO FALLAR!

                               El miedo al error perjudica el desarrollo de los deportistas jóvenes



Un sábado por la mañana, me detuve en una instalación municipal donde niños de nueve y diez años disputaban un partido de fútbol 7. El exterior de los laterales del campo, sobre la misma línea pues apenas había espacio, estaba plagado de padres que rodeaban a los entrenadores y los jugadores suplentes, quienes al no haber banquillos, también seguían el partido de pie. En la cancha, los que jugaban se esforzaban con encomiable entrega, alternando aciertos y errores: más estos que aquellos. Lógico. Lo sorprendente habría sido lo contrario. Sucedía lo que cabía esperar con la corta edad y experiencia mínima de los jugadores. ¿Solo por esos dos motivos? Por la tarde, asistí a otro partido de fútbol: esta vez, con equipos de categoría juvenil federada (16-18 años) que iban bien clasificados. Los chavales no cometían tantos errores como los niños de la mañana, pero también fallaban bastantes veces, y eso que eran mayores y llevaban jugando entre siete y diez años. ¿Todavía muy jóvenes? ¿Aún faltos de experiencia? Por la noche, estuve en el estadio Bernabeu viendo al Real Madrid contra otro equipo de primera división. ¡Oh! ¡También fallaban!

Viendo el último partido, recordé a uno de los entrenadores de la mañana. No paraba de gritar para guiar a los niños: ¡corre! ¡pasa! ¡tira!, y a cada error que cometían, respondía con gestos de desesperación y comentarios recriminatorios: “pero hombre, Elías, ¿Cómo puedes hacer eso? ¿Es que no ves que Eduardo está solo?” “Matías, hombre, pégala bien, que ya has fallado cinco pases; parece que vas con los otros”. Conté los pases que erraba uno de los principales jugadores del Madrid, ¡y superaron los de Matías! Curiosamente, según las crónicas del día siguiente, ese mismo jugador fue uno de los más destacados (!!!). Sin embargo, es probable que el pobre Matías se marchara a casa bastante frustrado.

La sensación que suelo tener cuando veo competir a niños de cualquier deporte, es que si fueran capaces de hacer todo lo que se les pide, sin cometer errores, serían avatares de un dios perfecto. En bastantes ocasiones, se les exigen decisiones y acciones que no son realistas para deportistas de tan temprana edad y limitada trayectoria; algunas de ellas, ni siquiera lo son para un deportista experimentado. ¿Jugar sin fallar un pase? ¿Quién lo consigue? Solo el que no tiene el balón, el que no participa, el que se inhibe y se esconde para no cometer errores. ¡Prohibido fallar!

En algunos deportes, el error se penaliza gravemente. Por ejemplo, en la gimnasia artística si el deportista se cae del aparato, lo normal es que el fallo tenga un coste muy alto y determine el desenlace final.  En los cien metros, una mala salida se paga cara. En esquí, no pasar por una puerta supone la descalificación. Sin embargo, en otros deportes existe un cupo de errores que forma parte del juego. El tenista que vence ha cometido errores. En fútbol, baloncesto, balonmano, etc., el equipo que gana ha cometido errores. El jugador que ha metido muchos puntos, es muy probable que haya fallado más tiros que los encestados. Por ejemplo: se considera un buen rendimiento convertir ocho tiros libres de diez lanzados a pesar de haber fallado dos tiros. El error está presente en la dinámica de muchos deportes. Incluso en el mejor día, se cometen errores.

Sea cual sea el coste (más en unos deportes que en otros), los errores ocupan su lugar en el proceso formativo de los deportistas jóvenes, y lo inteligente es aprovecharlos para que los chicos crezcan. A partir del error se puede mejorar si se acepta y se usa constructivamente. Sin embargo, si se utiliza para recriminar a los chicos y estos lo evitan, se malgasta una gran oportunidad.  Entender cómo es el deporte que los muchachos practican y aceptar el cupo de errores que forman parte del mismo, facilita que entrenadores y padres sean más realistas valorando el rendimiento de los jóvenes; y estos su propio rendimiento. En bastantes casos, los mismos chicos son sus principales críticos. Sus errores les impactan mucho: se sienten frustrados, en ocasiones avergonzados, su ansiedad e inseguridad aumentan, y bien se inhiben para no cometer más fallos o, al contrario, intentan arreglarlos con acciones impulsivas que suponen nuevos errores. El miedo al error es uno de los principales enemigos del progreso de los deportistas. Sin embargo, su gestión apropiada, además de ayudar a minimizar los fallos, contribuye a su fortalecimiento mental.

Entre otras cuestiones, es importante distinguir los errores de precisión de los que se producen por falta de esfuerzo. Los segundos deben atajarse cuanto antes, siempre que el esfuerzo exigido sea razonable en función de la edad y las características de los deportistas. Los primeros deben aceptarse. Después, se tendrá que trabajar en los entrenamientos para reducirlos, pero sabiendo que siempre se producirán algunos. Comprenderlo constituye un avance de gran importancia para los chicos, y para lograrlo, la actuación de entrenadores y padres es fundamental. Si al igual que el entrenador de Elías y Matías, penalizan los fallos con gestos y comentarios de desaprobación, por mucho que les digan que no importa fallar, los chavales asumirán que cometer errores es algo terrible. Por desgracia, eso es lo que sucede en bastantes casos. ¿Prohibido fallar?

 (Breve estrato del libro que estoy escribiendo para padres y entrenadores de deportistas jóvenes).


Chema Buceta
11-8-2014

@chemabuceta

www.psicologiadelcoaching.es