El título de este escrito fue portada de un periódico
colombiano tras la derrota de Colombia frente a Brasil que suponía su
eliminación en el pasado mundial de fútbol. Así consta en un interesante artículo
publicado en elpaís.com sobre los árbitros: lo que padecen, cómo se sienten, lo que afectan las críticas a sus familias, etc. (http://elpais.com/elpais/2014/08/22/eps/1408720472_155065.html).
Podía haber sucedido en otro país y respecto a otro árbitro: eso es lo de menos.
Lo grave es la falta de profesionalidad y responsabilidad que conlleva. El
profesional del deporte no debe dejarse dominar por sus emociones, y menos aún
si es un periodista, supuesto garante de la información objetiva en lugar de
azuzador de las fibras más sensibles de las masas. Y lo peor es la
irresponsabilidad de un titular que puede tener una influencia enorme en el
comportamiento de los aficionados y los niños. Por desgracia, no tardaremos en
saber de agresiones a árbitros cuya semilla, una de ellas, habrán sido
titulares y comentarios de este tipo en los medios de comunicación. Además, por
si fuera poco, se fomenta así el hábito de culpar a otros de los fracasos
propios. Muy instructivo. Perdemos, pero el culpable es otro: lo más fácil, el
árbitro.
Este mismo fin de semana, el titular de un periódico español
fue: “Mateu (el árbitro) la lía al anular un gol de Iraizoz”. ¡La lía! Se habrá
podido equivocar, y su decisión habrá influido en el resultado, pero es
evidente que algo habrán hecho mal los jugadores cuando en noventa minutos
no han marcado un solo gol. ¿O no? ¿Culpable el árbitro? Por suerte esta vez, Iraizoz,
portero del Athletic, reaccionó con aplastante sensatez, poco habitual,
señalando que “somos humanos y comprendo lo que significan los fallos”. Es
decir, al igual que un jugador puede equivocarse, también el árbitro, y así hay
que aceptarlo como parte del juego. Son errores que a veces favorecen y otras
perjudican. Veremos si los que ahora salen beneficiados por este supuesto
fallo, también callan cuando en el futuro salgan perjudicados. Iraizoz ha dado
un buen ejemplo. ¡Bravo!
Simeone, entrenador del Atlético de Madrid, también se ha
equivocado; y el mismo ha tenido la honestidad de reconocerlo y pedir disculpas. Aunque no hay que descartar que lo haya hecho para atenuar la sanción, no deja de ser un detalle que le honra. Sin embargo, darle unas collejas al cuarto árbitro es bastante grave, y pasarse por el forro
la normativa situándose en la grada tras ser expulsado, también. Faltas de
respeto al árbitro y el reglamento que, viniendo de alguien tan considerado,
suponen un mal ejemplo a imitar con estas u otras acciones de similar calaña. Es tremendo que la
noticia sean los partidos de sanción que le pueden caer, y no la envergadura
de los hechos (sobre todo, los cachetes). Los medios de comunicación pasan por encima la falta grave de un
entrenador carismático para no perder el favor de sus seguidores fanáticos; sin
embargo, al árbitro no le respaldan las masas, y por eso se le puede crucificar sin que nadie se rebele.
También tienen bula las grandes estrellas, a las que solo atacan los medios
afines a sus adversarios para dar carnaza a quienes por ser rivales los detestan.
Es lamentable que se minimicen el mordisco de Luis Suárez, los golpes de
Cristiano a Godín u otros. Da igual el equipo. Son grandes ídolos cuyos fallos
futbolísticos, aún siendo más graves que los de cualquier árbitro, se obvian; y
su comportamiento descontrolado se justifica o se tapa rápido. ¡Hay que seguir vendiendo! ¿A cualquier precio?
Cuando sucede algo grave, se critica a los energúmenos que cometen las tropelías en los estadios o sus alrededores. Sin ir más lejos, el pasado
sábado, en Argelia, un jugador ha muerto por la pedrada de un espectador. Un salvaje,
cierto; pero no deberían tirarle la primera piedra quienes con su mal ejemplo
en los campos, las ruedas de prensa, las tertulias o los diarios, siembran
estos comportamientos en quienes con escasa formación y criterio los siguen al
pie de la letra. Por desgracia, asistiremos a otros muchos casos de violencia: la mayoría en
campos pequeños, de los que, salvo un gran tragedia, no nos enteraremos.
También se critica a los padres de los deportistas jóvenes por su mal
comportamiento, pero la principal responsabilidad es de quienes somos
profesionales. ¿Qué ejemplo les ofrecemos? ¿Qué podemos esperar de los padres
si lo que observan en el deporte son entrenadores que menosprecian a los árbitros, presidentes que
los culpan de las derrotas y medios de comunicación que justifican o minimizan
la violencia? Padres que asisten al espectáculo de jugadores violentos a los
que incluso se alaba por su contundencia, se les ríe la gracia o se les perdona
como a inocentes niños traviesos con tal de que vuelvan a la arena; que
escuchan ruedas de prensa en las que el entrenador derrotado dice: “no me gusta
hablar de los árbitros, pero siempre se equivocan contra nosotros y ya nos han
hecho perder muchos puntos”. ¿Sorprende que algunos de esos padres insulten, intimiden y agredan a los que arbitran a sus hijos? Pero aquí no pasa nada. Nadie defiende al árbitro. Lo
fácil es atacarlo e ignorar todo lo que, aparentemente, pueda perjudicar este
gran negocio; después, cuando ocurre una desgracia, las manos a la cabeza y la
culpa al descerebrado de turno.
Los árbitros se equivocan. Obvio. Como bien dice Iraizoz,
son humanos. Pero me consta que se preparan a conciencia para hacer buenos
arbitrajes. Aunque sus errores se destacan mucho, como
sucede con los del portero, fallan mucho menos que los jugadores y los
entrenadores, y su trabajo suele ser bastante bueno. Lógicamente, unos árbitros son mejores que otros, como sucede con los jugadores. El año pasado, en un partido femenino de categoría regional una jugadora insultó y pegó un puñetazo al árbitro aduciendo que era muy malo. Seguramente, ella era una gran jugadora, por eso estaba en regional, y pretendía que un árbitro de regional estuviera a su misma altura (!!!). Casi siempre se ataca a los árbitros cuando las emociones no se controlan: sobre
todo los nervios pidiendo desahogarse, y la rabia, la frustración y la
pesadumbre para descargarse tras las derrotas que tanto queman. Simeone, achacó su mal comportamiento a los nervios, como si fueran algo externo a él: una fuerza ajena que dominara su voluntad de respetar al árbitro. Eso, y la pasión con la que vive el partido, se aceptan como justificantes de las collejas (!!!). Sin embargo, no deberían serlo. Entrenadores como él, directivos, jugadores y periodistas, tienen la responsabilidad de aprender a dominar sus nervios y hacer compatibles la pasión y el deseo de ganar con el comportamiento respetuoso.
Los árbitros de élite están
preparados para recibir insultos y quejas, pero eso no justifica que se
produzcan, y la escalada de violencia que vemos en los estadios y campos
menores exige actuar para erradicar estos comportamientos. Esto supone un ejercicio de responsabilidad de los profesionales del deporte, pero también una actuación decidida por parte de las instituciones que tienen poder. Es curioso que se
haga un esfuerzo para eliminar el racismo (que por supuesto, apoyo) y, sin
embargo, se pasen por alto las declaraciones y los titulares que son caldo de
cultivo de la animadversión a los árbitros y la violencia. ¿Doble moral? Por un lado, se ataca la violencia con la boca pequeña o cuando pasa algo; por otro, quizá no interesa privar
al espectáculo de este sabroso condimento.
En los próximos días se celebrará el mundial de baloncesto en
España. Desde 2007, he tenido el privilegio de trabajar con los árbitros en los
Eurobaskets, y ahora lo tengo colaborando en la preparación previa. Son
árbitros de muy alto nivel, y puedo dar fe de su excelente actitud de deportistas
profesionales que estarán en las mejores condiciones de rendir al máximo. ¿Cometerán
errores? Seguro que sí: pero lo más probable es que sean muy pocos. Y cuando se
equivoquen, será porque son humanos, sin la más mínima sospecha de falta de
honestidad. El baloncesto no es el fútbol, pero también provoca pasiones que pueden
tener consecuencias graves; y son muchos los niños y padres que observan a los
profesionales y pueden tender a imitarlos. Ojalá que en este campeonato que
tanta expectación genera, se respete a los árbitros y se de un buen ejemplo del
fair play que debemos transmitir las
instituciones y los profesionales del deporte. Será el mejor legado: por encima
de cualquier resultado.
Chema Buceta
25-8-2014
@chemabuceta
www.psicologiadelcoaching.es