El pasado sábado tuvo lugar un hecho trágico. En la ciudad
de Oaxaca (México) un entrenador de baloncesto fue asesinado por el padre de una jugadora de once años a la que, al parecer por llegar tarde al partido, aquel no había incluido en el equipo. La decisión provocó que el
progenitor (probablemente responsable del retraso de la niña) increpara muy enfadado al entrenador y ambos se enzarzaran en una discusión violenta, hasta que el padre sacó una pistola con la que
tras varios disparos mató al profesor. Aunque parezca increíble, por desgracia, es cierto.
En mi último libro “Mi hijo es el mejor, y además es mi
hijo” comento muchas situaciones en las que los padres de los deportistas jóvenes
actúan inapropiadamente: en los casos más extremos, de manera lamentable; y podría haber mencionado otras muchas que quedaron en el tintero, al
igual que otras tantas que los que vivís el deporte de base como entrenadores o
padres veis con bastante frecuencia. Algunas han tenido publicidad e incluso sido objeto de reportajes periodísticos por ser muy escandalosas, como las agresiones vergonzosas a árbitros de
fútbol que de vez en cuando se producen. Sin embargo, por mucho
que hayamos visto o imaginado, jamás pensé que un padre podría asesinar a tiros a un
entrenador por no poner a su hijo. ¡Hasta aquí hemos llegado!
Obviamente, es un caso muy extremo, y lo más seguro es que se trate de una persona (el padre) muy desequilibrada; pero debe servir para
reflexionar una vez más, y actuar decididamente de una vez por todas, sobre la
trascendencia de los padres en el deporte infantil. Estos no son una anécdota
aberrante para las charlas de café, ni un mal necesario que hay que evitar con
medidas restrictivas o aguantar cuando no queda más remedio, sino parte activa,
queramos o no, en el deporte actual, y como tal, se les deben proporcionar los
conocimientos y la formación apropiados para que puedan colaborar
favorablemente en lugar de restar y causar graves daños. Si los padres también juegan (y nos guste o no, así es), tenemos que entrenarlos para que su rendimiento sea bueno. ¿Lo entendemos por fin, o continuamos
negándolo?
A raíz de la luctuosa noticia, he leído comentarios a
favor de separar claramente a los padres de la actividad deportiva: “que no
pasen de la puerta y nos dejen trabajar en paz”; es decir, que sean los chóferes
y los sponsors de los niños (que los traigan/recojan y sobre todo ¡qué
paguen!), pero que no se metan en nada. Comprendo el planteamiento, pero no lo
comparto. Es una postura cómoda: “ojos que no ven…”, que permite seguir en la zona de confort en lugar de buscar soluciones y desarrollar programas y habilidades eficaces, pero por mucho que se
quiera ignorar, la influencia de los padres en sus hijos existe y es muy
fuerte, y además es lógico que quieran saber y opinar: ¡son sus hijos! Precisamente
por eso, no tenemos que apartarlos sino integrarlos: proporcionarles información sobre el deporte de sus hijos, las características de los
deportistas jóvenes y los beneficios/perjuicios que pueden obtener; es necesario involucrarlos,
darles su espacio y hacerles ver cómo pueden ayudar. Evidentemente, su
función no es la del entrenador, a quien deben respetar sin entrometerse en sus
decisiones, pero para conseguir que comprendan a los entrenadores y respeten su ámbito de actuación, hay que educarlos, no
ignorarlos.
Ese mismo día, junto a Charly Sainz de Aja, tuve el honor de
participar en una actividad organizada por la Asociación de Baloncesto Colegial
(ABC) dirigida a directores técnicos de colegios. Allí, entre otros temas, se
habló de los padres, y como es lógico salieron esos casos de padres
obsesionados, desinformados, sobreprotectores y hasta energúmenos que,
seguramente sin quererlo, pensando que hacen lo mejor, y guiados por sus emociones sin control, perjudican a sus hijos y
dificultan que el deporte cumpla con sus objetivos formativos. ¿Qué hacemos con
esos padres? Me gustó comprobar que son muchos los directores técnicos que ya
comprenden que trabajar con los padres no es una pérdida de tiempo, sino una
pieza indispensable en cualquier programa de deporte infantil que pretenda ser
exitoso. Y no se trata de darles una charla para cumplir, sino de elaborar un
programa de actividades específicas para padres a lo largo de la temporada que
por supuesto sea razonable y se pueda cumplir (reuniones, talleres,
conferencias…), complementándolo con
materiales escritos, audiovisuales u online
que contribuyan a sensibilizarlos y formarlos, concretando espacios
para que los padres puedan expresar sus dudas, inquietudes y opiniones en privado, y
según proceda en cada caso, proporcionándoles la oportunidad de colaborar como
voluntarios.
Como sucede en cualquier otro ámbito, por mucho que se haga
siempre habrá algunos padres que actúen inapropiadamente, pero se trata de que
cada vez sean los menos y más los que colaboren para que el paso de sus hijos
por el deporte resulte satisfactorio. Como es evidente, también los entrenadores y
los directores técnicos tienen que evolucionar. Estos
últimos deben asumir la responsabilidad de
organizar programas para padres y mantener una comunicación abierta y
productiva con ellos, además de seleccionar y orientar a los entrenadores que
trabajan con niños y adolescentes para que gestionen la actividad deportiva de la manera
adecuada y no actúen caprichosamente. Los entrenadores deben asumir su
responsabilidad de educadores y saber que no entrenan a deportistas
profesionales, sino a jóvenes a los que deben respetar y formar como personas.
Este debe ser uno de los puntos de encuentro con los
padres. Estos deben comprender el valor educativo del deporte y, por tanto, que fomentar la puntualidad es importante, o que estar en el banquillo permite que el hijo aprenda a luchar consigo mismo aceptando que es parte de un equipo y no siempre llueve a gusta de uno, tolerando la
adversidad y esforzándose para superarla en lugar de desanimarse. A su vez, los
entrenadores deben comprender que los chicos que cumplen con su
compromiso de ir a entrenar, ser puntuales y esforzarse, aunque tengan menos talento que
otros, merecen competir en los partidos para alimentar su motivación y
beneficiarse de las oportunidades formativas que ofrece la competición.
Es evidente que hace falta una buena comunicación fluida entre
los padres y los técnicos, y esta no se produce en caliente, sino
a través de reuniones tranquilas en las que ambas partes puedan exponer sus
puntos de vista. Lamentablemente, en Oaxaca hemos visto que cuando falta esa
comunicación las consecuencias pueden ser terribles; y sin llegar a ese
extremo, también son negativas siempre que los muchachos salen perjudicados por
entrenadores irresponsables e intransigentes y padres desinformados,
sobreprotectores y obsesivos que entre sí no conectan. ¿Hacemos algo? El horrible asesinato de ese entrenador a
manos de un padre enfurecido porque su hija no jugaba, debería estimularnos a
actuar sin más demora. ¿Entrenamos a los padres, o dejamos que los energúmenos
crezcan?
Chema Buceta
10-11-2015
Twitter: @chemabuceta