Un año más he tenido el privilegio de trabajar con los
árbitros internacionales de baloncesto, esta vez en el reciente Eurobasket
celebrado en Turquía. Cuando lo hice por primera vez en 2007, no fui consciente
de todo lo que aprendería y disfrutaría ayudándoles a
optimizar su rendimiento incidiendo en los aspectos psicológicos. 10 años más
tarde, tras haber participado en seis Eurobaskets masculinos, cuatro femeninos,
un mundial masculino y los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro, puedo concluir
que ha sido y sigue siendo uno de mis retos profesionales más interesantes y
gratificantes como psicólogo del deporte.
Cuando un jugador falla un tiro fácil debajo del aro, tiene
un porcentaje de acierto muy bajo desde la línea de tiros libres, no llega a
tiempo a una ayuda en defensa o no impide que le quiten el rebote, algo que es
habitual en casi todos los partidos, se asume, como así es, que esos errores forman
parte del juego y, por tanto, se perdonan. Sin embargo, un solo error del
árbitro en ese mismo partido, se puede llegar a magnificar hasta hacerle
responsable de una derrota a la que los desaciertos propios de los jugadores y el entrenador han contribuido mucho más. Es sencillo criticar a los árbitros.
Son humanos; y al igual que los demás protagonistas, se equivocan; aunque mucho
menos que quienes pierden balones, fallan canastas o
desperdician los tiempos muertos. El árbitro es un blanco fácil, pues no tiene
seguidores a los que dorar la píldora ni nadie que le defienda, y por su
cualidad de figura neutral, se mantiene en el anonimato y aguanta carros y
carretas de quienes se ensañan cobardemente con el respaldo de un medio de
comunicación, un club o una masa social a la que se contenta dándole caña. Un
blanco fácil e injusto.
La falta de respeto al árbitro está presente sobre todo en
el fútbol. Allí, presidentes, entrenadores y jugadores de los principales equipos, junto a los
medios de comunicación que pretenden vender sus tertulias y periódicos a los
seguidores acérrimos, actúan irresponsablemente dando lugar a numerosos imitadores
en las categorías menores, donde los árbitros son auténticos héroes y, cada vez
con mayor frecuencia, asistimos a espectáculos lamentables de insultos,
vejaciones y agresiones. Menospreciar y humillar al árbitro es lo normal, lo que se hace en
los grandes estadios, lo que con su falta de respeto, se fomenta desde los
niveles más altos. Hay muchos ejemplos. Uno de ellos, por ser reciente y de un
jugador muy mediático, es el de Cristiano Ronaldo esta misma temporada. Empujó
a un árbitro y le penalizaron con cinco partidos, la sanción mínima en estos
casos, perdiéndose la oportunidad de un castigo verdaderamente ejemplar. Pero
lo peor fue que el director de un periódico se permitió escribir que
era una sanción muy dura “por casi nada”. Sin comentarios. ¿Sería extraño que a lo
largo de la temporada, jugadores de categorías regionales y locales, entrenadores y padres enfurecidos agredieran al árbitro? No sería la primera vez. Sin duda un
blanco muy fácil para justificar las deficiencias propias y tapar la frustración de sentirse incompetentes. Pero si lo hacen los que están arriba...
En el último Eurobasket, los árbitros han sido un blanco
fácil para quienes han pretendido atacar a la federación internacional por otros asuntos. Al no
estar presentes los que arbitran en la Euroliga, algunos han despreciado injustamente
a los que acudieron a la cita, cuando muchos de estos han arbitrado antes en Juegos
Olímpicos, Copas del Mundo y otros Eurobaskets, y su nivel no es inferior
al de los ausentes. Es cierto que han faltado árbitros con experiencia y
prestigio, al igual que ha sucedido con algunos jugadores, pero no por eso,
todos los que han arbitrado tienen un nivel más bajo. Aunque si se trata de
sacar punta, siempre es fácil con los árbitros. Pasó, por ejemplo, en la
semifinal de los Juegos Olímpicos entre Estados Unidos y España, donde se les
criticó mucho a pesar de ser de los de mayor prestigio, lo que demuestra que si
se les quiere criticar, da igual quién sea el árbitro: se apunta al blanco, se
dispara y ya está. Da igual que sea justo o injusto. Y se queda bien con quienes quieren oír cómo se machaca al que no puede defenderse. En España somos
muy dados a criticar al árbitro cuando perdemos o las decisiones de este no nos favorecen. Si es al revés, no decimos nada, claro; pero cuando es en contra, enseguida apuntamos al blanco Pasa
en muchos deportes. No tardamos en sentimos perseguidos por una conspiración
mafiosa antiespañola o algo así. Es parte del guión de muchos comentaristas y
periodistas que se convierten en hinchas irracionales o creen que su cometido
es alimentar a estos echándole leña al fuego. Muchos sentimos indignación y vergüenza
ajena por ese comportamiento cobarde que además de innecesario, es un insulto a
la inteligencia del espectador maduro. Evidentemente, si el árbitro se equivoca, es razonable señalarlo; pero sería deseable que se hiciera en la medidad apropiada, no exagerando ni buscando confabulaciones donde no las hay, y siempre con el mismo respeto que sin embargo se tiene cuando se equivoca un jugador o un entrenador.
En este Eurobasket, aprovechando las circunstancias, algunos
han magnificado los errores de los árbitros. Sin embargo, la realidad ha sido
que en general, sus actuaciones han estado al nivel que exigía el campeonato. Errores aislados, por supuesto. Lo contrario
sería una fantasía. Pero globalmente, buenas actuaciones y muchas de ellas muy
buenas con un excelente trabajo en equipo, tal y como certifican numerosos
comentarios muy positivos. Turquía, por ejemplo, jugando en casa, ha perdido
cuatro de sus seis partidos, y sin embargo, de su parte no ha habido críticas negativas a
los árbitros, sino al contrario. ¿Lo podrían haber hecho mejor? Siempre se
puede. Pero eso no quiere decir que lo hayan hecho mal. Por ejemplo, se dice
que España ha hecho un buen campeonato, algo que comparto; pero eso no
significa que no haya cometido errores y existan aspectos en los que se podría
mejorar. Lo mismo se puede decir de los árbitros.
Hoy en día, los árbitros internacionales (al menos en el
baloncesto y el fútbol, pero seguramente, también en otros deportes que conozco
menos) son profesionales que se cuidan y preparan a conciencia. Entrenan
físicamente y controlan su alimentación y la prevención de lesiones para estar
en forma y responder a las demandas de los partidos corriendo y minimizando el
cansancio. Trabajan para mejorar la técnica de arbitraje: su posición en el
campo, la toma de decisiones, el control del partido, la coordinación con sus
compañeros, etc. Estudian su deporte desde la perspectiva de los entrenadores y
los jugadores. Desarrollan habilidades psicológicas para controlar el estrés,
mantener la concentración, comunicarse mejor con los entrenadores y los
jugadores, trabajar en equipo y estar ágiles para comprender las necesidades
del partido. Preparan
cada partido utilizando videos e información sobre los equipos al igual que
hacen estos. Analizan sus actuaciones con un espíritu crítico para poder
mejorar. Y al igual que los jugadores, reciben feedback y directrices de sus entrenadores (instructores) y están
expuestos a la evaluación de sus directores. Pueden arbitrar con mayor o menor
acierto, pero merecen respeto y reconocimiento por su alto compromiso con su
profesión y su deporte y su gran determinación por aportar el liderazgo eficaz que exigen
los partidos al más elevado nivel.
La ignorancia conduce al atrevimiento de criticar a destajo,
pero cuando estás dentro, como es mi caso en los últimos 10 años, te das cuenta
de la intensidad y responsabilidad con las que los árbitros viven la dedicación
a su deporte, cómo se esmeran por mejorar, asumen la trascendencia de sus
actuaciones y dan lo mejor de sí mismos como cualquier otro deportista que
persigue la excelencia. Evidentemente, como sucede con los demás actores, hay
árbitros más y menos involucrados con su profesión, pero en general, los que
están arriba suelen ser un ejemplo de dedicación, compromiso y responsabilidad.
Chema Buceta
22-9-2017
Twitter: @chemabuceta