domingo, 29 de julio de 2012

¡QUÉ CERCA HA ESTADO LA MEDALLA!





Los Juegos son algo grande, y como tal, también tienen su cara cruel. Muchas veces, la diferencia entre el éxito y el fracaso es muy pequeña, mínima, casi inapreciable. Es el caso de los que se quedan a las puertas de las medallas o los diplomas: unas centésimas de punto, un segundo, una canasta, un leve error, una decisión adversa de los jueces… Ésto ha sido, precisamente, lo que le ha pasado hoy al judoka español Sugoi Uriarte. Hizo una competición muy buena, cayó en la semifinal por la mínima y perdió la medalla de bronce por  decisión de los jueces tras haber empatado con su rival. Al parecer, una penalización recibida a pocos segundos del final, pudo influir en una decisión que podría haber caído de cualquier lado. Un caso similar fue ayer el del equipo español masculino de gimnasia artística: tras una brillante actuación se quedaron a pocas centésimas de entrar en la final y conseguir el diploma olímpico, su gran objetivo. Cuando la meta ha estado tan cerca, escapándose por los pelos, el golpe psicológico que acompaña al resultado adverso suele ser muy fuerte. He conocido a muchos deportistas que lo han sufrido y han tardado mucho en recuperarse. Si tienen la suerte de competir en otras pruebas, pueden desquitarse en parte con un buen resultado en éstas; y si pertenecen a deportes en los que los Juegos Olímpicos no tienen tanto peso (tenis, fútbol…) enseguida se sumergen en su mundo y éste les absorbe. Pero si no es así, la secuela que queda suele ser muy grande: la herida tarda en cerrarse; y la cicatriz queda para siempre. Aunque algunos deportistas intentan ser positivos inmediatamente, suele ser inevitable un periodo caracterizado, según los casos, por el dolor, la rabia, la culpabilidad, la sensación de fracaso, las dudas, la irritabilidad, la desgana, el desánimo, la depresión… Es un periodo de duelo y aceptación que en muchos casos se prolonga durante meses. Un tiempo que el deportista debe darse a sí mismo, necesario para que la herida comience a cerrarse. Para ayudarle,  el apoyo de las personas que le rodean, siempre que no le agobien, es fundamental; y también puede ser muy valioso el trabajo  con un psicólogo. Después, si el deportista continua en el deporte de élite, debe buscar nuevos retos que con el tiempo le ayuden a sacarse la espina en la medida posible. A veces, sobre todo para los que se retiran, la asignatura queda pendiente, y es en otras facetas de la vida en las que surge la oportunidad de resarcirse. En cualquier caso, siendo muy cruel, la experiencia conlleva un gran aprendizaje, una increíble oportunidad de fortalecerse mentalmente, de crecer como deportista y como persona; y el paso del tiempo la sitúa en el lugar destacado que merece: una experiencia única en la vida, la de haber sido capaz de competir al más alto nivel en unos Juegos Olímpicos. ¡Ánimo, muchachos! ¡La vida sigue!

Chema Buceta
29-7-2012


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