domingo, 28 de octubre de 2012

LÍDERES DESGASTADOS: MALOS RESULTADOS




(Este no es un artículo de análisis político, sino sobre el liderazgo de los grupos. El ejemplo es oportuno, y por eso se utiliza).

Tras las elecciones a los parlamentos de Galicia y el País Vasco, ha surgido el debate sobre la continuidad de los actuales líderes del PSOE al frente del partido. Evidentemente, es una decisión (en la que no entro) que requiere valorar diversas circunstancias. Entre ellas, el desgaste de los que lideran, algo que resulta bastante obvio. Algunos líderes, incluyendo al de mayor rango, han perdido el carisma y la credibilidad que disfrutaron en otro momento. Otros, nunca los tuvieron. A la mayoría se les identifica con una etapa de retroceso, y a eso hay que añadirle el descontento general con la clase política. Además, estos líderes han sido elegidos en votaciones muy apretadas (a las que siguieron purgas de los compañeros vencidos), que han sido efecto y después causa de divisiones internas que debilitan a los que lideran. Losas demasiado pesadas para remontar un vuelo exitoso en tiempos de turbulencias.

Aparte de otros detalles significativos, sólo hay que observar a estos líderes en sus apariciones en público. Parece que hablan porque es parte de su cometido y no tienen más remedio (“otro discurso más”), más que por el convencimiento de lo que dicen y el deseo de atraer y sensibilizar a la audiencia. Lo muestran en el lenguaje no verbal y la verborrea cansina, en la falta de sintonía entre sus palabras y sus gestos. Y es evidente, lo corroboran los resultados, que sus mensajes repetitivos no calan. Incapaces de transmitir un mínimo entusiasmo, carecen de fuerza para persuadir y mover a los electores (e incluso a muchos militantes propios). Cada vez que escucho a uno de ellos, tengo la impresión de que en lugar de ganar adeptos, los pierden.

En cualquier campo, cuando un líder se encuentra tan desgastado como lo están estos, su capacidad de influencia es mínima y el rendimiento del grupo se resiente. Le pasa al entrenador deportivo o al directivo de empresa. Cuando están “frescos” respecto a sus jugadores o empleados, sus mensajes tienen un impacto favorable; pero en la medida que se desgastan su influencia como líderes disminuye, y los mensajes no llegan con la misma fuerza. Sus liderados les oyen, pero apenas les escuchan; y el esfuerzo colectivo se deteriora, dando paso a esfuerzos individuales en la dirección que cada uno cree más conveniente: en muchos casos para salvar los propios muebles.

Cuando el desgaste, como en este caso, es demasiado grande, lo más normal es que resulte irrecuperable. El líder tira como puede de la poca energía que le queda, pero esta no es suficiente para movilizar las acciones que el grupo requiere para tener éxito. La batería está agotada, y la única posibilidad de recargarla es retirarse durante algún tiempo. Sin embargo, para el que lidera y los que le rodean, cegados por el hábito y las ataduras del poder, es difícil verlo; por lo que apelan a la experiencia, la responsabilidad de no abandonar el barco, el verse con fuerzas suficientes,  la confianza (ciega) en el éxito y otros argumentos que parten de la percepción propia: autoengaños para ignorar el fracaso, preservar la autoestima y justificar una continuidad que no se apoya en el factor más importante: la percepción de los demás, de aquellos a quienes se debe atraer, motivar, involucrar, hacer creer que las propuestas son posibles, que existe un proyecto ilusionante, una razón para esforzarse, para salir a votar y otorgar la confianza a líderes creíbles.

¿Qué equipo deportivo podría ganar con un entrenador tan desgastado como el secretario general del PSOE y algunos de sus principales espadas? Véase lo que está ocurriendo con Bielsa en el Athletic (En otro artículo lo comentaremos). Gracias por seguirme.


Chema Buceta
27-10-2012

Twitter: @chemabuceta
www.psicologiadelcoaching.es

sábado, 20 de octubre de 2012

DECISIONES AUDACES PARA CRECER

             
                     "Si se baja la altura de las canastas, el baloncesto femenino será mucho más espectacular"



(Este artículo ha sido publicado el 14-10-2012 en www.enCancha.com bajo el título "Sobrevivir y crecer" )

Comienza la liga femenina de baloncesto. De todas las que recuerdo, más de cuarenta, es la que cuenta con menos equipos participantes, once. Cuatro han renunciado por problemas económicos. Además, es la liga en la que faltan más estrellas españolas, ahora jugando en el extranjero. Incluso tres de nuestros entrenadores con títulos a sus espaldas, están trabajando fuera. Otro dato: sólo dos de nuestros equipos, Salamanca y Rivas, van a participar en competiciones europeas. Como contrapeso, Teledeporte va a retransmitir un partido cada semana. Buena noticia.

He leído comentarios muy optimistas sobre esta liga que por supuesto respeto, pero el panorama no es bueno. Los clubs han estado viviendo de las subvenciones y éstas han terminado. Por eso, en primer lugar, hay que felicitar a los que han sido capaces de competir esta temporada haciendo un gran sobreesfuerzo. En cierto modo, la ilusión y el sobreesfuerzo de unos pocos “locos” ha sido siempre estandarte de un baloncesto femenino que a pesar de sus buenos resultados, salvo en casos aislados, no despierta un interés masivo. Lo digo con dolor, pero los datos de asistencia a los campos, audiencias televisivas, etc. así lo constatan. Este año tampoco se producirá esa “explosión” que tantas veces, más por ilusión que por objetividad, se ha pronosticado. Los amantes y seguidores del baloncesto femenino seguirán estando ahí, tan fieles como de costumbre, disfrutando y apoyando aunque el nivel de la liga, sin nuestras mejores jugadoras y con menos medios, sea inevitablemente más bajo. Y los que no lo son, continuarán alejados; más aún en estas circunstancias. No es momento de vender un producto devaluado, sino de mejorarlo para que sobreviva y, más adelante, pueda captar nuevos adeptos.

En cualquier caso, las posibilidades del baloncesto femenino como espectáculo serán siempre muy limitadas mientras no se dé el gran paso de bajar la altura de las canastas (ya se dio el de jugar con un balón más pequeño después de que muchos puristas se rasgaran las vestiduras). A nivel internacional se han prestigiado las competiciones (la Euroliga femenina es un buen ejemplo) y se han realizado diversas acciones de marketing, e incluso buscado soluciones absurdas y discutidas como que las jugadoras actúen con uniformes reducidos y ajustados. Algunas medidas han sido bastante eficaces; otras menos; pero no dejan de ser parches que no solucionan el problema. Podemos asumir que el baloncesto femenino es un deporte minoritario y, dentro de este parámetro, engrandecerlo en lo posible. Pero también podemos pensar más en grande y aceptar que la solución no está en que haya shows en los tiempos muertos, palomitas en el bar o un DJ marchoso, sino en potenciar la espectacularidad del juego sin proteccionismos paternalistas. La clave está dentro de la cancha; no fuera. Las mujeres han demostrado que pueden llegar muy lejos. ¿Por qué no les damos la oportunidad de desarrollar su deporte en mayor medida? ¿Por qué no, mates, “alley-ups”, pases espectaculares, palmeos, balones que se sacan tras tocar el aro, etc.? ¿Es que sólo el “hermano mayor” (baloncesto masculino) puede disfrutar de este privilegio que tanto gusta al gran público? La red en Voleibol está más baja. ¿Es esa una ofensa? El balón en baloncesto femenino es más pequeño ¿Alguien se siente mal por eso? Este es un tema antiguo. Ya se habló de él en 1985, en Roma, en una reunión de la comisión de baloncesto femenino de la FIBA. Todos los esfuerzos fueron vanos, y se abandonó la idea. En el simposium que la FIBA organizó en Praga durante el último mundial volvió a salir el tema, pero los obsoletos dirigentes mostraron una vez más que el baloncesto femenino sólo les interesa mientras no de mucho la lata. Y claro, se argumenta que este sería un cambio tremendo que implicaría desarrollar nuevas canastas. ¡Un esfuerzo gigante con la tecnología del siglo XXI! Un desembolso, es cierto. Pero seguro que, si al menos se intentara, se podrían encontrar soluciones asequibles. A cambio: un gran beneficio que revolucionaría este espectáculo.

Volviendo a la cruda realidad actual, sería interesante que la adversidad se asumiera como una oportunidad de crecimiento. Si faltan jugadoras estrella, es un buen momento para que jueguen las jóvenes y adquieran experiencia (como ha pasado siempre en los equipos de la antigua Yugoslavia). Pero además, es momento para que los clubs avancen en su forma de gestionarse, buscando soluciones duraderas ajenas a las subvenciones. Y para eso, probablemente, no deba ir cada uno por libre, sino que, más que nunca, es fundamental que trabajen unidos, remando en la misma dirección. Junto a la crisis, la ausencia de un club poderoso que ha boicoteado muchas veces las acciones colectivas, debe ayudar a cohesionar a los que quedan. Es necesario trabajar como un gran equipo al que une un gran interés general: potenciar el producto para sobrevivir y crecer. Este interés debe estar por encima de los resultados de cada jornada. ¿Habrá voluntad de hacerlo?

Chema Buceta
12-10-2012

(A raíz de la publicación de este artículo hemos podido leer en twitter algunos comentarios a favor y en contra de bajar la altura de las canastas. Me alegro de que haya suscitado tanto interés. Muchas gracias a todos).

twitter: @chemabuceta


viernes, 12 de octubre de 2012

¿ME SUICIDO?

                                    "Los deportistas deben tener voz para exponer sus discrepancias"



(Muchas gracias a los que os habéis interesado por este tema. Algunos me habéis preguntado si escribiría un nuevo artículo. Aquí está. Con él completo los anteriores: “La silla es mía” y “El fin justifica los medios”).

Dieciséis nadadoras de sincronizada firmaron una carta denunciando malos tratos de la seleccionadora nacional. ¿Por qué no lo hicieron antes, cuando aún pertenecían al equipo? ¿Cobardía? ¿Por qué ahora, cuando están fuera? ¿Despecho? Algunos han sugerido que las acusaciones pierden legitimidad por hacerse a destiempo. Me gustaría saber, en su lugar, qué habrían hecho ellos. ¿”Denunciar a pecho descubierto para “suicidarse”?

No es fácil, para nadie, denunciar injusticias o abusos de quienes tienen poder sobre nosotros. Ni siquiera lo es manifestar nuestras discrepancias. ¿Cuántas veces, no estando de acuerdo con nuestros jefes, nos hemos callado? ¿Cuántas hemos tolerado actitudes autoritarias sin una lógica, incluso ciertos abusos? Seguramente, casi todos podríamos encontrar algún ejemplo propio. Es lógico. Somos humanos. Tenemos la capacidad de establecer prioridades para preservar lo que consideramos más básico, ya sea nuestro puesto de trabajo, una relación interpersonal, un estatus o pertenecer a un grupo o un proyecto por los que estamos muy interesados. Ponemos todo en la balanza y decidimos tolerar lo que no nos agrada. Nos compensa para proteger los intereses que en ese momento valoramos más. Es el caso, entre otros, de muchos deportistas. Pueden percibir que si discrepan, se quejan o denuncian, su continuidad en el proyecto podría esta amenazada. ¿Deben “suicidarse”? ¿inmolarse como héroes enfrentándose a quien tiene el poder? ¿Quién tiene derecho a exigirles eso?

Evidentemente, existen límites de tolerancia. En nuestra cultura, a primera vista, nos gusta pensar que tolerar poco es un atributo de personas integras que saben defender sus derechos y su dignidad, mientras que tolerar mucho es más propio de los que son débiles y se dejan avasallar. Nos satisface creerlo así, pero se trata de un etiquetamiento con bastante carga de novela caballeresca y psicología barata de ficción. El grado de tolerancia varía en función de la personalidad, los valores, las necesidades y los recursos alternativos de cada uno. Unos toleramos más, y otros menos. Y la misma persona tolera más o menos en según que circunstancias. En general (esto es lo que más influye), a mayor necesidad y menos alternativas, toleramos más. ¡Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra!

En el caso de los deportistas existen circunstancias específicas que fortalecen la predisposiciUna de ellos, la edón a tolerar ciertos abusos. Una de ellas, la edad y, en general, su “alter ego” de falta de habilidad y experiencia manejando situaciones conflictivas. Otra, su elevada motivación y grado de compromiso (cuando estos existen) que propician aguantar (y justificar) “lo que haga falta” con tal de estar ahí y triunfar. En otros casos está presente el “atrapamiento”: los deportistas temen fracasar, no responder a las expectativas de los demás y/o quedarse sin su principal fuente de gratificación material y emocional. Se encuentran atrapados en el deporte y no pueden renunciar o ser despedidos, por lo que aguantan carros y carretas hasta que encuentran la oportunidad de escapar con un mínimo de decoro y protección de su autoestima y sus intereses. Además, está el liderazgo tradicional en el deporte, de corte muy autoritario y a veces déspota, con una permisividad que no existe en otros contextos del primer mundo. Por ejemplo: se suele aceptar que el entrenador grite a los deportistas, les ridiculice o les insulte  sin que nadie se escandalice. En relación con este estilo de liderar, suelen ser habituales una mala comunicación ascendente (de deportistas a  entrenadores y directivos) que dificulta expresar quejas o descontentos, y las consecuencias negativas, inmediatas o retardadas, que provoca discrepar o tener opiniones propias. Por último, está la fuerza del grupo. A casi nadie, y menos a un deportista joven, le gusta ir contra corriente, sin el apoyo de sus compañeros (¿Me voy a suicidar, yo solo? ¿Voy a ser el único héroe? ¿el “pringado” que sacrifica su cabeza?).

Por todos estos motivos, el grado de tolerancia de los deportistas suele ser muy elevado (¿Quién quiere inmolarse?), y esto favorece el abuso de poder de algunos entrenadores que, quizá sin darse cuenta, consideran que puesto que se acepta, cualquier método es válido. Está claro que en una sociedad avanzada no debería haber abusos, y por eso se les debe exigir a los que lideran que ejerzan el mando bajo la ética de no aprovecharse de la tolerancia “obligada” de sus liderados. En el caso de los deportistas jóvenes de élite es fácilmente entendible que estén dispuestos a tolerar “lo que sea” con tal de seguir en el carro, por lo que la responsabilidad ética de los entrenadores y los directivos es enorme.

¿Cómo actuar? Por un lado, es clave que las organizaciones (federaciones, clubs, escuelas…) establezcan los cauces adecuados para que los deportistas puedan tener voz, sin que por ello pierda autoridad el entrenador. Paralelamente, los entrenadores debemos mejorar nuestro estilo de liderazgo para dirigir con la firmeza y la  exigencia que procedan, pero sin abusar. Alta exigencia y respeto no son incompatibles. Al contrario, es responsabilidad del entrenador hacer que coexistan: entre otras medidas, abriendo vías a los deportistas para que puedan hablar con libertad y discrepar sin sentirse amenazados. Los entrenadores (y cualquier director que lidere) tenemos que manejar la discrepancia con naturalidad, sin ponernos a la defensiva ni pensar que por ello perdemos autoridad, usándola como una buena oportunidad para la reflexión y la negociación constructiva, una ocasión de oro para involucrar a los deportistas de forma más sólida y duradera. Asimismo, es importante que deportistas, entrenadores y directivos desarrollemos nuestras habilidades de comunicación para poder expresarnos con eficacia, utilizando la dosis de asertividad que sea razonable en cada situación; una faceta en la que los psicólogos del deporte pueden ayudarnos.

Aún así, es muy probable que los que formemos parte de una organización (en el deporte, la empresa o cualquier otro campo) continuemos estando condicionados por un cierto temor a perder lo que tenemos y valoramos (sobre todo en tiempos de pocas alternativas), aunque en menor medida si se ponen en marcha medidas como las señaladas. Una mejora que puede ser muy beneficiosa para el funcionamiento de los equipos y las personas. En cualquier caso, se deben seguir respetando y comprendiendo las posturas de tolerancia "políticamente correctas" que preservan la supervivencia (¿Me suicido? No, gracias) y las denuncias de los que ya no están. Éstas no deben sacarse de su contexto, algo que puede suceder con el paso del tiempo, y obviamente no sirven para cambiar lo que ya es agua pasada, pero pueden aprovecharse como punto de partida para reflexionar y prevenir futuros excesos.

Chema Buceta
12-10-2012

twitter: @chemabuceta

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