domingo, 15 de julio de 2018

EL PSICÓLOGO, UNO MÁS

"Ahora que sé lo que puede hacer un psicólogo en un equipo, echo de menos no haberlo tenido cuando yo era jugador" (comentario de un ex-jugador internacional de fútbol con el que coinciden muchos otros deportistas de élite ya retirados). 




En estos días, hemos sabido que Luis Enrique será el nuevo seleccionador español de fútbol y que con él llegará un equipo técnico de su confianza formado por un entrenador ayudante, un preparador físico y un psicólogo deportivo. Este psicólogo es Joaquín Valdés, antiguo alumno del Máster en Psicología del deporte de la UNED y, posteriormente, profesor de ese mismo Máster cuando su actividad profesional se lo ha permitido. La presencia de Valdés en el equipo de Luis Enrique no es una novedad, ya que este, desde su primera etapa como entrenador en el Barcelona B, siempre ha contado con él. Para Luis Enrique, el psicólogo es uno más, y así lo ha demostrado en todos los equipos que ha entrenado.
 
La noticia, sin embargo, es que la presencia de un psicólogo en el deporte de élite ya no es noticia. Lo habría sido hace algunos años, cuando Joaquín Valdés, todavía en el siglo pasado, fue alumno de ese Máster y afrontó sus primeros retos profesionales en el Sporting de Gijón, pero ahora es agua pasada. La trayectoria exitosa de Valdés y de otros psicólogos del deporte bien formados, proporcionando buenos servicios a deportistas y entrenadores de diferentes especialidades, ha contribuido a cambiar la percepción que, en general, se tenía del psicólogo como recurso excepcional para atender a deportistas con una disfunción patológica. Afortunadamente, en la actualidad se comprende y acepta que hay psicólogos especializados en diferentes campos, y que, si bien algunos lo están para tratar patologías como, por ejemplo, la depresión, que también pueden sufrir los deportistas, otros, los psicólogos del deporte, son expertos de la preparación psicológica para optimizar el rendimiento deportivo. 
 
Es cierto, no obstante, que todavía hay muchos entrenadores, deportistas y clubes que ignoran las ventajas de contar con un psicólogo del deporte, y también que, en otros casos, aun valorándose tales ventajas, los recursos económicos son limitados o no se conoce a un psicólogo bien preparado en quien confiar. Sin embargo, cada vez son más los proyectos deportivos, en la élite o la base, que incorporan al psicólogo como uno más: con una implicación mayor o menor en función de las necesidades y los recursos, pero considerándolo un actor más cuya función se aprecia y del que nadie se extraña.
 
El psicólogo del deporte es un especialista de la preparación mental, y el propósito de esta es contribuir a que los deportistas rindan lo mejor posible. Por tanto, el psicólogo debe conocer los objetivos deportivos y, en la medida posible, detectar e incidir en todo aquello que pueda afectar al funcionamiento mental de los deportistas con vistas a conseguir tales objetivos. Con este propósito, su actuación conlleva observar y analizar el entorno, las necesidades y el comportamiento de los deportistas, los entrenadores y cualquier otro actor implicado, incluyendo la interacción entre todos ellos; y requiere saber cuándo, cómo y sobre qué aspectos debe intervenir. Un error de psicólogos mal preparados o con poca experiencia, influidos por el entusiasmo, la ansiedad o la presión de quienes les contratan, es hacer cosas simplemente porque “algo tienen que hacer” (aunque de alguna forma lo justifiquen), como si observar y analizar para poder actuar cuando sea necesario, no fuera ya una tarea de suma importancia.
 
La actuación de un psicólogo del deporte puede tener distintas facetas y llevarse a cabo de diferentes maneras y desde distintas posiciones respecto a quienes reciben sus servicios. Por ejemplo, se puede centrar en asesorar al entrenador, el director deportivo o un directivo, trabajar directamente con los deportistas (en el caso de un equipo, todos o algunos) o hacer un poco de todo (entrenador, deportistas, directivos…); asimismo, puede realizar su cometido de manera más o menos directiva (bien aportando opiniones y consejos, bien ayudando a reflexionar, encontrar las respuestas y tomar decisiones, bien ambas cosas). Puede ocuparse de necesidades muy concretas (por ejemplo, la ansiedad de un delantero que no marca goles), intervenir en asuntos más habituales y globales (ayudar al entrenador a preparar sus reuniones con los deportistas para que tengan un impacto psicológico favorable), participar en la planificación deportiva (planteando las necesidades psicológicas en cada periodo, anticipando el impacto psicológico…), ayudar a los protagonistas en sus temas personales (preocupaciones, dudas, problemas...), anticipar y prevenir situaciones difíciles o aportar sus conocimientos en cualquier otro asunto que lo requiera; y puede trabajar formando parte del cuadro técnico de un equipo (el caso de Valdés) o de un deportista individual, atendiendo a diferentes equipos y deportistas como psicólogo de un club o una federación, contratado a nivel particular, etc.; es decir, desde diferentes posiciones, según se acuerde. 
 
En cualquier caso, el psicólogo debe estar bien preparado y no ser un mero entusiasta. Evidentemente, tiene que tener su titulación universitaria como psicólogo, pero, además, debe ser un experto en el campo específico de la Psicología del deporte (es decir, no vale cualquier psicólogo), conocer el deporte en el que trabaje y saber estar en este ocupando un lugar discreto, sin asumir un protagonismo principal que no le corresponde (en general, cuanto menos se sepa de él fuera de su entorno, mejor). Obviamente, no tiene que ser un hincha, y sí un ejemplo de control emocional y objetividad. Por supuesto, debe comprender y tener en cuenta las circunstancias que rodean a los protagonistas (contratos, patrocinadores, obligaciones extradeportivas, popularidad, medios de comunicación…), así como sus estados de ánimo, cuyas fluctuaciones en el deporte de élite pueden ser muchas y muy bruscas; y tiene que actuar con mucha prudencia, salvaguardando la confidencialidad de sus cometidos y conversaciones.
 
En los deportes individuales, el psicólogo suele trabajar directamente con el deportista para que desarrolle habilidades psicológicas que le permitan autorregular su funcionamiento mental en beneficio de su rendimiento; y en bastantes casos, también con sus entrenadores para optimizar el plan de entrenamiento, la comunicación entre ambos y la mejor estrategia psicológica en las competiciones. En los deportes de equipo, si bien con deportistas jóvenes es conveniente que el psicólogo entrene a los jugadores para que aprendan habilidades y se fortalezcan mentalmente, al tiempo que asesora y a veces entrena a sus entrenadores, directivos y padres, en la élite, lo más aconsejable suele ser que sobre todo trabaje como asesor del entrenador y, además, esté disponible para ayudar individualmente a los deportistas que lo necesiten y de forma voluntaria lo demanden. 
Cuando Luis Enrique llegó al Barcelona, dijo que “el psicólogo era para él”; y, de hecho, la función principal de Joaquín Valdés ha sido asesorarle para optimizar su funcionamiento como entrenador en sus diversas facetas, e influir así, favorablemente, en la preparación psicológica del equipo. Seguramente, también haya trabajado de forma directa con algunos jugadores (siempre de manera muy confidencial), pero su aportación fundamental, muy valiosa, ha sido como asesor del entrenador. Este es un modelo de trabajo que, supongo, prevalecerá también en la selección, con un psicólogo experimentado que, integrado como uno más en el equipo técnico, cuidará de lo psicológico y asesorará convenientemente al seleccionador.
 
Luis Enrique ha demostrado su valía como entrenador en la élite del fútbol; y una de sus principales fortalezas es la apuesta por el psicólogo del deporte como uno más. Así ha sido desde sus primeros pasos con el Barcelona B. Con convicción ha asumido la importancia de contar con el especialista de lo mental, y por eso, al negociar sus contratos con los diferentes clubes y ahora la federación, ha impuesto la presencia del psicólogo en su equipo técnico. Evidentemente, no todos los entrenadores pueden negociar con la misma fuerza, pero el mensaje del nuevo seleccionador, corroborado por otros muchos ejemplos, es que el psicólogo del deporte no es un lujo o un remedio ocasional, sino un actor necesario que, como los demás actores, no garantiza el éxito final, pero contribuye significativamente al proceso que aumenta las posibilidades de conseguirlo.
 
Chema Buceta
15-7-2018
@chemabuceta