jueves, 23 de agosto de 2012

¿DEFENSA INTERMITENTE?



(Reanudo el blog con este artículo sobre baloncesto y asuntos relacionados).


Se preguntaba Pedro Martínez, entrenador del Gran Canaria y uno de los mejores técnicos de España, si tras lo visto en los Juegos Olímpicos debemos poner en cuarentena la creencia de que los campeonatos se ganan en defensa. Está claro que la defensa no ha sido el punto fuerte de los campeones (hombres y mujeres) en Londres, como tampoco lo es, habitualmente, en la NBA o la WNBA. La apabullante superioridad de los Estado Unidos en ataque ha hecho innecesario un esfuerzo defensivo intenso y continuado: bastaba con defender al 50% o 60%, y en algún momento apretar un poco más, para mantener al equipo contrario en un marcador lejano, salvo que éste, como sucedió en la final, tuviera un día excepcional en el porcentaje de acierto (y aún así no defendieron mejor, sino que continuaron confiando en su capacidad anotadora). En el caso de las chicas ha sido aún más claro. Y ocurrió igual en el pasado mundial de 2010, donde les fue suficiente defender lo justo. ¿Es ésta la situación de los demás equipos del planeta? ¿Se pueden permitir una defensa a medio gas?
Curiosamente, es del baloncesto universitario de los Estados Unidos, de enorme influencia en los años setenta y ochenta en los entrenadores de gran parte de Europa, del que llega la idea de que defender es la clave del éxito. Los grandes entrenadores americanos del momento nos enseñaron eso, y nosotros lo aplicamos. El gran avance del baloncesto español a nivel de selecciones y clubes, se debe en gran parte a la defensa. Nos convertimos en uno de los países donde mejor se defiende. Nuestros entrenadores insisten en la faceta defensiva desde el primer entrenamiento, y nuestros jugadores lo asimilan desde pequeños. Algunos triunfan gracias a que son grandes defensores, y nuestros equipos ganan partidos y campeonatos defendiendo mejor que los contrarios, atrapándolos con nuestra extraordinaria defensa.¿Debemos cambiar eso?
En la actualidad, no nos fijamos como antaño en el ejemplo de los equipos universitarios norteamericanos, pero en general su filosofía sigue siendo esa: defense, defense and defense! con un énfasis notable, además, en el tiro de tres puntos y, por supuesto, como siempre, en el rebote. Y es allí, en esas universidades,  donde, salvo algunos casos,  se sigue desarrollando el talento de la mayoría de los grandes jugadores que llegan a la NBA y la WNBA o juegan en las ligas profesionales de todo el mundo. Mientras están en College defienden como jabatos; pero muchos de ellos, una vez superada esa etapa, cambian el chip y abandonan el esfuerzo defensivo que obsesionaba a sus entrenadores. ¿Por qué?
Existen varias explicaciones. Una de ellas es que la mayoría de los que juegan en otros países son jugadores a los que se exige meter muchos puntos, y eso hace que se dosifiquen en defensa para poder jugar más tiempo y con menos desgaste, teniendo así más posibilidades de anotar. Otras veces son ellos mismos quienes, sin que se lo pidan, buscan eso mismo para enriquecer sus estadísticas personales con los números que más se valoran en el mercado de los fichajes (puntos, rebotes y asistencias). Sus propios agentes lo estimulan, conocedores de lo que se tiene más en cuenta para colocarlos. En defensa sólo se valoran, y menos, las recuperaciones de balón, los tapones y los rebotes defensivos, y eso hace que algunos jugadores también se centren en eso, pero ¿dónde están las estadísticas de otras acciones defensivas: penetraciones detenidas, bloqueos superados, anticipaciones en los cortes, ayudas, rotaciones, bloqueos de rebote…? ¿En que medida se valorarían si las hubiera?
En la NBA y la WNBA es evidente que el valor del espectáculo predomina sobre el del propio deporte, y de ahí que se fomente el juego de ataque sobre las defensas y que los jugadores aprendan pronto que es más importante meter puntos que evitar los del contrario. Yo lamento que sea así, Admiro la belleza de una buena defensa y disfruto de la emoción intensa que provoca, incomparablemente superiores a las de los puntos con oposición exigua que suben al marcador con rutinaria monotonía. Pero la realidad es esa, y por supuesto respeto que otros no sientan lo mismo.
Esta forma de jugar es especialmente nociva en el caso de las chicas, ya que muchas de ellas compaginan la WNBA en verano, con las competiciones en otros países en invierno. Sin ir más lejos, hace dos días presencié un partido en Los Ángeles, y comprobé, una vez más, lo que lamentablemente ya sabía: defensas al 60% ausentes de segundos y terceros esfuerzos, muy pocas ayudas y, en general, una intensidad intermitente que permitía jugar con comodidad a las atacantes contrarias. En el último cuarto, el equipo que iba perdiendo apretó un poco más y eso le ayudó a acercarse, pero fue insuficiente. Al final, todos parecían contentos: la jornada laboral había terminado. Hasta mañana. En un par de meses, la mayoría de estas jugadoras estarán en equipos europeos ¿cómo jugarán?
La tendencia a defender más o menos al 60% con esfuerzos intermitentes, se puede observar con cierta frecuencia en la Euroliga femenina, la competición más importante de Europa, y por supuesto en las competiciones locales. Las jugadoras estrella que vienen de la WNBA marcan dicha tendencia y sus equipos, en gran parte, la siguen. El resultado en algunos casos no puede ser peor. Que se lo pregunten al Ekaterimburgo ruso, que año tras año fracasa a pesar de su desorbitado presupuesto; o a los turcos del Fenerbache y el Galatasaray, repletos de “funcionarias” con mucho cartel, excelentemente remuneradas; o al desaparecido Ros Casares de Valencia cuando ¿incomprensiblemente? perdió la Copa de la Reina con su poderoso ejército de grandes estrellas. Y al revés, ¿cómo se explica el gran éxito del Rivas Ecópolis siendo subcampeón de Europa frente a auténticos “gigantes”? La defensa es la respuesta.
Esta realidad debería hacer pensar a directivos y técnicos que necesitan jugadores capaces de adaptarse a un baloncesto en el que la defensa inteligente e intensa, sin intermitencias, juega un papel fundamental.  Y por supuesto, es clave que los entrenadores prediquen la defensa en su parlamento y entrenamientos diarios, que tengan una buena comunicación con sus jugadores estrella y sepan negociar con ellos para involucrarlos en el esfuerzo defensivo colectivo que el equipo necesita para ganar. La gran mayoría de los jugadores norteamericanos saben defender y lo han hecho antes. Pero hay que motivarlos y convencerlos para que lo hagan ahora. Evidentemente, habrá que pedirles el esfuerzo que sea razonable en función de sus condiciones y rol en el equipo; pero no se debe eludir esta exigencia mirando para otro lado con tal de tenerlos contentos. Si los americanos defienden, los demás defienden más aún y las posibilidades de ganar aumentan (y el verdadero espectáculo del baloncesto, también mejora) ¿Defensa? ¡Sí, por favor! 

Chema Buceta
23-8-2012

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martes, 14 de agosto de 2012

PSICÓLOGOS DEL DEPORTE: ¡BUEN TRABAJO!






Los Juegos Olímpicos han vuelto a mostrar la trascendencia de los aspectos psicológicos en el alto rendimiento. Los grandes campeones, entre otras habilidades, tienen las de motivarse, confiar en sí mismos, perseverar, superar las decepciones, controlar el estrés, tolerar el cansancio mental, concentrarse en lo que depende de ellos, controlar su comportamiento… En muchos casos, estas habilidades se han desarrollado a partir de unas condiciones innatas y como parte del proceso de aprendizaje que el mismo deportista ha desarrollado a través de su propia experiencia, sin una ayuda específica. Lo podemos observar en muchos deportistas de élite que psicológicamente funcionan a un altísimo nivel la mayor parte del tiempo (aunque a algunos les falta un plus que echan en falta en los momentos más críticos).
Asimismo, tanto los entrenadores como otros miembros del staff técnico y sanitario, y también algunos directivos, cada vez están mejor preparados en lo que respecta a lo psicológico, y eso contribuye, en bastantes casos, a que las condiciones ambientales que rodean a los deportistas favorezcan un buen funcionamiento mental. En estos Juegos, hemos visto a muchos entrenadores aplicando eficientemente la Psicología: por ejemplo, dando mensajes apropiados para potenciar la autoconfianza y lograr la mejor concentración.
Pero además, aún a falta de un análisis detallado, la participación de los psicólogos deportivos en estos Juegos debe considerarse relevante. Básicamente, el papel del psicólogo puede centrarse en asesorar a los entrenadores sobre las cuestiones psicológicas que afectan a los deportistas y/o trabajar con éstos de manera específica para que adquieran y perfeccionen habilidades psicológicas que les ayuden a autorregular su funcionamiento mental. En Londres, varios deportistas han declarado públicamente haber trabajado con psicólogos, e incluso les han agradecido su decisiva contribución, lo que supone un importante reconocimiento a la figura del psicólogo del deporte. Además, sé de otros psicólogos de diversos países, algunos de ellos profesores y antiguos alumnos del Master en Psicología del Deporte de la UNED (lo cual nos enorgullece) que han participado activamente en la preparación de deportistas olímpicos. Ya había sucedido en Juegos anteriores, pero en éstos el número ha crecido. Algunos no han estado en Londres, pero han realizado un gran trabajo previo; y otros han complementado éste con su presencia y apoyo in situ. Lo mejor de todos ellos es que han sabido desempeñar su cometido en el silencio del anonimato y el respeto a la confidencialidad que deben presidir el trabajo de un psicólogo. No ha habido efusivos abrazos a los deportistas en los banderines de córner tras meter un gol, al finalizar sus ejercicios o conseguir las medallas, ni apariciones en los medios de comunicación para presumir de los éxitos. La presencia de los psicólogos no se ha notado. El protagonismo, como debe ser, lo han tenido los deportistas y sus entrenadores. Nosotros hemos estado detrás, aportando un grano de arena que ha sido bien valorado.
Estos Juegos de Londres han sido un paso más para consolidar la presencia de los psicólogos en el deporte de alta competición. Si bien es cierto que todavía son muchos los deportistas que no trabajan con psicólogos (y de hecho, muchos no necesitan hacerlo) a nadie le sorprende ya que un deportista declare que sí lo hace. Y los propios deportistas lo expresan con naturalidad. A estas alturas, pocos piensan que el deportista que trabaja con un psicólogo es porque está loco o tiene un problema personal o de salud mental. Al contrario, se comprende perfectamente que el psicólogo ayuda a optimizar el rendimiento deportivo entrenando al deportista para que desarrolle su potencial mental. Y esto, sin duda, supone un gran avance.
Es muy posible que bastantes deportistas y equipos que han fracasado en los Juegos o se han quedado muy cerca de logros más importantes, lo atribuyan en gran parte a aspectos relacionados con el funcionamiento mental. Muchos de ellos, seguramente, no habrán contado con la ayuda de un psicólogo del deporte. Es evidente que la presencia de éste no habría garantizado un resultado mejor (pues no es el mago de la varita mágica) pero en principio lo habría hecho más probable. Una reflexión interesante para futuros proyectos. Mientras tanto, enhorabuena a todos los psicólogos del deporte por vuestra gran aportación.

(Los Juegos Olímpicos han terminado y el blog se toma un pequeño respiro. Gracias a todos por seguirlo. Continuará…)

Chema Buceta
14-8-2012

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domingo, 12 de agosto de 2012

¡QUEREMOS GANAR, PODEMOS HACERLO Y NO TEMEMOS PERDER!





Hoy hemos asistido a un partido de baloncesto de los que dejan huella: la final de los Juegos Olímpicos entre Estados Unidos y España. El primero, incuestionable favorito del torneo, con grandes estrellas de la NBA y una aplastante superioridad en casi todos sus encuentros anteriores, se enfrentaba a un equipo español que había llegado a este partido pasando muchas dificultades. A pocos les habría sorprendido una victoria de los americanos por quince o veinte puntos, e incluso más; y que España, aliviada tras el sufrimiento de los partidos previos y el indiscutible mérito de la plata, se hubiera “conformado” con cumplir el trámite decorosamente. Pero no fue así. La ambición de este carismático equipo español que tantas alegrías ha dado, venció al conformismo; y esa extraordinaria motivación por conseguir el oro, sustituyó al estrés que otros días minimizó el rendimiento de nuestros jugadores. Los efectos no se hicieron esperar: Desde el inicio, España jugó con energía y confianza, una buena lectura del juego y, a diferencia de partidos anteriores, unos porcentajes de acierto en el tiro muy altos; así, tras un encuentro extraordinario, estuvo a punto de de lograr una victoria histórica.
En cualquier actividad, la ambición es un elemento fundamental para superar los propios límites; y al contrario, su ausencia favorece el conformismo y el acomodamiento. Lo comenté al hablar de Federer tras vencer en Wimbledon y hoy hemos asistido a otra impresionante lección. ¡Queremos ganar!
Pero no es suficiente. La ambición debe ir acompañada de una  sólida autoconfianza: la firme creencia realista de que aunque sea difícil, el objetivo se puede lograr. Este ha sido otro de los puntos fuertes del equipo español: ha confiado en que podía ganar, y no era una confianza a ciegas que le habra ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽en que podía hacerlo; y no era una conianza a ciegas, que habro  la amenza del fracaso.podrandes logros. res que en otía perjudicado, sino basada en experiencias previas que la avalaban, como la final de Pekín. ¡Podemos hacerlo!
El tercer elemento es que la motivación predomine sobre el estrés: el deseo de ganar sobre el miedo a perder, el reto de la victoria sobre la amenaza del fracaso. Hoy no hemos visto al equipo temeroso de los cuartos de final y la semifinal, amenazado por la posibilidad de no estar en la final, sino al que, por encima de todo, deseaba ser campeón olímpico. ¡No tememos perder!
En estos Juegos hemos podido observar otros ejemplos similares: como los de la selección de fútbol de México que consiguió el oro; o las selecciones femeninas de waterpolo y balonmano de España, plata y bronce respectivamente. Ambicionaron objetivos altos en los que creyeron y lucharon por ellos; fortalecieron la autoconfianza con los éxitos parciales a lo largo del torneo; y aprovecharon que jugaron sin la presión de los favoritos (como España de baloncesto, hoy) guiados por la motivación de ganar más que por el temor al fracaso.
Motivación elevada, autoconfianza sólida y control del estrés: las tres llaves psicológicas del éxito.

Chema Buceta
12-8-2012

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viernes, 10 de agosto de 2012

"ESTOY ELIMINADO, PERO LO HE PASADO MUY BIEN"





A muchas personas, a mi también, les están sorprendiendo las caras, sonrisas y comentarios de felicidad, nada más terminar sus pruebas, de muchos atletas españoles que quedan eliminados a las primeras de cambio o rinden por debajo de lo esperado. Comentarios como “Estoy bastante satisfecho” o “me he divertido mucho” contrastan con la decepción que se espera de alguien que no consigue un buen resultado; sobre todo en unos Juegos Olímpicos, donde se representa a un país que sigue a los deportistas con entusiasmo, y se supone que se compite para ganar o clasificarse entre los mejores.
No entro a valorar si se justifica una representación de atletas tan numerosa y con tan pocas posibilidades de alcanzar un resultado decoroso; aunque es lógico que haya despertado tantas críticas, porque resulta muy decepcionante para el espectador que nuestros atletas, día tras día, caigan eliminados como moscas; y si bien se puede entender mejor que algunos jóvenes sin posibilidades compitan para adquirir experiencia, se comprende peor que participen veteranos sin futuro a modo de premio.
En cualquier caso, se trata de los Juegos Olímpicos, no de un evento cualquiera, y se espera que los que participan no vayan simplemente a mejorar su marca del año, sino a luchar por una clasificación digna; por lo que en caso de no conseguirlo, es entendible que se perciba como una irresponsabilidad el salir de la pista tan contento. Porque no hay que confundir el ser positivo y asimilar las derrotas con deportividad y un espíritu constructivo, con dar la sensación de que pasas, vas a lo tuyo y te importa un pimiento estar eliminado. Seguramente a la mayoría de los atletas no les sucede esto, pero esa es la impresión que más de uno está dando.
Incluso cuando se ha batido la mejor marca personal, que es lo mínimo que se debería exigir en unos Juegos Olímpicos, los atletas deberían comprender y respetar el sentimiento de los espectadores que les apoyan, sobre todo cuando participan en una competición de gran repercusión social y, en gran parte, están viviendo del dinero público. Obviamente, no se trata de que salgan llorando, pero sus declaraciones deberían mostrar un mayor respeto. Comentar algo así como “he hecho lo que he podido, y siento mucho no haber podido hacer más; espero aprender la lección de cara al futuro”, sin reírse ni decir “me he divertido mucho” o “estoy muy satisfecho con mi actuación” es una declaración digna y respetuosa en sintonía con la decepción del espectador; y éste, en muchos casos, sin duda lo agradecería.

Chema Buceta
10-8-2012

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miércoles, 8 de agosto de 2012

"SE LES ENCOGIÓ EL BRAZO"



España ha vencido a Francia en los cuartos de final de baloncesto masculino. En el último cuarto, a falta de un minuto y medio para el final, el equipo español ganaba por un punto tras un parcial de ¡7-4 en los ocho minutos y medio de ese cuarto! Jugadores profesionales de altísimo nivel, algunos de ellos en la NBA, fallaban y fallaban sus tiros de tres, de dos y hasta de uno, como si fueran principiantes; y no es que las defensas fueran implacables: al contrario, salvo acciones esporádicas y el gran trabajo de Llull sobre Parker, se centraron en proteger las zonas cercanas a la canasta y permitieron bastantes tiros cómodos que los atacantes erraron. Utilizando una expresión propia del baloncesto, “se les encogió el brazo”.

¿Qué explicación tiene ese bajo rendimiento en jugadores tan experimentados y laureados? Sólo hay una: la excepcional trascendencia del partido les ha superado. No importa que hayan jugado finales de la NBA o cientos de partidos de gran importancia; los Juegos Olímpicos son únicos: una cita especialmente estresante como no hay otra en el deporte. Sólo se juegan cada cuatro años, y su repercusión social es gigantesca. El partido de hoy lo ha mostrado.
El estrés es una reacción del organismo ante situaciones que le resultan amenazantes (como un partido de estas características). Y nadie se libra de él, por muy bueno que sea en lo suyo. Las grandes estrellas del deporte también lo sufren, aunque la mayor parte de las veces son capaces de controlarlo e incluso de transformarlo en motivación. Pero en momentos muy críticos, y más en partidos de gran trascendencia, puede ocurrir, como hoy, que el estrés minimice su rendimiento. Sus efectos son claros: provoca un exagerado aumento del nivel de activación (el organismo se activa más de lo necesario) que por un lado, estrecha el foco de atención (la atención del jugador no capta todo lo que debería) y favorece una peor lectura del juego (y, por tanto, peores decisiones); por otro, incrementa la tensión muscular, el agarrotamiento del cuerpo, y eso afecta a la precisión de los pases y los lanzamientos. Es decir, peores decisiones sobre cómo, cuándo, quién y desde dónde tirar, y peor ejecución de los tiros. ¿Os suena a los que habéis visto el partido?
En este agónico partido, el estrés no se presentó por sorpresa en el último cuarto, aunque fuera en éste cuando más se hizo notar; sino que saludó desde el inicio con evidentes síntomas de agarrotamiento general, ausencia de frescura, falta de segundos y terceros esfuerzos en defensa, escaso ímpetu para robar el balón y correr, juego muy conservador, malas decisiones en ataque y poca precisión (los porcentajes de acierto en el tiro fueron bastante deficientes; en tiros libres, por ejemplo, ninguno de los dos equipos alcanzó el 70%). Como colofón, en el último minuto, con el partido ya decidido, influyó en las lamentables acciones violentas de algunos jugadores franceses, fruto de la frustración y el exceso de tensión acumulada.
España ha ganado este partido y está en semifinales, pero tanto en éste como en otros encuentros menos trascendentes, ha mostrado síntomas de estrés incontrolado que han afectado su rendimiento. En el pasado, estos jugadores y este equipo han sido capaces de enfrentarse a situaciones de enorme trascendencia controlando el estrés que las rodeaba y rindiendo a un altísimo nivel; pero por algún motivo, en Londres, de momento, no está sucediendo eso, y es el estrés el que, más de lo que debiera, controla a nuestra selección. Esperemos que, como otras veces, cambie esta tendencia y nuestros jugadores jueguen con la intensidad, frescura, velocidad, creatividad, buena lectura y alta precisión a la que nos tienen acostumbrados.

Chema Buceta
8-8-2012

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martes, 7 de agosto de 2012

MEDALLAS: PREMIO A LA PERSEVERANCIA





Hoy ha sido una buena jornada para España. Marina Alabau (vela), Javier Gómez Noya (triatlón) y Ona Carbonell y  Andrea Fuentes (natación sincronizada) han ganado medallas. Los dos primeros fueron cuartos en los Juegos de Pekín, y cuatro años más tarde se han sacado la espina. Los cuartos y quintos puestos tienen un valor enorme que, sin embargo, queda eclipsado por las medallas, el gran objetivo de los que, como estos campeones, destacan más en su deporte. La reacción de los deportistas puede ser diversa. Los hay que valoran lo alcanzado y, al mismo tiempo, añoran la medalla que estuvo tan cerca. Y los hay que sienten una rabia y una frustración enormes por no haber conseguido el metal tan ansiado. Unos y otros, si aún tienen edad para ello, suelen plantearse de nuevo el objetivo de la medalla para los siguientes Juegos ¡dentro de cuatro años! En principio es un objetivo realista, pues lo han estado rozando; pero se encuentra demasiado lejos, y aunque para muchos deportistas es la meta que justifica su esfuerzo (y sus ingresos), no todos son capaces de perseverar lo suficiente como para seguir en la brecha con la ambición y la dedicación necesarias. Marina y Javier lo han hecho, demostrando así, no tanto por la medalla, que también, sino por su perseverancia, su talla de grandes campeones. Además, su actuación fue impecable. Marina se mantuvo en primera posición desde el primer día de competición, manejando la presión que conlleva el liderato: mayor si cabe por las continuas expectativas de oro puestas en ella. Javier se puso a la cabeza desde el inicio y corrió con mucha inteligencia, superando los fantasmas de la pájara que en Pekín le privó del pódium. Y qué decir de las chicas de sincronizada. Es evidente que si no hubieran sido perseverantes no habrían conseguido tan sobresaliente éxito. ¿Cuántas veces habrán repetido ese bellísimo ejercicio a ritmo de tango, hasta dominarlo con la maestría que han mostrado? Las medallas, el éxito en cualquier ámbito, son el resultado de varios factores: el talento, la planificación, los medios… y uno de los más importantes es la perseverancia; es decir la capacidad de insistir en el esfuerzo necesario para conseguir el objetivo que uno se ha propuesto, superando altibajos, contratiempos, reveses, vanidades, y también la tentación del acomodamiento. Para todos los campeones, las medallas son un gran premio a su perseverancia. Entre ellos, además de los españoles, quiero destacar a Félix Sánchez, de la República Dominicana, oro en los 400 metros vallas. Fue campeón olímpico en Atenas 2004, no lo consiguió en Pekín, y ahora, ¡ocho años después! vuelve a lograrlo. ¡Qué grande!

Chema Buceta
7-8-2012

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lunes, 6 de agosto de 2012

¿ESPECTÁCULO DEPORTIVO O BOTELLÓN?





He asistido en directo a una de las sesiones de vóley-playa. Partidos de octavos de final; y por tanto, de la máxima trascendencia. Nunca vi nada parecido, a pesar de haber estado en numerosos eventos deportivos. Comprendo que el marketing se haya introducido en el deporte para contribuir a que éste sea más rentable en lo económico (rentabilidad que el deporte necesita), y asumo que entre otras estrategias, cuya exageración no comparto, se adornen los partidos con música marchosa, cheerleaders ligeras de ropa, locutores gritones, mascotas, concursos en los tiempos muertos, sorteos, repartos de globos y otras ocurrencias para que el público se lo pase en grande, como si el propio partido no fuera suficiente. Lamento mucho, aunque lo respeto, que en mi deporte, el baloncesto, y también en otros, sea difícil asistir a un partido en el que, debido a toda esta parafernalia, puedas concentrarte en lo que sucede en la cancha, comentar con tu acompañante alguna que otra jugada sin quedarte ronco y no salir con dolor de cabeza.  Son los tiempos que corren. Lo superficial, lo anecdótico, predomina sobre lo esencial; lo bullicioso sobre lo reposado; el encefalograma plano sobre el intelecto; lo que rodea al deporte, sobre el mismo deporte.
Sin embargo, nunca pensé que se llegaría tan lejos como en el vóley-playa de estos Juegos de Londres. El campo estaba abarrotado de personas que quizá, ¿o quizá no?, fueron a presenciar dos trascendentes partidos nada menos que en unos Juegos Olímpicos; pero salvo una minoría, poco a poco se fueron desconectando hasta olvidarse de lo que sucedía en la cancha. Tres locutores se alternaban a los mandos del micrófono para motivar a la masa chillando y bailando. Sus gritos demandaban el rugido colectivo incluso durante la disputa del punto: “¿Quién va con Españaaaaaaa? ¿Quién va con Brasiiiiiiil? ¿Estáis pasando un buen ratoooooo? ¡Esto es Londres veinte doceeeeeeee!” Y qué decir de la música: alta y muchas veces inoportuna en relación con el juego, pero muy contagiosa, claro. El público se lo pasó en grande; y se lo habría pasado igual de bien si en lugar de competir cuatro deportistas de élite, en la arena hubiera habido malabaristas, acróbatas o gladiadores romanos. Eso era lo de menos. Lo importante era la marcha. Llegó un momento en que la gente estaba mucho más pendiente de ir al bar a por bandejas repletas de cervezas (que hicieron su efecto), tomarse infinidad de fotos, seguir el ritmo de la música, chillar sin ton ni son: “yuuuuuuu”, patear el suelo y hacer la ola. En un set de unos veinte minutos, conté que se hizo la ola ¡seis veces! Incluso durante la fase más crítica, jugándose los últimos puntos, predominó sobre el esfuerzo de los jugadores. Menos mal que cuando había un set-ball el locutor se encargaba de recordárnoslo (¡muchas gracias!) y nos instaba a ponernos de pie (por supuesto, el rebaño respondía) para ver el desenlace del último punto y poder patear y chillar a gusto fuera quien fuera el que ganara el punto.
La verdad es que nunca he visto una falta de sintonía tan grande entre lo que sucede dentro y fuera de la cancha; una falta de respeto tan lamentable por unos deportistas que disputan un partido de tanta trascendencia, y ¡en unos Juegos Olímpicos! Es posible que en el vóley-playa sea ésta la costumbre en los circuitos comerciales, donde los sponsors mandan; pero en los Juegos, debería ser el deporte lo que predominara. La música, el locutor y otros elementos adicionales no son incompatibles con el desarrollo de un partido siempre que se queden en un complemento y no eclipsen la esencia del propio partido. En estos mismos Juegos he visto muestras de uso razonable, como en el bádminton, el tenis de mesa o el waterpolo, y no por ello han disfrutado menos los espectadores. Es más, el disfrute de un espectáculo deportivo es mayor cuando los espectadores se involucran en lo que ocurre en la cancha, más que cuando desconectan y van por libre; cuando siguen con interés las jugadas; cuando cada vez entienden más, cuando sus emociones y su comportamiento son coherentes con el desarrollo y el desenlace del juego; y sobre todo, si esta sintonía se produce de forma unánime o muy mayoritaria. Ese ambiente único, con el público concentrado en el juego, admirando su belleza y sintiendo la emoción de cada jugada y su significado en el desenlace final es incomparable a una simple fiesta pachanguera de risotadas, fotos, gritos y bailoteos que no vienen a cuento, más propios de un ¿divertido? botellón. 
Los Juegos Olímpicos deberían servir para fomentar la educación deportiva del público: un mayor entendimiento del juego y de la forma de acompañarlo desde la grada, el amor del espectador por el mismo deporte más que por la diversión superficial que aporta lo que le rodea.  

Chema Buceta
6-8-2012

 ia dado﷽﷽﷽; y habrfiesta provoc´rtuna. El ambiente de fiesta provoco que demandaban el rugido colectivo: ¿Quique en mi deporte, ultiples﷽﷽ra motivar a la masa, con mcrconectando hasta olvidarse de lo que suced la parafernalia o respeto, que en mi deporte,

sábado, 4 de agosto de 2012

CONTROL MENTAL: MÁS CERCA DEL ÉXITO



Michael Phelps y Mireia Belmonte comenzaron mal su participación en estos Juegos, pero han sido capaces de recuperarse y conseguir brillantes resultados. Cuando se compite en varias pruebas en días sucesivos (a veces en dos en el mismo día) es fundamental estar centrado únicamente en la siguiente; y cuando ésta acaba, tanto tras el fracaso como tras el éxito, pasar la página y centrarse en la próxima prueba. No es fácil. Cada prueba deja una huella muy grande y conlleva un desgaste emocional considerable; y lo más natural es que el deportista se quede con el recuerdo y el análisis de lo sucedido y/o se deje llevar por la alegría de la victoria o el dolor de la derrota. La grandeza que han mostrado estos dos campeones ha estado, precisamente, en ser capaces de vencer a esta tendencia natural, haciendo un gran esfuerzo mental para desconectar de lo recientemente sucedido y afrontar las pruebas restantes en las mejores condiciones para logar el éxito.

En el caso de Mireia, me sorprendió que  a pesar de su decepción y las críticas recibidas por sus primeras actuaciones, reaccionara como lo hizo para ganar su primera medalla; pero sobre todo, que tras este éxito tan grande, tan impactante, con tanto reconocimiento, fuera capaz de desconectar del mismo y concentrarse en la siguiente prueba. La carrera que hizo en la final de los 800 metros fue fantástica, propia de una deportista con un gran control mental para tirarse al agua con la activación adecuada: no más acelerada, como podría esperarse en la euforia; o menos intensa, como sucedería en quien lo ha dado ya todo; y además, para mantener esa activación óptima durante una prueba tan larga, sin impacientarse, de menos a más, haciendo su carrera; al contrario que dos de sus principales rivales, quienes probablemente no supieron controlar la motivación que las inundaba, salieron como motos y fueron de más a menos.  Un claro ejemplo de cómo la motivación puede jugar en tu contra si no la controlas, y al revés, de cómo el control de las emociones ayuda a un mejor rendimiento.

¡Y qué decir de Phelps! No consigue el pódium en los 400 estilos. Lo hace muy bien en la segunda posta del relevo 4x100, pero el equipo no gana. Domina la final de 200 mariposa y la pierde en los últimos centímetros. Demuestra grandeza en la derrota con su sonrisa y sus declaraciones de gran deportista que sabe ganar y perder, y en quince minutos nada la final de 4x200 ganando el oro y batiendo el record de medallas en la historia de los Juegos Olímpicos. Pero no se conforma, y gana el oro en los 100 mariposa, en una carrera en la que fue detrás hasta los últimos metros.  ¡Qué fortaleza mental! ¡Qué capacidad de control! Y lo culmina con otro oro en otro relevo. Cuando ganó muchos oros en los Juegos de Atenas y Pekín se habló mucho de sus cualidades mentales, pero es ahora cuando en verdad las ha mostrado. En él éxito, con el viento a favor, se pueden observar detalles de fortaleza mental y es fácil encumbrar al todopoderoso campeón destacando sus cualidades excepcionales, pero es en la adversidad, sin la energía que aporta la victoria, cuando realmente se demuestra la auténtica fuerza psicológica. Para mi, el gran legado de Phelps no son sus veintidós medallas, sino la lección que ha dado en estos Juegos de Londres cuando ya no es el nadador demoledor de antaño, el hombre diez, el ser superior, sino alguien que aún siendo muy grande, debe luchar consigo mismo y superarse para poder triunfar.


Chema Buceta
4-8-2012


jueves, 2 de agosto de 2012

CUANDO APARECE EL CANSANCIO





En el día de hoy he asistido en directo a la competición de Badminton. En uno de los partidos de cuartos de final, ante seis o siete mil espectadores (¡Qué grandes son los Juegos Olímpicos!), Intanon Ratchanok, tailandesa de 17 años y número 10 del mundo, se enfrentó a la china Xin Wang de 26 y número 2. La de Tailandia ganó el primer set y en el segundo llegó a tener seis puntos de ventaja, lo que la acercaba claramente a la victoria. Sin embargo, aún yendo ganando, se podían observar en ella síntomas de cansancio que, a pesar de su ventaja, hacían dudar sobre el desenlace final. Acabó perdiendo el set gracias a errores propios más que a aciertos de su rival, y en el tercero y definitivo, cada vez más cansada y alejada de su rendimiento previo, dio la impresión de haber tirado la toalla: no del todo; pero sí lo suficiente como para darnos cuenta de que el partido había finalizado. ¿Por qué se produjo ese cansancio? ¿Le faltó preparación física? Podría ser. Pero si tuviéramos que analizarlo en profundidad, deberíamos explorar también la contribución de lo psicológico.
Casos como éste son frecuentes en el deporte. La explicación más sencilla es que el deportista, por unas razones u otras, no estaba en buena forma física. Se pasa la página y punto. Más difícil es analizar el cansancio no sólo en su vertiente física, sino también en la psicológica. El sobreesfuerzo mental de los deportistas para prepararse, mantener una disciplina de vida, renunciar a cosas atractivas, estar lejos de sus familias, adaptarse a lo que se les exige, concentrarse continuamente, controlar sus emociones, soportar el trabajo físico y el dolor, rendir al máximo nivel en las competiciones, asimilar el éxito y el fracaso, soportar las críticas, recuperarse, superar la adversidad, pasar la página, volver a ponerse las pilas, etc. provoca una fatiga mental que tiene un importante peso en el nivel general de cansancio.

En el caso de la joven Ratchanok, además del sobreesfuerzo relacionado con su preparación para los Juegos (probablemente muy larga) y con la propia competición olímpica de varios días, está el de hoy (físico y mental) para conseguir un rendimiento tan alto en un partido de tanta trascendencia, contra una rival de mayor experiencia y mejor ranking que ella, y ante tan numerosa y entregada audiencia. Muy probablemente, el control de sus emociones y su concentración justo antes y durante el mismo partido, le habrá producido un considerable desgaste que habrá contribuido a su cansancio.

“Antídotos” eficaces del cansancio son la motivación y la autoconfianza. Cuando los deportistas están motivados y confían en alcanzar su objetivo, generan una energía extra que puede “derrotar” al cansancio; si bien, eso no quiere decir que el sobre desgaste por el sobreesfuerzo no exista, manifestándose cuando esos “antídotos” pierden fuerza (la motivación decae; la autoconfianza se debilita) o, aún no siendo así, cuando el sobreesfuerzo es muy prolongado. Por tanto, potenciar la motivación y la autoconfianza ayudarán a controlar el cansancio, pero además es importante que los deportistas tengan espacios de descanso mental (no sólo de descanso físico) en los que desconectando de su actividad puedan cargar las pilas. En el caso de la tailandesa, es probable que el enorme sobreesfuerzo realizado haya acelerado la presencia del cansancio, pero que éste haya quedado eclipsado mientras la motivación y la autoconfianza permanecieron sólidas. Pero cuando éstas menguaron al cometer errores y perder el liderazgo en el marcador contra una rival superior, ese cansancio emergió y la jugadora no pudo controlarlo, produciéndose más errores y, consecuentemente, nuevas pérdidas de autoconfianza y motivación.

En el deporte y fuera de éste, el cansancio es una situación idónea para observar la fortaleza mental de las personas. Muchas funcionan bien hasta que se cansan, pero cuando están cansadas su rendimiento baja. Estas personas, y los que las rodean, deben aprender a dosificar su esfuerzo, potenciar su motivación y autoconfianza, y desarrollar estrategias para controlar las situaciones que puedan debilitar a éstas, sobre todo en los momentos más críticos y en presencia del cansancio.

Chema Buceta
2-8-2012

miércoles, 1 de agosto de 2012

"ESTABA MUY NERVIOSO"







El palista español Samuel Hernanz ha conseguido un meritorio quinto puesto (diploma olímpico) en la especialidad de K-1 de piragüismo de aguas bravas. Su actuación en la competición ha sido espectacular. En la final, a la mitad, había conseguido un tiempo extraordinario que de haberlo mantenido le habría dado la ansiada medalla, pero su ejecución posterior fue un poco peor. Una pequeñísima diferencia que le relegó dos puestos. Al finalizar, declaró: “Me he venido abajo físicamente y eso me ha dejado fuera… físicamente me ha costado porque estaba muy nervioso…” La actuación de Samuel tiene un enorme mérito, ya que supone un importante avance respecto al último mundial, donde según he oído, quedó decimotercero. Para lograrlo, es obvio que su funcionamiento físico, técnico, táctico y psicológico ha sido muy bueno la mayor parte del tiempo. Sin embargo, un pequeño bajón en el funcionamiento físico, que él relaciona con los nervios, le ha impedido alcanzar un objetivo mayor.

Experiencias como la suya son bastante frecuentes en el deporte, sobre todo en la alta competición y en especial en los Juegos Olímpicos, donde las diferencias son escasas. El deportista controla sus nervios (su ansiedad) la mayor parte del tiempo, pero en un momento concreto ese control disminuye, aunque sólo sea un poco, y la ansiedad influye negativamente en su funcionamiento físico (un “bajón”, más cansancio, más tensión muscular…) técnico (peor ejecución de los movimientos), táctico (peores decisiones, impulsividad…)  y mental (peor concentración…).  Como es lógico, el control de la ansiedad es más difícil, cuando ésta es mayor y/o el deportista tiene menos habilidades para controlarla. Por eso, por un lado, es importante eliminar o minimizar, en la medida posible, las situaciones que puedan aumentar la ansiedad; y por otro, preparar a los deportistas para que adquieran y perfeccionen sus habilidades de control. Este es, precisamente, uno de los principales objetivos del entrenamiento psicológico.

Desconozco si Samuel Hernanz se ha preparado específicamente para controlar esos nervios que, según él, han influido en una pérdida de funcionamiento físico que ha podido costarle la medalla, pero en cualquier caso parece claro que en un momento concreto no ha sido capaz de lograrlo. Sin duda, ha realizado un gran trabajo para competir al altísimo nivel que lo ha hecho, pero algo le ha faltado: y no parece que sean más horas de entrenamiento o un perfeccionamiento de su técnica, sino el desarrollo de habilidades específicas para controlar su ansiedad; algo que en el futuro debería optimizar.

Casi todos los día en los Juegos, vemos a deportistas que no culminan una gran actuación por errores en momentos críticos; hoy mismo, por ejemplo, en la final masculina de gimnasia artística, donde ha habido varias caídas decisivas, o en la propia competición de Samuel, donde el gran favorito ha pinchado. Errores aparentemente inexplicables en estos grandes campeones, que sin embargo se han producido y les han costado medallas que parecían claras. Errores que seguramente tienen su explicación en una ansiedad elevada que en un momento concreto no han sido capaces de controlar.




(Me voy a Londres unos días; si puedo, sigo escribiendo desde allí; si no, continuo cuando regrese. Un saludo).

Chema Buceta
1-8-2012

www.psicologiadelcoaching.es 

NO HAY MEDALLAS: NERVIOSISMO GENERAL





Una de las principales diferencias entre los Juegos Olímpicos y otros grandes eventos como los campeonatos del mundo o continentales, es que los deportistas forman parte de un gran equipo que abarca a todas las especialidades. Cada uno participa en su deporte, pero todos pertenecen al equipo olímpico de su país. Esta circunstancia conlleva ventajas e inconvenientes. Entre las primeras, se convive con deportistas distintos a los habituales, se aprende de otros deportes, se desarrolla un ilusionante espíritu de equipo y, a veces, se produce un beneficioso contagio de optimismo y autoconfianza que ayuda a rendir mejor. Entre los inconvenientes, uno del que se habla poco pero que afecta a muchos deportistas, es el nerviosismo general que les rodea cuando las medallas no llegan.
He observado y analizado esta situación más de una vez ; y es lo que intuyo que podría pasar en el equipo oliimpco﷽﷽﷽﷽e intuyo que puede estar pasando en el equipo ol equipo.otistas de los que se esperabaes rodea cuando los buenos resulímpico de España tras cuatro días de competición sin aparecer en el medallero. Se ha hecho una previsión de posibles preseas y los resultados obtenidos, de momento, no apuntan en esa dirección;  y aunque es cierto que todavía quedan oportunidades muy razonables, el fracaso de los primeros deportistas que optaban a los preciados metales, contribuye a que la decepción y el nerviosismo se apoderen de directivos, técnicos, medios de comunicación y público en general, generándose una “ansiedad ambiental” que puede afectar a los que todavía tienen que competir.
La ansiedad se transmite mediante comportamientos que denotan tensión; voces, gestos y mensajes negativos, derrotistas y fuera de lugar; y comentarios aparentemente positivos como “tu vas a ganar la primera medalla para España” que pretenden motivar, pero que para muchos son un elemento de presión, un dardo envenenado, una piedra más en la mochila de la responsabilidad que se añade a las que, de por sí, ya están pesando. Hoy, “el salvador del deporte español”, nuestra “gran esperanza”, era Ander Elosegui en las aguas bravas. Ha estado magnífico; pero tres de sus rivales, también; y como le ocurrió en Pekín, ha quedado cuarto. Un notable éxito que, sin embargo, en lugar de destacarse como tal, es probable que alimente el pesimismo y el nerviosismo de los que rodean y siguen a nuestros deportistas.
Como Ander, otros días fueron otros los “salvadores”, y seguirá habiéndolos hasta que comprendamos que la ansiedad ambiental y llevar sobre los hombros esa responsabilidad colectiva provocan que el rendimiento de los deportistas sea inferior al que cabría esperar, determinando las pequeñas diferencias que en la mayoría de los casos separan el éxito del fracaso. Como es obvio, este problema afecta más a unos deportistas que a otros, pero en general, consciente o inconscientemente, todos o casi todos lo sufren de alguna manera. Para más inri, en la medida que avanzan los Juegos sin el resultado esperado, el nerviosismo aumenta y la presión sobre los siguientes que compiten es mayor. Por tanto, por el bien de los que todavía esperan su turno, confiemos en que las deseadas medallas no se hagan de rogar mucho. ¿Mañana? ¿Quién es nuestro salvador?
Mientras llegan las preseas, y también después, deportistas y entrenadores deben aislarse del ambiente pesimista, de nerviosismo o aparentemente motivante que les puede rodear, y asumir, únicamente, la responsabilidad que les corresponde, pero no más. Cargar con el peso de ser “el salvador” de tu deporte o de tu país, además de ser injusto, constituye un error que, en la mayoría de los casos, vaticina un nuevo fracaso.


Chema Buceta
31-7-2012