Parece que se han puesto de moda los videos para motivar a
los deportistas antes de la competiciones. Trozos emocionantes de películas comerciales
como Braveheart, Gladiator, Rocky… cortos de héroes que subieron al Everest con
una sola pierna, hicieron la maratón del desierto sin apenas agua o movieron
con setenta años piedras de más de cien kilos para rescatar a un indefenso niño…
imágenes y declaraciones de deportistas
de éxito (Phelps, Comaneci, Ginóbili, ¿Maradona? ¿Armstrong?...) contando su
vida y cómo fueron capaces de conseguir sus sueños… Todo eso vale para hacer montajes
“inspiradores” en los que a veces, también, se mezclan grabaciones propias de triunfos
gloriosos; por supuesto, siempre con música electrizante para subir el espíritu
y, en ocasiones, letreros oportunos con etiquetas o frases inapelables (“Nadie
se acuerda del que quedó segundo”, por ejemplo). El propósito es conseguir un
subidón que estimule las ganas de triunfar; la ambición y el ansia por la
victoria; la fe en que se puede lograr cualquier objetivo si uno tiene la
voluntad de no rendirse y superarse a sí mismo (“querer es poder”); la creencia
de que no existen los límites. Atractivo, cool,
grandilocuente, espectacular… ¿quién no lo compra?
A veces se habla de éste o aquél entrenador que antes de un
partido decisivo que su equipo ganó, puso uno de estos videos; y como ganó, se
supone que película brillante le fue de perlas: “Fíjate lo que hizo antes de la final: les puso
cortes de Gladiator, Los Tres Mosqueteros e Indiana Jones…” De ahí han surgido numerosos imitadores
que fascinados por la llamativa herramienta y su aparente credibilidad,
consideran que han encontrado la mejor manera de preparar psicológicamente a
sus deportistas. “Es que lo hizo Guardiola”. No hay que pensar más. Se hace un
video para motivar y ya está.
En el ámbito empresarial se ha abusado de este tipo de
videos para, supuestamente, motivar a los empleados y desarrollar ciertos
valores, pero últimamente da la impresión de que la gente está hasta las
narices de que la intenten comer el coco con estos rollos… aunque aún quedan
coletazos. Y por supuesto, no faltan estos supervideos en el poco imaginativo
repertorio de muchos coaches y vendedores del crecimiento personal u otras
etiquetas similares. Youtube está lleno de ejemplos. Algunos muy meritorios, es
cierto, pero la mayoría “más de lo mismo”. Y sobre todo, ¿se usan correctamente
para que su efecto sea favorable, o se emplean de manera indiscriminada sin
saber muy bien por qué y qué efecto tendrán?
Evidentemente, nunca se habla de los cientos de videos que
se pusieron antes de las muchas derrotas. El perdedor no interesa, por lo que
éstos se ignoran. Nadie analiza si, de alguna manera, ese superdinámico video de los trecientos
arqueros acorralados que derrotaron a cientos de miles que los acosaban con
artillería, pudo influir en el fracaso deportivo. Se pasa la página sin analizarlo; y es
probable que en una ocasión posterior se vuelva a usar el mismo video u otro tecnológicamente más
avanzado.
El video, como la charla del entrenador o cualquier otro
recurso que pretenda influir en el estado psicológico de los deportistas (o de
cualquier otra persona), no debe ser un fin en sí mismo, sino un medio, una
herramienta: el vehículo que se elige para transmitir una idea, un mensaje, y
provocar un proceso mental que favorezca el mejor funcionamiento posible, el
máximo rendimiento. En ningún caso debería ser el juguete con el que disfruta
el que lo compone cortando y pegando hasta sentirse orgulloso de su “obra de
arte”; o el gran hallazgo del que lo descubre navegando por las redes sociales.
A muchos les gusta tanto el producto que justifican la supuesta necesidad de
usarlo. Otras veces, el proceso es el contrario: quieren hacer algo con los
deportistas, algo diferente, moderno, que les impacte, y ¡gran idea! buscan el
video mágico: si es posible, el mismo que usó Guardiola… o en la misma línea.
¿Qué necesitan los deportistas en un momento concreto? Esta
es la pregunta clave: el punto de partida para determinar la estrategia
psicológica. Después habrá que decidir cómo se aplica dicha estrategia, pero
siempre a partir de esa respuesta. Y puede suceder que los deportistas no
necesiten, e incluso les perjudique, el mensaje de ese video que tanto gusta a
su entrenador. ¿Necesitan motivarse? Se asume que el entrenador siempre debe
motivar a sus deportistas, y no es así. Lo tendrá que hacer cuando sea
necesario: es decir, cuando aquellos no estén lo suficientemente motivados y,
por tanto, necesiten de la acción del técnico para cubrir este déficit. En
general, aumentar o fortalecer la motivación suele ser un objetivo más propio
de periodos no muy cercanos a las competiciones: cuando haya decaído el interés
o éste sea insuficiente para pedir más esfuerzo.
Sin embargo, antes de una competición (partido, prueba,
etc.), y sobre todo si ésta es muy importante, los deportistas suelen estas
bastante motivados y no necesitan motivarse más. ¿Cabe pensar que no estén
motivados antes de una final o un partido en el que se jueguen algo importante? Hay excepciones, claro, pero la gran
mayoría lo está sin que el entrenador tenga que hacer nada especial, por lo que
en caso de hacerlo (por ejemplo, poniendo uno de esos videos
electrizantes) se corre el riesgo de provocar una sobremotivación que no sólo
no favorecerá el rendimiento, sino que podrá perjudicarlo. En general (salvo excepciones)
no es el momento, con la competición muy cerca, de potenciar la motivación,
sino la autoconfianza; y para este objetivo el tipo de video que podría ayudar suele
ser de otro tipo: menos grandilocuente; más centrado en las fortalezas propias, en las buenas acciones
que se han hecho en el pasado y conviene repetir ahora, en aquello que es
realista y el deportista percibe que está en su mano.
Además, hay tres factores de gran importancia. Uno de ellos,
las diferencias individuales. El impacto de un video puede ser parecido para la
mayoría de las personas, pero hay diferencias que a veces son determinantes. Lo
que a uno le motiva, a otro le estresa. Lo que a uno le anima, a otro le
machaca. Lo que a uno le da confianza, a otro le crea inseguridad. Por tanto,
mucho cuidado.
Otro factor es el tipo de tarea en la que el deportista debe
rendir. Motivar mucho puede ayudar cuando se trata de tareas en las que
predomina el esfuerzo físico o es importante una dosis elevada de agresividad.
Aunque también aquí hay que medir bien para no pasarse. Por ejemplo, bastantes corredores populares están hipermotivados antes de la salida, y en lugar de
aplicar su mejor estrategia para la carrera, comienzan demasiado rápido;
después, pagan la factura en la parte final. También he conocido a boxeadores,
judocas, futbolistas y de otros deportes cuya ultraagresividad incontrolada se
convierte en su peor enemigo. El video para estimular la agresividad funcionó
de cine: tan bien que provocó un exceso, y el deportista “se volvió loco”
intentando dar golpes a diestro y siniestro, cometiendo faltas, encarándose con
el árbitro, etc. Este efecto negativo es todavía más probable cuando se trata
de tareas en las que predomina la precisión, pues en estos casos la sobreactivación
que provoca el exceso de motivación resulta decisivamente perjudicial. Por
ejemplo, la diferencia entre meter la bola ajustada o que vaya fuera, que pase
o no la red, etc. es mínima: el tenista debe dar el golpe con una gran
precisión; y si está sobreactivado…
El tercer factor es el hartazgo. Cuánto más se utiliza este
recurso, menor es su impacto. De hecho, es frecuente que se abuse del video
para corregir errores, estudiar al contrario, preparar los partidos y, cada vez
más, intentar motivar. Muchos deportistas están hartos de tanto video, y en
cuanto se enciende la pantalla desconectan. “¡Otra vez lo mismo! ¡¡Horror!!
Toca abrir el paraguas.”
En el artículo anterior escribí sobre la supuesta sobreactivación
de Almagro en la final de la Copa Davis. Después vi el video que había
preparado el capitán del equipo español para motivar a sus jugadores. Un guión
clásico: imágenes de películas comerciales con momentos muy
emocionantes/motivantes sobre la superación, etc., mensajes contundentes de
hombres duros que no se rinden, etc., combinados con escenas de triunfos anteriores
en la Copa Davis (jugadores celebrando puntos ganados, grandes abrazos tras las
victorias, levantamiento de la copa, etc.) y una frase final: “ahora nos toca el turno a
nosotros”. Muy orgulloso del mismo, lo publicó en youtube para que todos
pudiéramos ver lo que había hecho (si tengo el honor de que me sigáis en
twitter, allí lo puse). Si España hubiera ganado, seguramente él y otros
estarían destacando ese video como uno de los elementos que junto al buen rollo
contribuyeron a la victoria. Pero perdimos, y el video y sus posibles efectos
se han olvidado.
Sin embargo, es un claro ejemplo de herramienta que, muy probablemente
(estando fuera del equipo, no lo puedo asegurar), si ha tenido algún efecto,
éste ha sido negativo. ¿Necesitaban Almagro y los demás esa sobremotivación?
¿Es que jugando la final de la Copa Davis no estaban suficientemente motivados?
¿Le hacía falta más leña al fuego? ¿Pudo, en cierta medida, influir este video en
la sobreactivación tan perjudicial que mostró Almagro en el último partido?
Desde luego, no debió contribuir mucho a fortalecer su autoconfianza con imágenes
de éxitos pasados en los que él no estaba; ninguna imagen ni mensaje
relacionados con lo que él tenía que hacer; y la presión extra por ese “ahora
nos toca a nosotros” que, lejos de motivar, es bastante estresante por la sobrecarga de responsabilidad. Y encima en un deporte individual. En
un equipo esa responsabilidad se reparte; pero en el tenis recae sobre el
jugador que disputa el punto decisivo.
Vuelvo a hacer la pregunta del último artículo. ¿Dónde
estaba el psicólogo del deporte? ¿Quién asesoró a Corretja sobre la idoneidad
del video? Es cierto que algunos psicólogos también abusan indiscriminada y
desacertadamente de esta herramienta, pero cualquiera que esté bien preparado para
asesorar a un entrenador sabe que un video eficaz debe tener en
cuenta las necesidades psicológicas de los deportistas en cada momento concreto
y prever el efecto que una determinada película puede causar.
Chema Buceta
25-11-2012
twitter: @chemabuceta
www.psicologiadelcoaching.es