miércoles, 15 de mayo de 2013

SI LE HAN PEGADO, SERÁ PORQUE SE LO MERECE

                                               "De aquellos polvos vienen estos lodos"


En las últimas semanas hemos conocido varios casos de violencia física contra árbitros en competiciones menores. Por desgracia, no es algo nuevo. Y no digamos las amenazas, los insultos, las vejaciones… Algo habitual. Preguntada en la televisión sobre uno de estos casos, una señora de unos cuarenta y cinco años, a la que acompañaban dos niños de entre diez y quince, justificó estas acciones “porque muchas veces se lo merecen”. Nada nuevo, tampoco. ¿Cuántas personas adultas, aparentemente responsables, se desgañitan en los estadios insultando o amenazando al árbitro? No actúan así en otros ámbitos; pero en el estadio, sí. Es algo aceptado, que incluso se aplaude o se ríe. Forma parte de ese entorno desinhibido en el que, bajo la protección del anonimato y la masa, se puede vilipendiar a quien no puede defenderse. Un acto cobarde al que nos hemos acostumbrado. Evidentemente, el público puede discrepar de la decisión de un árbitro y manifestarlo, pero debería hacerlo con respeto: sin insultos ni amenazas. Sería lo correcto. Pero…


Dice un refrán español que “de aquellos polvos vienen estos lodos”. La violencia verbal y física de los espectadores, los entrenadores y dirigentes de deportistas jóvenes, y otros actores anónimos, se alimenta de los malos ejemplos que estos observan en el deporte profesional y los que lo rodean. Éste es un escenario con un gran impacto social. Lo que aquí sucede, lo que dicen o hacen sus protagonistas, tiene una enorme influencia en una gran parte de la población. Por supuesto en los niños, que aprenden lo bueno y lo malo; y también en un gran número de adultos, muchos de ellos padres que transmiten a sus hijos tales enseñanzas. Por desgracia, lo que a menudo se enseña es que existe barra libre para ir contra los árbitros. Se olvida que para muchos, niños y adultos, el deporte es algo muy especial que capta su interés como ninguna otra actividad, por lo que puede ser un poderoso instrumento educativo si se utiliza bien, pero muy nocivo si en lugar de propiciar valores, favorece malos hábitos. Por eso, nos guste o no, lo aceptemos o no, los que estamos involucrados en el deporte profesional tenemos una gran responsabilidad. Y cuando alguien pega o maltrata a un árbitro, deberíamos preguntarnos si en algún momento hemos sembrado una semilla, aunque sea pequeña, que haya podido fomentar un comportamiento tan bárbaro.

Que un presidente, entrenador, deportista o periodista, acuse al árbitro de una derrota, además de ser injusto, puesto que seguramente existen otros factores, como los errores de los propios deportistas, que la explicarían con un peso mayor, constituye una enorme falta de responsabilidad, pues además de inducir el hábito de buscar culpables ajenos (algo muy poco educativo), es un germen que puede instigar futuras conductas violentas de quienes escuchan y asimilan el mensaje. Está claro, que los errores de un árbitro pueden tener su trascendencia, pero el árbitro es humano y, al igual que los jugadores y los entrenadores, puede cometer errores (muchísimos menos que éstos cuando se le culpa de una derrota). Es algo que forma parte del juego. Si no se acepta y se transmite este mensaje desde la posición privilegiada que proporciona el deporte profesional, ¿qué podemos esperar de quienes ven en éste a sus grandes ídolos a imitar?

Entrenadores que dicen no querer hablar de los árbitros, pero que tras la derrota los critican; presidentes que ven conjuras arbitrales contra su equipo; comentaristas de televisión o radio que cuando pierde el equipo español repiten el argumento de que los árbitros nos perjudican… Se trata de declaraciones que se realizan desde lo emocional. Nos va mal y no somos objetivos. La emoción adversa hace ver la realidad deformada o de manera desproporcionada. Y a veces, a esto se añade la búsqueda de una justificación que eclipse los errores propios, o conectar con la emoción de seguidores frustrados que necesitan un culpable. Y por supuesto, todo esto da mucho juego en los medios de comunicación. ¿Qué sería de muchas tertulias o páginas de periódico, si se eliminara el fuera de juego, se utilizara el video para decidir las jugadas dudosas o hubiera un criterio más objetivo para sacar las tarjetas?

Por supuesto, debe existir el espacio para la crítica constructiva y, si procede, la denuncia objetiva (no en caliente) de los comportamientos abusivos que en base a su poder pueda realizar un árbitro; que a veces sucede. Pero en privado, y con el rigor adecuado. Hacerlo en público, sin un análisis objetivo, y por personas cuyas opiniones tienen un gran impacto social, es una gran irresponsabilidad que, lamentablemente, tiende a generar actitudes y conductas maleducadas y violentas.


En la última década se intenta erradicar el racismo y el fanatismo ideológico de los escenarios deportivos. Se han hecho campañas en este sentido, se han tomado ciertas medidas preventivas y se ha
sancionado a infractores y clubes que los acogían. ¿Por qué no se hace lo mismo respeto a las quejas, las acusaciones, los insultos y la amenazas a los árbitros? ¿Es que la humillación a quienes juzgan, con la grave repercusión social que puede llegar a tener, no merece el mismo esfuerzo? ¿Por qué no se hace una campaña para fomentar el respeto a los árbitros? ¿Por qué no se sanciona a quienes hablan de conspiraciones o levantan sospechas infundadas sobre su integridad, a quienes hacen declaraciones echándoles la culpa de las derrotas, a los comentaristas fanáticos que echan leña al fuego cebándose con ellos? Si un árbitro actúa deshonestamente se le debe sancionar, pero para eso deben existir los jueces apropiados que investiguen y decidan con objetividad. Sobran las acusaciones públicas cargadas de emotividad, habitualmente sin más prueba que unas cuantas coincidencias adversas que se destacan sobre hechos favorables que se obvian.

Y en cuanto al público, ¿por qué no se sanciona al espectador que insulta al árbitro? En estadios grandes puede resultar más difícil, pero si se conciencia a las personas, éstas acabarán señalando a los que actúen sin educación. Y en las competiciones de deportistas jóvenes, sería un avance fundamental. ¡Qué grave es, desde el punto de vista educativo, que en un partido de niños se insulte a los árbitros! ¿Por qué lo permitimos? ¿Es menos grave que un comentario racista? Si un espectador manifiesta su desacuerdo con el árbitro sin faltarle al respeto, perfecto; pero si le insulta o le amenaza, debería ser expulsado del recinto. Tolerancia cero para quienes manchan el deporte con su mala educación.

A punto de publicar el artículo, leo la noticia de ese niño de cinco años que se interpuso en la discusión entre el entrenador del equipo contrario y el árbitro “porque quería jugar”. Al parecer, gente del público había estado insultando al árbitro; y la gota que colmó el vaso fue cuando ese entrenador entró en el campo para increparlo. ¡En un partido de niños de cinco años! A esto hemos llegado. Y no pasa nada. Ni siquiera nos hace reaccionar, más allá de lo anecdótico, la vergüenza de que sea un niño de cinco años quien demuestre más sensatez y nos recuerde que lo importante es jugar, que los protagonistas son ellos, que no son un video juego que se pueda manipular a nuestro antojo, que los demás debemos estar al servicio del deporte que ellos hacen y no al revés. ¿Cómo se puede permitir que ese “entrenador” (no merece que se le llame así) siga ejerciendo, o que esos espectadores insulten sin ninguna sanción?¿Qué hacen las autoridades deportivas?

Hemos llegado a un punto en el que es urgente realizar una gran campaña educativa para fomentar el respeto a los árbitros. Pero además, son necesarias medidas sancionadoras. Y las autoridades se tienen que mojar. No basta hablar de filosofía barata y poner paños calientes. La situación empeora. O se actúa con contundencia o cada vez será más difícil detener esta ascendente tendencia de agresividad. Podemos disertar en las aulas, los despachos o las tertulias sobre los grandes beneficios del deporte, pero si no se pasa a la acción éste dejará de ser ese escenario educativo donde, entre otros, se fomentan valores de convivencia, respeto, fair-play y autocontrol. ¿Lo permitimos?


Chema Buceta
15-5-2013

twitter: @chemabuceta

7 comentarios:

  1. Buenas Chema.
    A mí también me impactó mucho la noticia del niño... y leyendo tu post he estado reflexionando sobre el tema del control estricto de la violencia (verbal sobre todo) en el deporte. Cuando yo estoy jugando experimento vergüenza de la afición de mi pabellón cuando hay insultos hacia el árbitro, sobre todo cuando son de forma gratuita y sin motivo aparente (incluso insultos durante el calentamiento o el pitido inicial).
    Planteando esta cuestión, pienso que el CSD podría crear un estudio (muy costoso y elaborado) basándose en que los árbitros recojan en sus actas detalles de violencia del público y entrenadores, y de ahí que las federaciones destaquen aquellas más llamativas y enviarlas al CSD. Previamente diseñar un modelo de campaña contra violencia y obligar a los clubes más afectados a que las lleven a cabo después de estudiar qué clubes (localidades) causan este tipo de problemas...

    ¿Estoy tan loco o esto puede ser posible?

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  2. Posible es: Otra cosa es que exista la voluntad de hacerlo. El planteamiento es simple: campañas educativas y sanciones a quienes insultan, agreden... Y a deportistas, entrenadores y periodistas de élite que hacen declaraciones acusatorias (que siembran la violencia), sanciones también. Gracias por tu opinión.

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  4. Otros igual... Los de la prensa deportiva. Venden morbo barato y transmiten odio hacia ciertas personas (jugadores, entrenadores, árbitros) pero luego condenan la violencia en los campos. Son un puñado de hipócritas que encima piensan que han reinventado la prensa deportiva, cuando en realidad han versionado a la prensa rosa. Han dejado al lado la objetividad. Su función es informar, no opinar. ¿Y dónde está el CSD? ¿No deberían intervenir?

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  5. Hay periodistas deportivos que son responsables y actúan correctamente, pero es cierto que no es el caso de otros que sólo buscan el sensacionalismo y no reparan en las consecuencias lamentables de lo que siembran. Las autoridades deportivas no actúan con la contundencia que deberían, y la agresividad y violencia va en aumento. Gracias.

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  6. Hoy por hoy ,la violencia y el morbo es lo que vende noticias y anima las conversaciones...les dá lo mismo que su tema de inquina sea sobre "personas" ,ni mejores ni peores que nosotros o los que nos rodean ,que sufren y rumian continuamente lo injusto de su situación
    ...el periodista (o el padre , en deporte de base)de turno lo ha "marcado" ,lo demás no cuenta.

    Sale al campo a pitar un partido ...la sentencia está echada ,se fraguó semanas antes en un fallo humano (posiblemente por cts.),pitos e insultos para el INÚTIL ,sus hijos y su mujer lo miran desde la grada ...con lágrimas en los ojos......

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  7. Lástima que sea así, pero entre todos tenemos que intentar que esto cambie. Gracias por tu comentario.

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