Me cuentan en México que el Comité Olímpico Mexicano ha
conseguido un acuerdo con una prestigiosa universidad para que los deportistas
de élite puedan estudiar una carrera con una beca compaginándolo con el deporte. Un plan estupendo que con diferentes fórmulas ya existe en otros
países. Lo increíble en este caso, es que una de las federaciones a las que se
habían asignado plazas, las rechazó aludiendo que “ya habían llegado a un
acuerdo con los padres de los deportistas para que estos dejen los estudios
durante cuatro años y se dediquen solo al deporte” (!!!). Aberrante. ¿Cómo se
puede ser tan irresponsable? Dirigentes que proponen tal acuerdo a unos padres,
demuestran que los deportistas les importan un pimiento más allá de lo que
puedan extraer de ellos en lo deportivo. Una forma de explotación en el siglo
XXI. Usar y tirar. ¿Y los padres que lo aceptan? Es probable que se trate de personas
poco preparadas que se habrán dejado llevar por el entusiasmo de sus hijos, unas
becas deportivas modestas pero que suponen ingresos en el corto plazo y las
exigencias de esos directivos desalmados que los sitúan entre la espada y la
pared; quizá deslumbrados también por el posible éxito, la fama, las medallas y
el orgullo que supone para ellos (su propio ego); pero en cualquier caso, es triste que sean
cómplices de una decisión tan nefasta para los chicos.
No es necesario destacar los beneficios obvios que aporta
estudiar y relacionarse con otros estudiantes. Más aún, como es el caso, si se
trata de un deporte sin salidas profesionales, por lo que estos muchachos,
incluso consiguiendo medallas olímpicas, cuando se retiren no tendrán nada. Habrán
dedicado sus mejores años a entrenar en el gimnasio y viajar como maletas de
competición en competición, y eso les habrá servido para desarrollar algunos
valores, pero les faltará la preparación que otros jóvenes habrán adquirido y
estarán en desventaja para competir con ellos. Por eso, gracias a este tipo de
iniciativas, el deporte les brinda la oportunidad de compaginar su esfuerzo en
la arena deportiva con la formación en una buena universidad, ¡y los directivos
y sus padres la rechazan! En los años sesenta del siglo pasado, un conocido
directivo al parecer sentenció: “Prefiero campeones analfabetos que segundones muy
leídos”. Por desgracia, cincuenta años después todavía hay directivos con esa
mentalidad obsoleta, en lugar de pensar que puede haber campeones cultos y preparados también para la carrera de la vida. ¿Usar y tirar? ¿O asumir que el
deporte debe ayudar, y no destruir, a los jóvenes que con entusiasmo a él se
entregan?
Además de aberrantes e irresponsables, este tipo de
decisiones parten de supuestos que en gran parte son erróneos. Asumen que si el
deportista no estudia, tiene más tiempo para entrenar, viajar y competir,
descansa más y puede estar más concentrado en su actividad deportiva,
resultando todo ello en un rendimiento mejor. En teoría, puede tener sentido
que dedicándose solo al deporte se rinda más; sin embargo, no necesariamente es
así; y de hecho, en bastantes casos, la dedicación exclusiva es perjudicial. No
por entrenar más y no pensar en otra cosa, se rinde más. Es evidente que un
deportista de élite debe dedicarse mucho a entrenar y competir, pero cuando se
dispone de todo el tiempo del mundo, es fácil caer en un sobreentrenamiento que
provoca lesiones, agotamiento físico y mental y estar pasado de forma, lo que perjudica el rendimiento. El abuso del tiempo de entrenamiento no es algo
infrecuente cuando los deportistas están solo para eso, y son muchos los
jóvenes que sufren sus consecuencias negativas.
Asimismo, dedicarse únicamente al deporte, con la alta exigencia
de responder a las becas que se reciben y las demandas de los entrenadores y
los directivos que también se juegan lo suyo según sean los resultados de los
deportistas, contribuye a una enorme presión que acaba destruyendo a muchos
jóvenes. Se puede aceptar que para triunfar en el deporte de élite es necesario
saber manejar la presión, pero ese “saber” no quiere decir que haya que nacer
sabiendo, sino que al igual que sucede con las habilidades deportivas, debe
existir un periodo de aprendizaje. Esto es algo que muchos entrenadores, directivos y padres ignoran, y por eso a
muchos chicos se les expone prematuramente a una presión injustificada que les
impide avanzar según su talento. Hay grandes "supervivientes" que aparentemente lo soportan todo, aunque algunos lo pagan años después, incluso ya retirados, pero muchos deportistas jóvenes que fracasan, llevados de otra manera, habrían podido
triunfar, y sin embargo, se les corta el camino sin haberles dado una verdadera oportunidad.
“Si me dedico solo a esto, y me dan una beca, no puedo fracasar… y menos aún
decepcionar a quienes confían en mí… sobre todo a mi familia… y menos aún a mí
mismo”. Fracaso casi seguro. Usar y tirar.
Vincular el éxito deportivo al valor que uno se da a sí mismo como
persona (la autoestima) es algo bastante probable en un deportista joven que
solo se dedica al deporte, y eso conlleva un riesgo muy alto de sentirse
fracasado como persona y, eventualmente, desarrollar trastornos
psicopatológicos como la depresión. El joven que se lo juega todo a la carta del deporte puede
sentirse muy amenazado ante la posibilidad de perder la única fuente que nutre
su autoestima y el cariño que percibe de los demás, y eso es algo muy
estresante que tarde o temprano suele minimizar su rendimiento. Sin embargo, el joven que
compagina el deporte con los estudios, aunque aquel sea prioritario ya en una
etapa avanzada (tras la etapa escolar, cuando el deportista destaca) y estos
avancen más despacio que si no fuera deportista de élite o promesa, puede conseguir un equilibrio
emocional que le ayudará a rendir mejor.
Me contaba un exjugador internacional de fútbol que estudió
una carrera universitaria, que en un viaje a un partido de la Copa de Europa,
el entrenador le llamó la atención por estar estudiando en el avión (!!!).
Según le dijo, “así no se concentraba en el partido del día siguiente
(!!!). Sin embargo, a este jugador,
estudiar le ayudaba a distraerse y jugar mejor. Es cierto que antes de una
competición importante, a algunos deportistas les puede estorbar tener que
estudiar, pero para otros, los que tienen el hábito de hacerlo y saben
compaginarlo con el descanso y la preparación para competir, suele ser una buena medicina para no
obsesionarse con la competición y llegar a esta en las mejores condiciones de
rendir al máximo. También, tras una derrota o un mal entrenamiento, estos
deportistas tienen los estudios para refugiarse en ellos y recuperarse antes. Y saben que el
deporte, aunque muy importante, no lo es todo; que su valor como persona puede
nutrirse de otras fuentes. Además, el día es largo, y no es
infrecuente ver a deportistas que se convierten en perezosos fuera de sus horas
de entrenamiento, frente a otros que al tener otra obligación, no tienen más
remedio que aprender a administrar su tiempo y desarrollar una mayor disciplina
que, en bastantes casos, repercute favorablemente también en le deporte.
El día en que los padres de los deportistas jóvenes estén
mejor informados, es posible que no permitan que el deporte cercene las
posibilidades de sus hijos renunciando a estudiar, más aún cuando gracias al
propio deporte se les presenten buenas oportunidades que sin este no estarían a
su alcance. Por eso, quizá algunos directivos siguen pensando que lo mejor es
mantener ignorantes a los padres. Así pueden hacer lo que les da la gana. Se
explota al joven que puede servir para alimentar sus egos, y cuando lo haya
dado todo que pase el siguiente. Usar y tirar.
Chema Buceta
2-3-2015
Twitter: @chemabuceta
Asimismo, dedicarse únicamente al deporte, con la alta exigencia de responder a las becas que se reciben y las demandas de los entrenadores y los directivos que también se juegan lo suyo https://goodnightpublishing.com/programa-de-inventarios-y-ventas-gratuitas/
ResponderEliminar