sábado, 23 de abril de 2016

EL PODER DE LOS INTROVERTIDOS

                                                   ¿Se sobrevalora la extroversión?


En el día del libro, me piden que recomiende uno. La decisión es difícil, pero hay que decantarse, y esta vez elijo “El poder de los introvertidos (en un mundo incapaz de callarse)” de Susan Cain. El libro denuncia, e ilustra con diferentes ejemplos, la sobrevaloración de la extroversión sobre la introversión en el mundo occidental actual. No es un manual técnico de Psicología, pero aporta explicaciones fundamentadas sobre cómo se estimula y prefiere el comportamiento extrovertido aún cuándo los introvertidos suelen ser más fiables y eficaces en múltiples situaciones.

Estos dos tipos de personalidad, extroversión e introversión, son clásicos en Psicología: objeto de numerosos estudios científicos. Existen pocas personas que sean extrovertidos o introvertidos puros, moviéndose la mayoría entre los dos extremos, por lo que al etiquetar a unos u otros, solo se hace referencia al polo que más se aproximan. Además, es frecuente que personas predominantemente extrovertidas se comporten como introvertidas en determinadas situaciones, y al contrario, que personas con una mayor tendencia a la introversión, actúen en ocasiones como extrovertidas.  Por suerte, las personas podemos aprender a compensar la tendencia predominante y tener así un mayor equilibrio entre extroversión e introversión que nos ayude a funcionar mejor según aconsejen las circunstancias.

En líneas generales, los que están más próximos a la introversión tienen una mayor estimulación interna, y por eso, la estimulación externa a menudo les resulta incómoda y huyen de ella. No sucede siempre, y de hecho pueden ser personas sociables, pero con frecuencia necesitan aislarse de lo externo y disfrutar de su vida interior. Pensar, reflexionar, centrarse en la esencia de las cosas en lugar de su fachada, disfrutar con una conversación tranquila más que en una fiesta multitudinaria, evitar discusiones banales con interlocutores que no escuchan, prescindir de “fuegos artificiales” y no depender del reconocimiento de los demás, son algunas características propias de una persona introvertida. Los extrovertidos, sin embargo, necesitan la estimulación externa, y por eso disfrutan más en entornos bulliciosos, con actividades que no les obliguen a pensar mucho y en compañía de otras personas. Asimismo, suelen ser más impulsivos en la toma de decisiones y bastante activos dispensando estimulación externa para otros; por eso son más habladores, halagadores y propensos a proponer planes aunque a veces no prosperen o tengan un recorrido corto. Para los extrovertidos la aprobación de los demás tiene mucho peso, y de ahí el postureo y la parafernalia exagerada por agradar que con frecuencia manifiestan.

No hay que confundir introversión con timidez, aunque coincidan en algunos síntomas y puedan parecer lo mismo. A los tímidos les gustaría ser más abiertos en su relación con los demás, pero carecen de habilidades y/o tienen miedo al rechazo de los demás, lo que provoca una falta de autoconfianza que los inhibe en las situaciones sociales. Los introvertidos no tienen este problema. Pueden tener habilidades muy eficaces para relacionarse y no temen la desaprobación de otros; hasta se ha demostrado que pueden ser buenos líderes. Si en general no les gusta la exageración social es porque la intensidad de su actividad interior así lo requiere.

El marketing actual se dirige sobre todo a la parte extrovertida de las personas. Es mucho más fácil. Y por eso, la estimulación externa en grandes dosis a menudo está presente en cualquier actividad social que se precie. Por ejemplo, en muchos eventos deportivos hay locutores y hasta DJs que alientan al público, dirigen la ola, ponen música… y hasta llegan a eclipsar lo que sucede en la arena. Se trata de pasarlo bien, y lo deportivo es casi lo de menos. Tu equipo puede perder, pero tu tienes que pasártelo bien de cualquier manera, y para eso está toda esa parafernalia superflua. ¿En quién se está pensando? En alguien extrovertido o que, aunque no lo sea habitualmente, tiene que serlo ahora porque así lo dispone el guión. Se margina así al espectador que disfrutaría más sin toda esa estimulación añadida que le impide atender y pensar sobre lo que ocurre en la cancha y comentarlo tranquilamente con su vecino de localidad. Hay que pasarlo bien, sí o sí, y pasarlo bien, sí o sí, es incorporarse al bullicio.

Cuenta el libro cómo una persona que acude a una presentación comercial se encuentra con sonrientes cheerleaders que dan saltos y fomentan los aplausos, música marchosa, un orador entusiasta y otros elementos que estimulan a los asistentes y obligan al introvertido a seguir la onda para no ser el rarito. Lo mismo sucede en equipos deportivos y actividades de empresa en los que si no te comportas como un entusiasta extrovertido, enseguida se asume que no estás motivado o no eres jugador de equipo. En muchos contextos, en principio se suele valorar más a quienes responden a la estimulación externa o son transmisores de la misma. Por ejemplo, a los vendedores de humo más que a los que reflexionan, están en silencio o comunican sin extravagancias. A veces no importa que las cosas se hagan bien o respondan a un conocimiento sólido, sino el maquillaje que las rodea, y eso fomenta que emerjan encantadores de serpientes, adoctrinadores de medio pelo que obligan a ser positivos, escritos con píldoras para ponerse las pilas y, en definitiva, múltiples estímulos que encajan en el estilo de quienes no quieren pensar y se encuentran cómodos siguiendo las pautas que los demás aprueban. 

aciles ﷽﷽﷽os fque aviven los encantadores de serpientese serpiente, y por eso en el medio.largo plazoEvidentemente, el tiempo suEvidentemente, el tiempo suele dar la razón a los que pisan firme, y por eso en el medio-largo plazo el introvertido sensato suele aportar mucho más que el extrovertido que no ve más allá de las luces más próximas. Por ejemplo, en una reunión de trabajo en la que se trata de aportar ideas, es habitual que en igualdad jerárquica, los extrovertidos tomen más la palabra, hablen más alto, interrumpan más y enseguida aporten soluciones aparentemente eficaces; en muchos casos, se les escucha más y se les hace más caso que al introvertido que reflexiona para buscar una solución sólida y no alza la voz para imponerse en la conversación. Sucede en muchas tertulias en las que los participantes más sensatos suelen ser los que parecen más introvertidos, y por eso quedan eclipsados por otros que hablan y hablan si decir apenas nada. En la política también ocurre. ¿Es mejor gobernante el extrovertido que el introvertido; el simpático que el serio; el que habla y habla que el que reflexiona y busca las mejores soluciones?

Esta claro que en casi todas las actividades y facetas de la vida hay que familiarizarse con las condiciones del entorno y conectar con los demás, y eso exige una dosis de extroversión que facilite el conocimiento de lo que sucede fuera y propicie una buena sintonía con otras personas. Pero eso no justifica que se sobrevalore el comportamiento extrovertido en beneficio de la superficialidad. Y ojo, porque un grave error es pensar que así se conecta con todo el mundo, cuando en realidad se excluye a los introvertidos, pues como es lógico conectan peor con un estilo que no va con ellos. Por tanto, el exceso de estimulación externa puede entusiasmar a quienes la transmiten y agradar a los extrovertidos, pero suele tener un impacto negativo en quienes tienden a la introversión. Evidentemente, no se trata de cercenar el acercamiento a los demás, sino de eliminar el exceso de parafernalia, respetar la privacidad interior y dar valor a la reflexión, el compromiso más duradero  y la eficacia que los más introvertidos suelen aportar cuando se les da la oportunidad.

(Nos recuerda el día del libro que sigamos comprando libros. Leemos blogs, webs y mensajes en Twitter y Facebook, pero la magia del libro es insustituible).

Chema Buceta
23-4-2016

@chemabuceta