La Eurocopa de fútbol ha comenzado con dos buenos partidos
de España que han sorprendido gratamente tras las dudas generadas desde el
mundial de Brasil. No obstante, el torneo acaba de empezar y, aunque ya se ha conseguido el
objetivo de pasar a la siguiente fase, sería un error lanzar las campanas al
vuelo. Lo sabe el seleccionador Vicente del Bosque, gran experto en estos
temas, y por eso, sin dejar de señalar lo bueno, insiste en advertir que todavía queda mucho camino. Su intención es clara: gestionar el éxito para que juegue a favor y no se vuelva
en contra.
En cualquier contexto, el éxito, como es lógico, favorece
emociones positivas que nos satisfacen, nos resultan placenteras y contribuyen
a una relación mejor con quienes nos rodean. En general, estamos más contentos,
disfrutamos más y somos más generosos con los demás cuando las cosas nos van bien
que al contrario. Por ejemplo, se suele destacar el buen ambiente de los
equipos con éxito, y sin duda aquel contribuye a este, pero también viceversa: no
es el único factor, y en muchos casos ni siquiera el más influyente, pero el
éxito tiende a favorecer y/o fortalecer el buen ambiente en un equipo.
El éxito también puede potenciar la autoconfianza colectiva:
es decir, la confianza del conjunto del grupo en que como equipo es capaz de
alcanzar los objetivos que se propone. Se produce este efecto cuando los
protagonistas perciben que el éxito conseguido no es fruto del azar o de algo
que no depende de ellos mismos, sino que se debe a acciones propias,
individuales y colectivas, que se pueden volver a realizar en situaciones
similares futuras. Si además se ha conseguido superando momentos de dificultad, mayor será la contribución del éxito al fortalecimiento de la autoconfianza. Obviamente, la autoconfianza colectiva es un aspecto
fundamental para seguir cosechando éxitos, por lo que aprovechar el éxito con
este objetivo es una de las estrategias más poderosas de quien lidera a un
equipo de alto rendimiento.
No todos los efectos del éxito son positivos. En ocasiones, favorece una euforia desproporcionada que dificulta afrontar la realidad
con la objetividad, las decisiones y el esfuerzo apropiados para seguir
teniendo éxito. También puede fomentar un exceso de autocomplacencia y autoconfianza
que unido a lo placentero de saborear el éxito, fomenten el acomodamiento, la
falta de ambición y una preparación deficiente de los nuevos desafíos.
Asimismo, en lugar de unir, puede dividir cuando haya miembros del equipo que
no se sientan partícipes o consideren que su aportación no obtiene el
reconocimiento que merece. Como es lógico, el que dirige debe procurar que sean
los efectos positivos los que predominen, y para eso, además de potenciarlos,
es importante que actúe para minimizar los posibles efectos negativos. Para un director, gestionar bien el éxito es una habilidad muy valiosa.
En el caso de la selección española de fútbol en esta
Eurocopa, estos primeros partidos pueden servir para potenciar la autoconfianza
colectiva, muy necesitada del buen juego y, sobre todo, los goles que
últimamente han escaseado. Acentuar la actitud y las buenas acciones que hayan
conducido a este éxito inicial y puedan repetirse en los siguientes partidos,
es un elemento fundamental de la preparación psicológica del equipo en este
momento. También lo es anticipar las dificultades que podrían presentarse y
prepararse para afrontarlas si finalmente se presentan. Este es un elemento de
gran trascendencia siempre, pero sobre todo cuando se saborea la miel del
éxito, pues es frecuente que en este estado placentero se prefiera no pensar en
lo malo que podría suceder. Se asume que continuará lo bueno y se evita aguar
la fiesta analizando posibles problemas. Y claro, si después estos aparecen, no
se está lo suficientemente preparado para manejarlos y que no te superen. A
este equipo le pasó en el mundial de Brasil (lo comenté en este blog). En la agradable autocomplacencia del campeón que entonces era,
le pilló por sorpresa que Holanda se pusiera por delante en el marcador y no
supo reaccionar, tal y como reconoció el propio seleccionador. Ahí quedó definitivamente tocado, sin recursos psicológicos para reaccionar.
¿Se habrá aprendido la lección? En el primer partido contra la República Checa, el gol no llegaba y el equipo fue capaz de insistir con buen juego hasta que lo consiguió. Buena señal que mostró una autoconfianza colectiva sólida para superar esa dificultad. Pero ahora existe un factor que entonces no estaba: el éxito de estos dos partidos y la euforia que los rodea. De momento, por méritos propios, el viento sopla a favor, pero el campeonato sigue, y
es probable que en algún partido pinten bastos. Anticipar y preparar bien esa situación aunque
suponga hablar de lo que se prefiere obviar, ayudará a contrarrestar el exceso
de euforia y tener una expectativa más realista de lo que puede ocurrir; y
por supuesto, potenciará aún más la autoconfianza: antes del partido, porque los
jugadores sabrán que están preparados para superar los problemas, y durante el
partido, porque si llega el caso, no será una sorpresa que provocará ansiedad,
sino algo que se podía esperar y que ahora requiere calma y poner en práctica
lo que se sabe hacer.
Del Bosque utiliza bien las ruedas de prensa para intentar minimizar la euforia que suelen transmitir los medios de comunicación, interesados en
aprovechar el éxito para atraer al público y vender más. Nos encanta sentirnos
parte de un equipo ganador, disfrutar de la emoción de la victoria y también de
la adrenalina que anticipa una gran gesta, y por eso el éxito y la previsión
del mismo satisfacen mucho más que la derrota o una expectativa prudente. Hoy
en día, por mucho que se pretenda, es prácticamente imposible que un equipo se
aísle de lo que se vive fuera, y la euforia colectiva puede influir en las expectativas de los
futbolistas. Por eso, es muy conveniente que el entrenador aproveche el potente altavoz que le ofrecen los medios de comunicación para transmitir
mensajes clave que siempre llegan a sus jugadores, bien directamente o a través
de su entorno o las redes sociales. En realidad, cualquier director de equipo
(no solo en el deporte) puede utilizar todos los medios indirectos a su alcance
(entrevistas en los medios, revista corporativa, web propia, Twitter, etc.)
para comunicar e influir. Aunque, por supuesto, al igual que en el caso del
seleccionador, no basta con eso, sino que son necesarios el ejemplo, las
decisiones apropiadas y una buena comunicación privada que permita al que
lidera influir en el estado mental y el comportamiento de los suyos.
Si la selección española evita el exceso de euforia y, con
los pies en el suelo, aprovecha el éxito conseguido para potenciar la
autoconfianza, es evidente que sus posibilidades en esta Eurocopa serán
mayores. Pero además, es importante que el equipo se prepare para los momentos
de dificultad que inevitablemente llegarán; esa es la verdadera prueba de fuego
de cualquier equipo que quiera ser campeón.
Chema Buceta
19-6-2016
Twitter: @chemabuceta