viernes, 29 de mayo de 2015

¿GANAR O SUPERARME?


                       Motivarse por las acciones y logros personales, sin compararse con los demás


A menudo, en los entornos competitivos, la motivación se nutre de desafíos y resultados en competencia con otras personas, bien sean adversarios o compañeros. Es el caso de los deportistas jóvenes. Compararse con los demás tiene una gran trascendencia en la infancia y la adolescencia, por lo que medirse en el deporte de competición y ser mejor que los otros, alimenta la motivación de muchos chavales por la actividad deportiva. Esta tendencia natural, presente en bastantes casos,
puede ser un buen motor para que los muchachos se esfuercen por lograr los mejores resultados, y propiciar emociones intensas muy dispares según se consiga, o no, el objetivo de ganar a los rivales: mucha satisfacción y euforia en la victoria; gran frustración y desánimo en la derrota.

En consonancia, es frecuente que los que ganan o muestran su superioridad con asiduidad, sean los que siguen motivados por hacer deporte, mientras que aquellos otros que suelen perder se desaniman y abandonan. Los buenos resultados frente a otros motivan mucho; pero la falta de esos resultados puede propiciar una enorme frustración y una peligrosa percepción de fracaso e indefensión, siendo muy probables la ausencia de satisfacción, el estrés perjudicial, las lesiones, el dopaje, el abandono y hasta los trastornos psicopatológicos como la depresión. Cuando las cosas van bien, o para superar un tropezón (siempre que se disponga de los recursos y la confianza necesarios), este tipo de motivación puede ser positiva, pero conlleva un alto riesgo cuando no se gana con frecuencia, o se deja de ganar, y el deportista no sabe qué hacer para cambiar ese signo. Por tanto, la motivación que se apoya en la comparación con otros es una motivación de riesgo que hace muy vulnerables a los jóvenes deportistas (también a los adultos que deben competir en cualquier campo).

Ahora bien, teniendo en cuenta que la motivación por superar a los demás es esencial en el deporte de competición, y que la tendencia natural es esa, el problema no está en que esta motivación exista, sino en que superar a otros sea el único indicador de progreso y la única fuente que alimente la motivación. ¿Qué hacer entonces? Compensar esta tendencia. ¿Cómo? Desarrollando paralelamente una motivación por los desafíos y los resultados respecto a uno mismo. Esta motivación no depende de ganar a otros, sino de la superación personal: la mejora y los logros que dependen de uno. En un equipo, se puede desarrollar tanto a nivel colectivo como individual: los retos del equipo como conjunto respecto a sí mismo; y también respecto a sí mismos, los desafíos personales de cada jugador.

Para potenciar esta motivación y propiciar, así, una motivación compensada, resulta apropiado establecer objetivos de mejora con independencia de los resultados frente a otros, evaluar directamente esos objetivos y reconocer los logros que respecto a tales objetivos se consigan. El deportista debe percibir que el entrenador y sus padres valoran sus progresos por sí mismos, con independencia de los resultados frente a otros. Con este propósito, los adultos deben acentuar objetivos centrados en la realización de acciones concretas y ine﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽mos. En esta lmpararalos oran sus progresos por sndependencia de los resultadose consigan. El deportista debe percibirresultados como, por ejemplo, el tiempo en una prueba respecto a otra anterior. De esta manera, la tendencia de los muchachos a autoevaluarse por los resultados frente a otros deportistas, quedará compensada por la autoevaluación a través de indicadores que dependan más de su actuación, potenciándose la percepción de control, la autoconfianza y una motivación más equilibrada.

Fomentar la motivación compensada es muy relevante con chicos que son muy competitivos, y especialmente trascendente con los que obtienen éxitos tempranos; es decir, los que suelen ganar o ser mejores que sus compañeros cuando son pequeños. Si su motivación se alimenta fundamentalmente de estos éxitos, serán muy vulnerables cuando, más adelante, estos no sean tan frecuentes; algo bastante probable en la mayoría de los casos.  Son los mejores y lo ganan casi todo hasta que surgen otros que los superan, y a partir de entonces, tras crisis emocionales, lesiones y una gran pérdida de motivación, abandonan; a veces muy frustrados y minimizados como personas.

Para los padres, esta información puede resultar muy útil. En lugar de destacar ante sus hijos que hayan ganado o perdido un partido, el puesto en que hayan quedado, si han metido más goles que los demás y otras cuestiones que acentúen los resultados respecto a otros chicos, es más apropiado que se centren en el rendimiento del chico respecto a sí mismo; y sobre todo, en las acciones más que en los resultados: es decir, más en lo que hacen que en lo que consiguen. Una buena actuación de los padres en este sentido puede influir favorablemente en la evolución deportiva y humana de los chicos, ya que, salvo en casos excepcionales,  la motivación compensada es fundamental para que permanezcan en el deporte y, en la medida de sus posibilidades, avancen y se beneficien de este.

Para que los padres puedan desempeñar con acierto esta función, es importante que conozcan los objetivos deportivos de su hijo y cuáles son los indicadores que se consideren válidos para mostrar su progreso. Por tanto, la comunicación entre entrenador/club/escuela y padres es clave para informar a los progenitores sobre estos aspectos. En ausencia de esta información, o si el hijo rechaza cualquier comentario al respecto, los padres pueden ayudar simplemente no destacando los resultados. Pueden preguntar qué ha sucedido, claro. Pero sea lo que sea, conviene que lo acepten con naturalidad. Punto. Ni organizan una fiesta cuando el chico gana, ni hacen una tragedia cuando pierde. Tampoco es conveniente que hablen continuamente del resultado de la competición, ni que comparen al hijo con otros chicos. Y cuando se presente la oportunidad y proceda, será bueno que destaquen los progresos y los esfuerzos: es decir, en lo que el chico haya mejorado, y lo que haya hecho para mejorar.

Así, los chicos aprenderán que no es ganar lo que sus padres valoran, sino su esfuerzo para conseguirlo; que el camino para ganar es superarse, y que por tanto, es en esto en lo que se deben centrar; que los desafíos respecto a uno mismo son muy motivantes y proporcionan muchas satisfacciones; que es la motivación por superarse la que verdaderamente engancha al deporte.

Este conocimiento también se puede aplicar en otros contextos. En general, la motivación compensada  puede ser beneficiosa para todos los que de una manera u otra, competimos con otros. Centrándonos en lo que depende de nosotros, en los avances que logramos sin compararnos con los demás, tendremos una motivación más sólida, de menor riesgo. Y ambos tipos de motivación, superarnos a nosotros mismos y (si procede) ser mejor que otros, no son incompatibles. El equilibrio entre ambas es lo que proporciona una motivación mejor. ¿Ganar o superarme? Primero y siempre, superarme. Y como consecuencia de eso (cuando proceda), ganar.

(Basado en un estrato de mi libro “El mejor es mi hijo, y además es mi hijo”, que estará en la calle en las próximas semanas. "Un manual de cabecera para padres de deportistas jóvenes, que también se recomienda a entrenadores, directivos, psicólogos y otros actores involucrados en el deporte infantil y juvenil").


Chema Buceta
29-5-2015

Twitter: @chemabuceta
www.psicologiadelcoaching.es



domingo, 10 de mayo de 2015

SI MI ÍDOLO JUEGA AL PÓKER, YO...

                                        Tener influencia social exige una responsabilidad                                        



En la tertulia Al Límite de radio Marca se ha hablado de las declaraciones de un chico de 31 años en las que se confiesa adicto al póker online. Al parecer, se enganchó a “PokerStars”, una empresa vinculada a la imagen de Rafa Nadal. “Escogen a este tipo de icono deportivo para atrapar a gente joven. Creo que él no es consciente de esto, pero verle anunciando esto para mí ha sido una decepción”.  Si entramos en Google y escribimos PokerStars y Rafa Nadal, podemos comprobar que se habla de las partidas de póker en las que participa el tenista junto a recordatorios de sus indiscutibles éxitos como deportista, mensajes como “me encanta competir” y enunciados como “Rafa Nadal juega online exclusivamente en PokerStars”. El objetivo es claro: vincular la imagen de un gran ídolo social al juego de póker online en esa empresa, con la intención de favorecer imitadores que atraídos por una figura tan relevante, también decidan jugar. Si mi ídolo juega al póker, yo…

Es la misma estrategia que siguen otras marcas comerciales: de coches, bancos, alimentos, etc., con la diferencia de que aquí se trata de un negocio que aunque es legal, favorece una adicción de consecuencias muy graves, y eso choca frontalmente con los valores y efectos saludables de los que presume el deporte. Si este es un medio de salud y crecimiento personal, no parece razonable que los deportistas de éxito vinculen su imagen al póker online, propiciando que quienes se fijan en ellos caigan en la adicción de jugar compulsivamente.

Los ídolos deportivos reciben tanto dinero de sus patrocinadores gracias a la influencia social que tienen. Son modelos muy admirados que no pueden ser imitados en lo deportivo, pero sí en otras facetas, como conducir un determinado coche, abrir una cuenta en un banco, llevar zapatillas de una marca o jugar al póker. Siendo así, por un lado se destaca al ídolo muy admirado que gustaría imitar, y a la vez, las acciones de ese ídolo que sí pueden ser imitadas. Especialmente vulnerables son los seguidores jóvenes, con una personalidad poco formada y una tendencia a identificarse con triunfadores de una edad cercana. También lo son los adultos que viven el deporte con mucha intensidad y se apuntan emocionalmente al éxito de los vencedores. Por eso, los anunciantes tiran de la poderosa imagen de estos iconos sociales, algo que evidentemente, si no fueran quienes son en la arena deportiva, no sucedería.

Es lícito que los grandes deportistas aprovechen las oportunidades que les proporciona su merecida fama, pero precisamente por esa influencia social que les suministra tantos ingresos, se les debería exigir (ellos mismos deberían exigírselo) una responsabilidad. Algunos dirán que en su vida privada cada uno puede hacer lo que quiera, pero aprovechar el impacto social de la actividad pública para obtener un beneficio, no puede considerarse vida privada. Por eso, aunque sea legal, no es moral ni responde al espíritu del deporte que un deportista anuncie productos que pueden ser nocivos para la salud de quienes los idolatran.

El Juego Patológico es una enfermedad mental que se caracteriza por la adicción a los juegos con apuestas de dinero, tales como las cartas, la ruleta, las maquinas tragaperras, las apuestas a un resultado deportivo… Como otras adicciones, conlleva un deseo impulsivo que la persona afectada no puede controlar, y que poco a poco llega a dominar su vida, provocando un deterioro grave tanto en lo económico como en el funcionamiento personal y social. Hasta la aparición de Internet, este deseo se satisfacía acudiendo a los casinos u otros lugares donde se pudiera apostar, pero desde que la Red lo pone muy fácil para apostar desde un ordenador o el teléfono móvil, la adicción es mucho más probable, sobre todo en las poblaciones más jóvenes. Hoy en día, muchos adolescentes se inician y enganchan al juego a través de empresas online que se dedican a este negocio.

Los jugadores patológicos, también llamados ludópatas, llegan a gastarse todo el dinero que tienen y mucho más, ya que su compulsión a jugar les mueve a vender o hipotecar bienes, pedir dinero que nunca devuelven e incluso robar. No son infrecuentes los casos de adolescentes que roban una tarjeta de crédito a sus padres para poder jugar. O de adultos que se endeudan hasta las cejas, cogen el dinero de la caja de la empresa o se apropian de la tarjeta de algún familiar. Las sumas que se gastan llegan a ser astronómicas, con perdidas a veces irreparables para el ludópata y su familia, pero lo que es todavía peor es que la vida de estas personas está dominada por esa adicción, y eso, además del desastre económico, deteriora gravemente su trayectoria laboral, su vida personal y sus relaciones sociales, aflorando los sentimientos de culpa y una autoestima cada vez más baja que, en muchos casos, derivan en una depresión muy seria. Y el tratamiento no es fácil; entre otras cosas porque es frecuente que no se quiera reconocer el problema hasta que sus consecuencias son muy graves; y entonces, ya no se trata únicamente de superar la adicción, sino de reparar todo el mal que esta haya provocado, algo que bastantes veces resulta casi imposible. Por tanto, la mejor medicina es la prevención, y para eso es importante eliminar, o al menos debilitar, todos aquellos estímulos que favorezcan esta enfermedad, más aún desde el deporte, adalid de la vida saludable y los valores humanos.

En su momento, en la televisión, la radio y los equipos deportivos, se prohibió la publicidad de alcohol y tabaco al considerarse que adicciones tan perjudiciales no se debían promocionar por medios tan poderosos. Sin embargo, ¿qué pasa con las apuestas? Hace un par de años, uno de nuestros principales equipos de fútbol llevó en su camiseta la publicidad de una empresa de apuestas, y cuando tuvo que jugar en Francia, no le permitieron hacerlo con esa publicidad (es obvio que los franceses, por mucho que nos pese, suelen llevarnos ventaja en este tipo de asuntos). También hemos visto que las empresas de apuestas online se anuncian en los programas deportivos de la radio y la televisión, entremezclándose con la emoción y los goles de la jornada. El mensaje subliminal es claro: “si apuestas, formas parte de esto”. Pero aquí no pasa nada. ¿Cuántos se habrán iniciado en las apuestas gracias a los estimulantes mensajes de las retransmisiones deportivas? ¿Y cuántos de estos estarán ahora enganchados y no pueden parar? Evidentemente, la responsabilidad última es de quien juega y se engancha, pero quienes favorecen esto (que no son los comentaristas, claro) conocen muy bien la Psicología del aprendizaje humano y juegan con esa baza para provocarlo.

Es hora de que los deportistas, los medios de comunicación y cuántos podamos tener una mínima influencia, asumamos la responsabilidad de prevenir el juego patológico y fomentar un estilo de vida saludable y digno de quienes siguen la actividad deportiva. Si limitamos el deporte a la emoción de sus apasionantes desafíos y el éxito de sus resultados, e idolatramos a los vencedores solo por sus hazañas en la arena, desperdiciamos la fuerza del deporte como fuente de salud y desarrollo de valores que nos hacen mejores personas. Por eso, junto a medidas legislativas que impidan vincular el deporte a hábitos que destruyen, quienes están en la cresta de la ola deben reflexionar sobre la influencia de sus acciones, procurando que esta sea favorable en lugar de propiciar, como sucede con la adicción al juego patológico, desgracia y deterioro. Si mi ídolo juega al póker, yo...


Chema Buceta
10-5-2015

Twitter: @chemabuceta