Mi admirado amigo y periodista Carlos Toro, reconocido
experto del deporte en general y el Atletismo en particular, escribió el pasado
domingo, en su columna de El Mundo, sobre Asafa Powell, el atleta jamaicano que
en los 100 metros lisos ha bajado 94 veces de los 10 segundos (más que ningún
otro) y ha batido tres veces el récord del mundo, pero que, sin embargo, salvo
en los relevos, jamás ha ganado una medalla de oro en un gran evento aún siendo el favorito. La
última muestra ha acontecido en los recientes campeonatos del mundo en pista
cubierta celebrados en Portland, donde tras sus habituales buenas actuaciones en
las series previas, volvió a fracasar en la final. Carlos sugiere la etiqueta “síndrome de Powell”
para referirse a “comportamientos asustadizos, reacciones menguantes... respecto
a momentos de responsabilidad personal en ámbitos favorables”.
Lo que tan acertadamente plantea este eminente periodista es
un ejemplo más de cómo la presión psicológica puede afectar al rendimiento de
manera negativa, bien sea en el deporte u otros entornos en los que las
circunstancias favorables y la expectativa propia y de los demás “obligan” a
tener éxito. Le ocurre a bastantes deportistas, y también a muchas personas que
se enfrentan a desafíos en los que ese estrés les supera y comprometen su
autoestima. A la trascendencia de la situación (una final de ámbito mundial), ya de por sí muy estresante, se une el temor a fracasar con el viento aparentemente a favor, lo que resulta más amenazante que un posible fracaso en condiciones adversas. El problema se acentúa si además existen experiencias previas de fracaso en retos similares y predomina la urgencia de lograr lo que se resistió antaño. Si encima se
trata de personas que carecen de habilidades para controlar el estrés, es lógico que el rendimiento se deteriore; casi
siempre, no mucho; pero sí lo suficiente como para no alcanzar el buen resultado que parecía claro. En el
deporte, y en otros escenarios, la diferencia entre el éxito y el fracaso puede
ser muy pequeña (en los 100 metros lisos son décimas, incluso centésimas), por
lo que puede bastar un rendimiento mínimamente más bajo para que el resultado que se persigue no se consiga.
En las carreras de velocidad, al no existir interacción
entre los contendientes, lo importante es que el atleta se centre en su propio
desempeño. Es cierto que en algunos casos (sobre todo en las series
clasificatorias) los mejores pueden dosificar su esfuerzo en función de la referencia
de sus rivales, pero en los momentos clave es el rendimiento personal lo que
trasciende. Si haces bien tu carrera, la probabilidad de batir a los
adversarios será mayor que si corres por debajo de tus posibilidades. Por
tanto, el verdadero fracaso de Powell no está en no ganar, sino en rendir peor
de lo que podría cuando se enfrenta a los desafíos más amenazantes. Ocurre lo
mismo a muchos otros, deportistas o no, más preocupados por
ganar que por hacer bien el trabajo, sin darse cuenta de que esto último es el
único camino para alcanzar la victoria. Evidentemente, si tu desempeño es el mejor
posible (por ejemplo, haces tu mejor marca personal) y aún así no ganas, será porque
hay otro que lo ha hecho mejor, y ahí, si Usain Bolt corre más rápido que tú en tu mejor carrera, no puedes hacer nada. En otros deportes (baloncesto,
fútbol, tenis…), existe la interacción entre el rendimiento de ambos oponentes, y por tanto, conviene analizar hasta qué punto se puede neutralizar el buen desempeño del rival, pero incluso así, la clave está en
centrarse en lo que depende de uno. Más aún, claro está, si como en el caso de Powell, tal interacción no
existe.
Más que otros, los protagonistas que afrontan situaciones
favorables con la obligación impuesta o autoimpuesta del éxito, y que además
tienen un pasado de fracaso en ese tipo de escenario, deben plantearse el
objetivo del propio rendimiento con independencia del resultado frente a los
demás, ya que aunque este sea el verdadero propósito que justifica el esfuerzo
en el alto rendimiento, será esa la única manera de poder lograrlo. También es
conveniente que desarrollen habilidades eficaces para controlar el estrés
elevado que inevitablemente se producirá. Muchos deportistas que fracasan en los
grandes eventos pasan la página muy rápido asumiendo que en el futuro todo irá
mejor, pero no hacen nada para que eso suceda. Algunas veces, las cosas pueden cambiar
sin hacer nada, pero es más probable que cambien cuando se hace algo en la
direcci
Además, el hecho de dominar técnicas eficaces para controlar el estrés
contribuye a incrementar la autoconfianza, y eso hace más probable que el
interesado rinda según sus verdaderas posibilidades. ¿Qué hace Powell antes de
una carrera como la final de Portland para mitigar la presión de tener que
ganar? (en este caso, frente a un rival de 20 años, lo que habrá incrementado esa
obligación). ¿Hace algo eficaz para controlar la ansiedad y
potenciar la autoconfianza frente a las dudas y el temor a fracasar? ¿Y los
demás “Powells”, sean deportistas o no? ¿Hacen algo?
ón correcta.
La Psicología no solo permite explicar fenómenos de bajo
rendimiento como el de este atleta, sino que además aporta las soluciones. Otra
cosa es que los interesados no las conozcan o no quieran ponerlas en práctica.
Por suerte, son muchos los ejemplos de deportistas y no deportistas que en
lugar de lamentarse buscan los remedios adecuados, y como es obvio, dentro de
sus posibilidades reales, les suele ir mucho mejor que a quienes esperan que la
lotería les toque.
Chema Buceta
25-3-2016
@chemabuceta