En los últimos meses, los políticos españoles no son capaces
de ponerse de acuerdo para formar gobierno. Es cierto que el actual reparto de
escaños hace difícil dicho acuerdo, pero precisamente por eso, se hace
necesaria una buena negociación. Sin embargo, lo que se percibe es la falta de
interés y habilidad para negociar: es decir, para perseguir un objetivo común construyendo junto al adversario y sacrificando algo de lo propio.
El primer elemento clave para poder negociar es querer
hacerlo. No se trata de decirlo para aparentar, sino de demostrarlo. En el caso
que nos ocupa, todos dicen que quieren, pero enseguida trazan “líneas rojas”
que indican lo contrario. Parece más la fachada que se desea mostrar al
electorado que la intención real. Evidentemente, si por negociar se entiende
llegar a acuerdos con quienes están en la misma onda o que el otro ceda en casi
todo y yo me salga con la mía, es fácil estar dispuesto, pero si se trata de
comprender al adversario en principio alejado y de trabajar con él para
conseguir acuerdos cediendo en algo, la cosa cambia.
Es cierto que los representantes de los ciudadanos lo son
gracias a unos votos que han apoyado unas ideas y programas concretos, y que
por tanto, tienen la responsabilidad de defender esos postulados. También lo es
que en función de esos votos, los partidos no parten con las mismas cartas
llegado el caso de negociar. Es lógico y democrático que el que tenga más
representantes pueda exigir más, pero si necesita a los que tienen menos, también
estos tienen que salir ganando algo. La clave está en que todos los
negociadores obtengan un beneficio razonable que justifique el acuerdo.
Por tanto, para negociar debe existir un clima de
compañerismo y talante constructivo. Al contrario, resulta obvio que el sectarismo, la crítica destructiva,
el menosprecio y el insulto al adversario no son el mejor camino; y sin
embargo, a diario contemplamos como con vehemencia se destaca el mal ajeno y se
culpabiliza a quien al mismo tiempo se pide que ceda para llegar a un acuerdo
(!!!). Te machaco a diestro y siniestro,
pero por favor alíate conmigo (???) ¿Se trata de negociar de verdad? ¿De que el
otro se agote o no tenga más remedio que entregarse sin condiciones? ¿De
cumplir el expediente aparentando lo que en realidad no se persigue? ¿Negociar?
¿Aparentar?
Negociar de verdad, no de boquilla para aparentar, exige partir
del objetivo de que todos deben salir ganando. No se trata de ser más listo que
el otro para llevarse el gato al agua, o de aprovechar su debilidad para obtener
ventajas a su costa, sino de encontrar una fórmula que, en la medida posible,
satisfaga a todos. Acudir a la negociación con la mente abierta, saber escuchar
y ponerse en el lugar de los demás comprendiendo sus circunstancias, los
compromisos con sus votantes, a qué podrían quizá renunciar, cómo podrían obtener
un beneficio de la negociación… es un ejercicio fundamental que por desgracia
no parece prodigarse. En su lugar, se
insiste en los deseos propios y en atacar a los otros para debilitarlos. De
hecho, no transcurre un solo día sin que algún político hable mal del adversario,
y así, los acuerdos son muy difíciles. Da igual que haya diez, veinte o treinta
negociadores sentados en una mesa si en lugar de la empatía que resulta imprescindible, predominan el propósito rígido de convencer al de enfrente y que salga
la noticia de que se está haciendo algo en los medios de comunicación.
Esta forma de actuar genera desconfianza en unos y otros, y
en ausencia de una confianza mutua, la negociación solo puede prosperar
respecto a cuestiones secundarias o muy obvias. La confianza no es un cheque en
blanco, y ganársela es un responsabilidad que corresponde a todas las partes
implicadas. La confianza se nutre de la credibilidad, y esta de una línea de
comportamiento coherente, honesta y estable que en la actualidad, en bastantes
casos, parece ausente. ¿Cómo se puede alimentar la confianza si un día se dice
una cosa y otro se dice otra, si lo que se promete no se cumple, si se mide con distinta vara lo propio y lo ajeno, si se transmite la intención oculta de favorecer lo mío y perjudicar lo del adversario?
En el deporte sabemos que hay momentos de rivalidad y otros
de cooperación. Respetando las reglas, hacemos lo posible por vencer al rival, pero existen momentos en los que tenemos que trabajar juntos por el
bien común, y eso supone negociar y llegar a acuerdos. En la empresa también
sucede: compañías que compiten entre sí en el mismo sector, se unen para luchar
por intereses comunes que benefician a todas ellas. En la política debería
ocurrir lo mismo. Y no solo respecto a los acuerdos fáciles, carentes de conflicto,
sino sobre todo en las situaciones de mayor dificultad, que es cuando hace más falta.
Sin embargo, la falta de autocrítica y el deseo de poder y supervivencia
en la primera línea incitan a destacar los males del enemigo externo para
mantener al electorado fiel y atraer a vecinos ideológicos posiblemente indignados o
decepcionados con quienes apoyaron antes. Y así es muy difícil negociar. Llegado el caso de nuevas
elecciones, es muy probable que ese disco rayado continúe sonando: los mismos
protagonistas, los mismos programas, las mismas proclamas, los mismos ataques,
las mismas campañas y debates destructivos acentuarán la mala gestión de los
demás por encima de las aportaciones propias y los aspectos concretos a negociar. Y si de nuevo no hubiera mayorías amplias, ¿vuelta a
empezar? ¿negociar como hasta ahora? ¿volver a aparentar?
Chema Buceta
15-3-2016
@chemabuceta
👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
ResponderEliminarDemasiados años sin ejercitar tan valiosa habilidad "Negociar y ponerse de acuerdo".
👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
ResponderEliminarDemasiados años sin ejercitar tan valiosa habilidad "Negociar y ponerse de acuerdo".
Negociar sin que nadie medie y haga pensar al otro en aquellas posturas que se alejan, sin que te hagan ver cómo se siente el otro, sin conseguir compromisos responsables por parte de todos, es muy difícil. Vivimos en un mundo muy alejado de la realidad, tal vez nos haga falta un poco de humildad y más compromiso con la sociedad para conseguir avances.
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