miércoles, 20 de diciembre de 2017

NIÑOS HUMILLADOS

                                    ¿Debería dejarse meter el gol por ser el rival inferior?

He escrito mucho sobre esto y pensaba no volver a hacerlo porque ya no sé cómo expresarlo mejor, pero me pueden los comentarios sobreprotectores que se escuchan cada vez que hay un resultado abultado en el fútbol benjamín o alevín. Esta vez ha sido en Las Palmas, donde en un partido de niños de 10 años, el equipo de la Unión Deportiva (del club cuyo equipo profesional está en la primera división del fútbol español) ha vencido a un equipo modesto por 47-0. En la mañana de ayer, lo más probable es que Cristiano hubiera defecado sin ningún problema y a Messi le hubiesen funcionado bien todos los electrodomésticos, porque sorprendentemente, el espacio de deportes del telediario de una destacada cadena nacional abrió con la noticia de este "escandaloso" resultado ilustrada con un contundente rótulo: “Niños humillados”. Después, lo de siempre: que en estas edades lo importante es la educación (¿qué educación?), que si los valores del deporte (sin decir cuáles son), que hay que hacer algo para que los niños no tengan traumas (sic), que a partir de 5 o 10 goles de diferencia no se deberían anotar más goles en el acta del partido… 

El entrenador de la Unión Deportiva, al que al parecer algunos medios han culpado de tan grave afrenta, se defendió diciendo que había dado instrucciones a sus jugadores para que se centraran en objetivos diferentes a meter goles (!); sin embargo, visto lo visto, lo de jugar un partido de fútbol sin intentar meter el balón en la portería contraria fue algo que estos chavales de 10 años no comprendieron; además, teniendo en cuenta que el adversario es el último de la clasificación y ha recibido palizas de otros muchos equipos, lo difícil era no marcar; salvo que hubieran quitado la portería, idea que no tardará en aportar algún insigne “pedagogo” o “psicólogo”. Un adulto vinculado al equipo derrotado, preguntado por cómo estaban los niños, dijo que se sentían mal “por todo lo que se estaba hablando en los medios de su derrota”. No por la derrota en sí, sino por toda la bola que se le estaba dando.

¿Qué puedo añadir que no haya dicho otras veces? Nada nuevo; sólo insistir. En estas edades, se puede practicar actividad física no competitiva o deporte de competición sin darle trascendencia a los resultados, la clasificación, etc., pero si se compite, se compite; y los niños tienen que aprender a competir con dignidad y aceptar cualquier resultado. Perder de paliza no es humillante. Somos los adultos quienes fomentamos que pueda serlo a través de nuestros comentarios en los medios de comunicación y las redes sociales o presentándoselo así a los chicos. Perder de paliza es una gran oportunidad para fortalecerse y empezar a comprender mejor la vida. Obviamente, si eso sucede todos los fines de semana será muy frustrante y repercutirá en que los niños se desanimen y quizá quieran abandonar, por lo que no es aconsejable que acontezca como norma, pero en ningún caso ocasionará traumas que impidan el desarrollo saludable de los participantes. Por favor, ¡no inventemos chorradas!

Lo mejor es que un equipo que compite, lo haga la mayoría de los partidos contra adversarios de nivel similar, pero no pasa nada porque de vez en cuando reciba o dé una paliza. Y si un equipo, como sucede en este y otros casos, recibe palizas todas las semanas, es que no está participando en la competición que le correspondería. Siendo así, la responsabilidad del repetido desequilibrio brusco en el marcador no es de quienes ponen su empeño en marcar goles (que es el objetivo de un partido), sino de aquellos adultos que han inscrito a ese equipo muy débil donde no debían. ¿Es que sólo existe esa liga? En fútbol es raro que no haya otras opciones, pero si no las hubiera, sería más razonable que hasta tener el nivel que les permita competir con cierta igualdad frente a rivales que ahora son superiores, la actividad deportiva de esos chicos se organizara de otra manera: por ejemplo, con entrenamientos para mejorar y una competición interna.

Es cuestionable si los clubes grandes como la Unión Deportiva u otros, deben tener equipos de niños de 10 años. Probablemente, no. Reúnen a los mejores jugadores de su entorno debilitando a sus adversarios, y disponen de mejores medios para prepararse, por lo que, habitualmente, su experiencia competitiva es dar paliza tras paliza a rivales muy inferiores. ¿Es eso lo mejor para que esos niños que ahora destacan se superen? Evidentemente, no; y de hecho, la gran mayoría no llega muy lejos. Pero esta es otra cuestión que no debe desviarnos del tema que hoy nos ocupa. Ya sea siendo superior, similar o inferior al adversario, si se participa en un partido de competición es, como su nombre indica, para competir; y en el fútbol, eso supone esforzarse al máximo para meter goles y que no te los metan. Se habla de los valores y de la educación por encima del rendimiento deportivo. De acuerdo; pero ¿qué valores son esos? ¿no esforzarse al máximo? ¿es eso educativo? Respetar al adversario no es darle facilidades, sino actuar con deportividad, sin mofarse ni excederse en los signos externos cuando se le está ganando ampliamente. Con ese respeto no se le humilla. Sin embargo, es muy humillante saberte inferior y ver que el rival superior no quiere tirar a gol porque le das pena. ¿Dónde está la dignidad de los que pierden? ¿Está en que el resultado no sea abultado, o en que el rival te haya respetado de igual a igual? ¿Niños humillados porque les golean, o porque les tratan como pobres futbolistas de categoría ínfima que necesitan un trato de caridad?

Y lo de parar el marcador, algo que por lo visto se extiende en esta contradicción de deporte de competición pero sin competir, es de lo más aberrante y humillante que he oído en mi vida. Por mucho que se dejen de anotar oficialmente los goles o las canastas, se seguirán contando de forma encubierta y todos sabrán cuál es el verdadero resultado. ¿Por qué esa sobreprotección?  Hablamos de que el deporte debe educar y, sin embargo, enseñamos a los niños a ignorar la realidad y creer en una mentira para que se sientan mejor. ¿Educativo? ¿Valores? Es mucho más humillante tener que explicar que se tuvo que cerrar el acta porque el otro equipo llevaba 10 goles de ventaja en el minuto 20, que decir que se jugaba contra un equipo muy bueno y nos metieron un palizón. Es más, como señalé antes, esto último no es humillante, sino parte del juego de un partido de competición. Y la experiencia de muchos años en el deporte es que, por muy abultada que sea, los chicos aprenden a asumir la derrota siempre que los adultos que los rodean la acepten con naturalidad. Los que hablan de humillación son los entrenadores, los directivos y los padres. Ellos son los que se sienten humillados o interpretan que los chicos lo están. Es el ego de los adultos el que sufre, y a eso se une la tendencia a sobreproteger a los niños. Qué siempre se diviertan; qué siempre estén contentos; qué no tengan la más mínima contrariedad, decepción o frustración.¿Es esta la educación para la vida?

En “Alicia en el País de las Maravillas”, hay una carrera en la que los participantes salen y llegan desde y hasta donde mejor les parece, y al final, el veredicto del pájaro dodo es que todos han ganado y, por tanto, todos deben obtener el premio. Cuando el deporte se convierte en esto, puede seguir siendo fuente de entretenimiento, pero pierde su fuerza como herramienta educativa y de desarrollo de valores. La competición es un instrumento muy valioso para aprender a superarse, tolerar la frustración, perseverar, endurecerse y buscar la excelencia respetando a los compañeros, los adversarios y las reglas. Una herramienta poderosa que enseña a aceptar que unos ganan y otros pierden y ofrece la oportunidad de aprender a gestionar a ambos “impostores”: la victoria y la derrota; la alegría y la decepción. Evidentemente, la dosis competitiva debe ser la adecuada en función de la edad y el nivel de los participantes, pero eso no quiere decir que haya que tergiversar con normas absurdas lo que en realidad supone competir. ¿Por qué no exigir que todos los equipos, obligatoriamente, tengan que marcar un mínimo de goles para que así los chicos se vayan contentos y no tengan traumas? En la última parte del partido, el portero del equipo que vaya ganando por muchos goles se tendría que dejar meter un par de ellos (¿educativo?). Y aunque no se metieran esos goles, el acta del partido podría reflejar que sí se consiguieron (¿educativo?). También se podría obligar a los que son mejores a jugar a la pata coja, o quitar la portería del equipo que vaya perdiendo para que no le metan más goles. ¿Más ideas para potenciar el valor "educativo" del deporte?

El problema no está en la competición ni la solución en adulterar su esencia, sino en cómo manejamos los adultos una herramienta tan potente. Hay entrenadores que se obsesionan con ganar a toda costa; padres que presionan y sobreprotegen a sus hijos deportistas; organizadores que inventan reglas para justificar su presencia; y medios de comunicación que aprovechan resultados llamativos para denunciar supuestos agravios de los que pronto se olvidan. Por suerte, hay muchos adultos que actúan con responsabilidad y entienden que los protagonistas son los niños y no sus propios egos, ideas disruptivas o emociones cambiantes. Estos comprenden, y obran en consecuencia, que compitiendo de verdad, con días mejores y peores, alegrías y frustraciones, los deportistas jóvenes se hacen más fuertes para afrontar la vida, y que tanto la exposición y exigencia inapropiadas como la sobreprotección anulan o minimizan este valioso efecto.  

“Hemos perdido 47-0 y nos vamos con la cabeza alta porque hemos hecho lo que hemos podido y los rivales eran mucho mejores. Enhorabuena a ellos. Y gracias por habernos tratado con respeto, sin que les diéramos pena. Ahora estamos algo desanimados, un poco hundidos. Es lo lógico. Pero el martes volveremos a entrenar y a pasarlo bien jugando al fútbol. Y la semana que viene tenemos otro partido. A ver si lo hacemos mejor que hoy”. Con el propósito de aprovechar el deporte para desarrollar la fortaleza mental y fomentar valores clave para afrontar la vida, sería más coherente que los adultos ayudáramos a que los chicos reaccionasen más o menos así, en lugar de insistir en el absurdo de que se les ha humillado o plantear que el acta del partido debería reflejar una mentira. ¿Niños humillados, o adultos que perdemos la oportunidad de educarlos?

Chema Buceta
20-12-2017

@chemabuceta


14 comentarios:

  1. Gracias por el proceso lógico de sentido común.
    Para mi es como”menuda paliza nos dieron” y seguir riendo

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Gracias por el comentario. Efectivamente: naturalidad.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Querido profesor:

    Como alguien dijo sobre la conducta de los personajes de El Quijote: “…buscar y encontrar contento en la adversidad y los quebrantos, acomodo en la escasez y esperanzas en cuantos barruntos movían sus negras circunstancias…”. O sea, aprovechar las oportunidades que se abren con una derrota.

    Muchas gracias y un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sabio El Quijote. No hay que inventar nada nuevo. Cervantes lo tenía claro. Muchas gracias por la aportación.

      Eliminar
  4. Recuerdo hace unos años, cuando coordinaba una las categorías de base de un club, un día traía de vuelta en el coche a tres niños de un equipo alevín que después de perderun partido por 10-0, venían riéndose, jugando y gastándose bromas de la forma más natural del mundo. Al llegar a las instalaciones del club, se encontraron con otro equipo también del club, de su misma categoría que estaban todos llorando llenos de rabia y frustración. Iban primeros en la liga, ganando casi todos los partidos por goleada, y ese día habían empatado. Pensé que algo se estaba haciendo bien con los primeros y algo mal con los segundos.

    ResponderEliminar
  5. Muy grande Chema, muy en tu línea. Me encanta volver a leerte, siempre digo que aprendí muchísimo en el Master donde tú eras el director. Al hilo de lo que comentas , a veces veo con estupefacción, a mis compañeros de profesión ( maestros y profesionales de EF) que adulteran tanto las normas, que contribuyen de manera indirecta a la “generación blandita”. Creo en lo que dices, gracias por el artículo. Debemos construir personas que sepan mirar de frente a las adversidades. Un saludo, Israel R.Laserrada

    ResponderEliminar
  6. Muchas gracias, amigo. Tienes toda la razón. El deporte debería servir para compensar la sobreprotección que hoy en día tienen los niños en sus entornos habituales, no para potenciarla más.Un saludo.

    ResponderEliminar
  7. "el pasado mes de abril, el equipo alevín del Racing de Santander (en el que todos los niños quieren jugar, así que va eligiendo entre los mejores de toda la región) se enfrentaba al Calasanz, un equipo modesto que se compone básicamente de los chavales de su barrio. En el descanso, el Racing ganaba por 0-15 y los jugadores del Calasanz estaban destrozados; algunos, llorando, se negaban a volver a salir al campo. Ante ese panorama, el monitor del equipo débil pidió al del fuerte que les dijera a sus pupilos que aflojaran. Este se negó, argumentando que, para él, el respeto al rival era dar siempre el 100% y que estaba entrenando a niños que podían llegar a ser profesionales. El partido acabó 1 a 34..." En el caso "opuesto" yo tampoco sé que aprendieron en este caso los vencedores ni los vencidos (bueno quizás los vencidos a cambiar de deporte). Yo no olvido que son niños de 10 años o menos y no sé si es necesario educarlos ya en competir sobre todas las cosas, como por ejemplo en inteligencia emocional que es algo que les vendrá muy bien cuando el fútbol les de la patada más adelante. En 2015 se convirtió en viral una charla de un entrenador a sus jugadores benjamines que eran mucho mejores que sus rivales, les decía que eran un año mayores, que no presionaran arriba, etc en fin que tuvieran empatía con los rivales no creo que no hayan aprendido algo con esa filosofía.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por desgracia, hay entrenadores que no entienden bien su rol de educadores, pero no creo que la cuestión esté apiadarse del equipo más débil sino de respetarlo como a un igual. Evidentemente, el entrenador del equipo muy superior puede decidir, por ejemplo, no presionar, pero no es necesario, ni siquiera creo que sea educativo, explicarles a los chicos que es porque los contrarios son inferiores. Y si los chicos del equipo inferior, lloran, es porque probablemente no se les ha preparado mínimamente para ese partido, explicándoles que los rivales son superiores, a veces se pierde, etc. Y si lloran, tampoco es grave si sucede pocas veces. Otra cosa es que ocurra siempre, en cuyo caso no estarán en la competición adecuada. El aprendizaje al que yo me refiero no es deportivo, sino relacionado con la vida: saber ganar y perder, tolerar la adversidad y la frustración, etc. Muchas gracias por tu aportación. Saludos.

      Eliminar
  8. Sencillamente excelente!, admirado Chema.
    Sería óptimo que algunos periodistas, padres, adultos en general, dejaran de inferir emociones subyacentes o consecuentes a ciertos comportamientos deportivos. Sin duda los haría mejores profesionales y/o padres, al menos humanos y erráticos, como los niños.
    Gracias por tu docencia

    ResponderEliminar
  9. Tienes toda la razón. Muchas gracias por tu aportación, Sandra. Un beso.

    ResponderEliminar
  10. I cannot thank you enough for the article.Much thanks again. Much obliged. Thanks

    ResponderEliminar