Una vez más, Fernando Alonso echa la culpa al empedrado; es decir, a causas ajenas a él.
Como no conozco el tema a fondo, no puedo valorar hasta qué punto tiene razón,
pero es curioso que desde hace algún tiempo suela atribuir sus malos resultados
a factores externos. Seguramente, hay mucho de cierto, sobre todo en un deporte
en el que la máquina influye tanto, pero ¿él lo hace todo bien? ¿o también hay
algo que podría mejorar?
La falta de autocrítica y, como consecuencia de esta, de
capacidad para crecer centrándonos en lo que depende de nosotros, no es
exclusiva de ejemplos como este, sino que en algún momento está presente en la
mayoría de las personas. Nos quejamos de lo externo y nos lamentamos de las
adversidades que no podemos controlar, en lugar de analizar de frente lo bueno
y lo malo que hacemos y, a partir de ahí, diseñar una estrategia en la que
podamos incidir. Evidentemente, existen causas ajenas que no se deben ignorar,
y estas pueden tener mucho más peso sobre los resultados que nuestro propio
comportamiento, algo que hay que aceptar, pero la única forma de tener alguna
probabilidad de superar la adversidad es dedicando nuestra atención y esfuerzo
a lo que podemos hacer.
--- Es que fíjate… (bla, bla, bla: la mala suerte; lo mal
que lo hacen otros, esto es imposible, sucedió tal contratiempo, no tiene remedio,
el mundo está contra mí…) --- me comentaba un amigo insatisfecho con su
situación laboral.
--- Bien, no dudo que sea verdad todo eso --- le contesté
--- ¿Qué es lo mejor que podrías hacer?
--- ¿Hacer? Creo que nada. Las cosas son así y yo no las
puedo cambiar --- respondió.
--- Por lo que me dices, las cosas son así y tú no las
puedes cambiar. ¿Qué podrías hacer entonces?
--- Pues irme de la compañía… o aguantar y quedarme.
--- Ajá: irte o quedarte. Si decidieras quedarte, ¿podrías
hacer algo para mejorar esa situación? --- insistí.
--- Mira, cambiarlo no puedo, pero tendría que pensar en hacer algo para que no me afecte tanto --- respondió mi amigo tras reflexionar.
Finalmente, la conversación provocó que mi amigo pensara qué
podría hacer él, y se le ocurrieron varias ideas que puso en marcha; meses más
tarde, me dijo que le iba mucho mejor.
Es cierto que hay muchas cosas que no
dependen de nosotros, pero casi siempre hay más cosas de las que inicialmente
pensamos que sí podríamos hacer, bien para modificar o aliviar las situaciones
adversas, bien para que no nos afecten negativamente e incluso podamos
aprovecharlas como una oportunidad.
El problema, muchas veces, es que nos aferramos a lo más
fácil: “la culpa es de otros; no puedo hacer nada”, en lugar de enfrentarnos a
una autocrítica constructiva y buscar soluciones que dependan de nosotros. En
muchos casos, lo que no podemos controlar eclipsa y nos impide ver lo que podríamos
hacer, y la emoción negativa que se desprende de eso favorece la comodidad de
los balones fuera y paraliza la búsqueda incómoda de opciones que no son las
que en principio más nos gustan. Nos gustaría que las cosas fueran de una
determinada manera, pero no lo son; y el sobreesfuerzo de buscar remedios que
aparentemente no alcanzan ese listón resulta costoso. Lo más sencillo es asumir
que no se puede hacer nada y punto; y si existe una justificación con peso,
¡miel sobre hojuelas!
Todos estamos expuestos a esta trampa mental, pero un
síntoma de crecimiento es ser capaces de darnos cuenta y, cuando suceda, reaccionar
dándonos una segunda oportunidad de reflexionar. “¿Qué he hecho bien que podría
repetir?” “¿Qué he hecho mal que podría mejorar?” “¿Cómo podría mejorarlo?”
“¿Qué no depende de mí y por tanto tengo que aceptar?” ¿Qué depende de mí y por
tanto puedo poner en práctica?” “¿Cuál podría ser mi mejor plan?” “¿Qué
dificultades me podría encontrar?” “Si esas dificultades se presentasen ¿qué
podría hacer yo para manejarlas lo mejor posible?”.
Casi siempre se puede hacer algo. Con mayor o menor impacto,
pero casi siempre hay algo que ha dependido o depende de nosotros. El talante
positivo no consiste en engañarse a uno mismo pensando que todo es posible
cuando en muchos casos no lo es, sino en aceptar la realidad y centrarse en lo
que depende de nosotros para, en la medida posible, poder cambiarla, minimizar
su impacto negativo o aprovecharla a nuestro favor. ¿O le echamos la culpa al
empedrado?
Chema Buceta
27-9-2015
Twitter: @chemabuceta
www.psicologiadelcoaching.es
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