En los últimos días, casi ha pasado desapercibido (para lo
que suele ser el fútbol), el retorno de Illarramendi a la Real Sociedad. Solo dos años
después de ficharlo el Real Madrid por treinta y muchos millones de euros (!), la Real lo ha recuperado por la mitad (!!!). El Madrid le fichó por ser uno de
los jugadores jóvenes más brillantes, tal y como había demostrado en su club y
en las selecciones nacionales de categorías inferiores. A sus 23 años, se le
consideró un futbolista consolidado, llamado a ser el sustituto natural de Xabi
Alonso, y se le contrató y recibió como a una estrella que sin duda triunfaría en el
equipo blanco.
Sin embargo, nunca llegó a rendir como se esperaba de él,
hasta provocar ese reciente viaje de regreso que deportiva y económicamente
(excepto para la Real Sociedad) refleja un gran fracaso. Algunos han apuntado
que no se le dieron suficientes oportunidades, o que no tuvo la continuidad
apropiada para que cogiera confianza. Otros dicen que el desafío le vino grande
y no fue capaz de superar el miedo escénico. Por unas causas u otras, pasó sin
pena ni gloria, y cuando destacó fue más por sus malas actuaciones que por las
buenas.
Sin entrar a valorar lo acertado o no de ese fichaje, lo que
confirma este caso es que las habilidades técnicas (aquí, futbolísticas; en
otros contextos, las que correspondan), por muy potentes que sean, no
garantizan un rendimiento alto. Se puede observar muchas veces tanto en el
deporte como en el ámbito laboral, los estudios, las relaciones interpersonales
y cualquier otro contexto. Por muchas habilidades que se tengan, si física y
mentalmente no se funciona a un buen nivel,
el rendimiento empeora. En el deporte de élite se nota muchísimo, y más
en un equipo grande, porque no basta con cumplir o jugar bien de vez en cuando,
sino de rendir a un nivel muy alto todos o casi todos los días. Y no hay
excusas. Aunque el entrenador no te dé la continuidad que te gustaría, tienes
que hacerlo muy bien en el tiempo, poco o mucho, que estés en la cancha. Fuera
del deporte, a veces sucede lo mismo: las condiciones ideales no existen: la
clave está en adaptarse a las que estén presentes, gusten o no, para poder
enfrentarse a los desafíos en las mejores condiciones psicológicas: las que
aumentan la probabilidad del éxito.
Para algunas personas, adaptarse a un gran número de
situaciones es fácil, aunque ¡ojo!, todos podemos toparnos con alguna situación
que en principio nos venga algo grande, y entonces, si queremos gestionarla bien, lo inteligente es contar con ayuda. ¿Nos basta con un amigo? Para otras personas, la adaptación es más difícil, sobre todo
cuando se trata de situaciones de
exigencia elevada en las que uno se juega mucho; y más aún, si son muy
diferentes a las que se estaba acostumbrado. Este puede ser el caso de
Illarramendi. El cambio fue brutal: se le exigió muchísimo, como correspondía
al montante de su fichaje y al club en que ahora jugaba; además, no tenía la
continuidad de antes; y, seguramente, se sentía obligado a demostrar lo que
valía cada vez que salía al campo. No lo hacía bien; recibía críticas que antes
no le llegaban; su ansiedad aumentaba; lo hacía peor; se debilitaba su
autoconfianza; cada vez contaban menos con él; etc. No es el primer caso, ni
será el último; tampoco en otros contextos. Muy posiblemente, los que leáis
este artículo conocéis casos similares propios o ajenos.
Lo que llama la atención en este caso es que, muy
probablemente, a pesar del elevado coste de la operación, este jugador no haya
tenido el apoyo profesional que necesitaba para enfrentarse a una situación que
le ha venido tan grande. Seguro que ha contado con la ayuda de personas del
club para buscar piso, comprar lo que le hiciera falta, arreglar el coche, atender a su familia y sus amistades, sacar
entradas para algún concierto, buscar un peluquero para su perro (si lo tiene)
y cualquier otra necesidad material. Si se ayuda a solucionar las necesidades
de los jugadores, estos se encuentran más cómodos y pueden centrarse mejor en
lo futbolístico, y por eso, los clubes de este nivel ponen a disposición de los
futbolistas personas que les resuelven las cosas. Pero ¿es suficiente? También
habrá habido personas del club o muy cercanas que habrán animado al futbolista en los malos momentos, y más
de una cena habrá caído para intentar aportarle apoyo y confianza. Pero esos remedios
caseros propios del amigo, si bien funcionan en algunos casos, suelen ser
insuficientes cuando se trata de un problema que necesita atención
profesional.
Si hubiera estado mal físicamente, ¿habría bastado con que
unos amigos se lo llevaran a la montaña a correr unos kilómetros? ¿o le habrían
puesto en manos del preparador físico? Este es un caso claro en el que parece
haber faltado el psicólogo del deporte. En un equipo, una de las principales funciones que puede tener un psicólogo es ayudar a los jugadores que afrontan un cambio brutal, de gran exigencia, y necesitan adaptarse y rendir a alto nivel sin que la situación los devore. Illarramendi tenía muchos amigos, pero al parecer, ninguno de ellos era el profesional que necesitaba para gestionar exitosamente una situación que ha acabado con él en este proyecto.
Es evidente, que por bastante menos de los veinte millones que el Madrid ha
dilapidado en esta operación, podría haber puesto a disposición del jugador a
un psicólogo del deporte. Eso no habría asegurado que el jugador triunfara, como
tampoco lo ha asegurado que tuviera un prestigioso entrenador y múltiples
especialistas alrededor, pero habría sido mucho más probable. Por muy grandes
que seamos, hay momentos en los que necesitamos ayuda psicológica para
enfrentarnos a los desafíos que podrían superarnos. Y no somos más débiles por
reconocerlo, aceptarlo y ponernos a ello; pero sí más estúpidos por ignorarlo y
no poner remedio. ¿Nos basta con un amigo?
Chema Buceta
29-8-2015
Twitter: @chemabuceta
Excelente artículo profe. Necesito una psicólogo que le ayudará a manejar este cambio tan brusco. No es lo mismo la ciudad el club las exigencias la presión. Algunos les cuesta otro es fácil asimilarlo. Va de vuelta a un club donde está cómodo y puede elevar su nivel de autoconfianza y volver jugar a su nivel. Sin embargo cada vez que se vayan de un club chico a uno grande debemos asegurarnos de poner el especialista para amortiguar el impacto y también que el futbolista ponga de su parte y trabajar adecuadamente.
ResponderEliminarDe acuerdo contigo. Muchas gracias por leerlo y comentarlo. Saludos.
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