Termina el año con una inquietud en auge: la actuación de
los padres de los deportistas jóvenes. Cada vez se entiende mejor que, se quiera o no, los
padres también juegan; y por tanto, deben prepararse para que su actuación favorezca y
no perjudique el paso de sus hijos por el deporte. Este es una gran
escuela para la vida, pero no basta con que los chicos participen; además, es
fundamental que los adultos: entrenadores, directores, padres, psicólogos,
árbitros y demás actores, hagamos bien el papel que nos corresponde; y los
padres tienen el suyo.
En mi libro “Mi hijo es el mejor, y además es mi hijo” se
destacan y comentan los aspectos más trascendentes del comportamiento de los
padres de deportistas jóvenes. Uno de ellos es el apoyo que proporcionan a sus hijos, un elemento
fundamental tanto en lo logístico como en lo emocional. Los chicos necesitan
que sus padres estén lo suficientemente involucrados como para dedicarles
tiempo, cubrir sus gastos (dentro de lo posible), hacer gestiones, tomar
decisiones, etc.; y a su vez necesitan sentir que están a su lado, los acompañan
en los retos que afrontan, los apoyan con independencia del éxito deportivo, comprenden
cómo se sienten y están ahí para compartir los buenos momentos y, sobre todo,
cuando las cosas van mal.
Sin embargo, en el empeño por proporcionarles dicho apoyo,
los padres deben cuidar dos aspectos: no sobreproteger a los chicos y, en la
medida posible, evitar presionarlos. El apoyo no puede suponer dárselo todo
hecho, eliminar dificultades a las que deberían enfrentarse, mitigar los malos
momentos buscando culpables externos, solucionárselo todo o poner más medios de
los razonables según el nivel y el momento, ya que eso puede propiciar una
sobreprotección que tarde o temprano se volverá en contra. El esfuerzo, la
perseverancia, la búsqueda de soluciones y la superación de dificultades son
elementos importantes para que los chicos se sientan competentes y salgan
adelante. Los padres deben establecer el límite entre el apoyo y la
sobreprotección, algo que a veces no será fácil.
Del mismo modo, aunque existe una presión ligada al apoyo que
es casi inevitable (el deportista se puede sentir "obligado" a responder al apoyo
que recibe de sus padres), lo importante es no añadir más presión mediante un
apoyo exagerado. “Mis padres se sacrifican mucho por mí y no quiero
defraudarlos. Por eso, me siento obligada a ganar”. Ojo con el exceso de apoyo y,
sobre todo, con comentarios que le echen leña al fuego: “Con todo lo que
estamos haciendo por ti, y tú eres incapaz de jugar bien”. “Lo tienes todo para
triunfar. ¡A ver qué haces!”.
La presión añadida no depende únicamente de un apoyo
desproporcionado. También, de las expectativas de los padres según las perciben
los chicos; y esa percepción depende de lo que observan que los padres hacen o
dicen: sus decisiones, comentarios, juicios de valor, reproches, elogios,
gestos… Cuando están bien informados, la mayoría de los padres suelen actuar con
bastante acierto, aunque son especialmente críticas las situaciones que provocan
emociones intensas, y de ahí la trascendencia de identificarlas y controlarlas
con estrategias concretas que sugiere el libro. También es clave que los padres
controlen su propia motivación: tanto el exceso como una motivación que se base en que
el hijo gane, tenga éxito deportivo y llegue a la élite, más que en objetivos
relacionados con sus experiencias diarias y su desarrollo deportivo, saludable
y humano: disfrutar, aprender, tener salud, fortalecer el cuerpo y la mente,
desarrollar valores, relacionarse con los demás… Si los comportamientos de los
padres reflejan que les importa mucho que el hijo gane o triunfe como
deportista, este se sentirá presionado, y lo que es peor, podrá llegar a
asociar el éxito deportivo a su valor como persona, algo especialmente grave
para su autoconcepto y autoestima. Por el contrario, una gran contribución será
que los padres valoren la disciplina, el esfuerzo, la constancia, el disfrute y
la actitud positiva de los chicos cualesquiera que sean los resultados.
Que los padres no estén obsesionados con el rendimiento
deportivo contribuye a que su comportamiento sea más apropiado, pero eso no
quiere decir que permitan a sus hijos hacer lo que les venga en gana. Para que
el deporte tenga un valor educativo debe existir un compromiso: menor o mayor
según proceda, pero un compromiso; y los padres deben propiciar que el hijo
cumpla con el compromiso que haya adquirido. Previamente, conviene que valoren
si se trata de un compromiso razonable para su edad y condiciones, y sobre
todo, si el chico está suficientemente motivado y será capaz de cumplirlo.
Después, deben dejar que sea el muchacho quien tome la decisión asumiendo la
responsabilidad que conlleva: es decir, aceptando cumplir con el compromiso en un determinado plazo de tiempo (por ejemplo: ir a entrenar
dos tardes a la semana y jugar un partido los sábados siendo puntual y
siguiendo las instrucciones del entrenador). Una vez tomada la decisión, los
padres deben exigir al chico que cumpla lo acordado y apoyarlo para que pueda
hacerlo.
Según sea el deporte y las circunstancias de cada
club/escuela y cada chico, los padres tendrán que asumir un mayor o menor
protagonismo. En ocasiones (como suele suceder en la mayoría de los deportes
colectivos), recogerlos de los entrenamientos, llevarlos a los
partidos y darles el apoyo emocional que necesiten. En otros casos (como suele
ser frecuente en algunos deportes individuales), además, tendrán que asumir
funciones como apuntarlos a los torneos o acompañarlos en las competiciones en
ausencia del entrenador. Es importante que los padres comprendan bien cuáles
son sus cometidos y se impliquen en la medida apropiada: ni más, ni menos. Y
por supuesto, que respeten el rol de los profesionales que trabajan con su
hijo, especialmente el entrenador, procurando mantener una comunicación constructiva
que contribuya a que la actividad resulte beneficiosa para el chico.
También es conveniente que los padres asuman la
responsabilidad de observar el funcionamiento de las personas que trabajan con
sus hijos y, cuando llegue el momento, tomen las decisiones oportunas: ¿seguir?
¿cambiar? Para eso, es importante que conozcan los objetivos que el
entrenador/club persigue y el estilo de trabajo que utiliza, así como las
ventajas e inconvenientes que representan para su hijo; y consecuentemente,
tendrán que decidir si se trata del lugar apropiado. Una vez tomada la
decisión, deben confiar en los profesionales y comprender que las decisiones que
estos adopten no serán siempre las que ellos tomarían o que más benefician al
hijo (sobre todo, en deportes de equipo). Puesto que parte del proceso
formativo que favorece el deporte es que los jóvenes aprendan a aceptar las
decisiones adversas y sobreponerse a las dificultades, estas se deben considerar
valiosas oportunidades que conviene aprovechar en lugar de desperdiciarlas sobreprotegiendo al chico. Por supuesto, en casos de
abuso, explotación o comportamientos vejatorios, los padres tendrán que actuar
para erradicarlos.
“Mi hijo es el mejor, y además es mi hijo” es un libro
escrito para padres de deportistas jóvenes, pero no solo para ellos: también
para entrenadores, directivos, psicólogos del deporte y otros que trabajan con
niños y adolescentes. Así lo confirman quienes hasta la fecha lo han leído. En
una primera parte, plantea la situación de los padres y la necesidad de
involucrarlos y formarlos para que sumen y no resten, y también explica las
características específicas del deporte en estas edades: concepto, objetivos,
planificación, entrenamientos, competiciones... Después, se refiere a las características psicológicas
de los deportistas jóvenes: su motivación, autoconfianza, autoestima,
mecanismos de autoprotección, competitividad, personalidad… En la tercera
parte, se centra en algunas cuestiones clave: los errores, titulares y suplentes,
los árbitros, las lesiones, el dopaje, el abuso de los deportistas, los
estudios, la presión añadida, la relación entre entrenadores y padres… A
continuación se exponen dos investigaciones sobre padres de deportistas
jóvenes. Y la parte final incluye consejos prácticos para que los padres puedan
conocer y controlar su motivación, sus emociones y su comportamiento (en casa,
en los entrenamientos, en las competiciones, etc.), así como sugerencias para
los entrenadores, clubes y psicólogos sobre cómo organizar programas para
padres.
¿Un buen regalo para estas fiestas? Si así lo pensáis, podéis pedirlo en
cualquier librería o encargarlo directamente en la editorial Dykinson para que os lo envíen.
¡Feliz año y muchas gracias a
todos los que tenéis la amabilidad de seguir el blog!
¡Qué 2016 os traiga salud y
buenas experiencias. Qué sea un año para seguir aprendiendo y creciendo. Qué se
cumplan vuestros deseos!
Un fuerte abrazo
Chema Buceta
30-12-2015
Twitter: @chemabuceta