En una de las últimas sesiones presenciales del Máster en
Psicología del Deporte de la UNED tuvo lugar una mesa redonda en la que
participaron Diana Martín, medallista europea en los 3000 metros obstáculos, ya
con la marca mínima para los Juegos de Rio de Janeiro, y José Luis Llorente, ex
jugador internacional de baloncesto, medalla de plata en los Juegos de Los
Ángeles y en la actualidad, entre otras facetas, deportista en activo a nivel
popular. Dos cracks del deporte que
junto a su apasionante, didáctica y exitosa trayectoria, añaden el ejemplo de valores
que los deportistas de élite deberían mostrar. Entre otros temas de gran
interés, destacó que ambos han estudiado carreras universitarias sin que eso haya
impedido que llegaran y se mantuvieran muchos años en lo más alto de su
deporte. Es más, según dijeron, incluso
les ha ayudado.
En el otro extremo, el psicólogo Salvador Blisset me hizo
llegar el caso de Óscar Vázquez, un muchacho de 13 años que es campeón de
España de go (???)… sí, sí, de go… un juego estratégico de tablero que
se originó en China hace 2.500 años, en
el que como en el ajedrez, se enfrentan dos jugadores con fichas negras y
blancas. Al parecer, según comentó él propio chico en un programa de radio, su intensa
dedicación al go le impide estar
escolarizado y tener amigos. Y entrena vía Skype, por lo que tampoco
tiene mucho contacto con otros deportistas. El go acapara casi todo su tiempo y, por supuesto, su mente: es su
principal fuente de estimulación y gratificación, prácticamente la única vía
que nutre su autoestima. El día que deje de ganar…
Todos conocemos casos de uno y otro signo. Los primeros
suelen ser personas más preparadas y equilibradas que disfrutan más que sufren
y sacan un mayor partido a su paso por el deporte tanto si llegan a
la élite como si no (como sucede a la mayoría). Los segundos, con independencia de que se trate del go, el fútbol o la especialidad que sea,
disfrutan mientras ganan, pero el sufrimiento predomina cuando
empiezan a perder o, antes incluso, cuando perciben la amenaza de que eso
suceda. Lo normal es que muchos de estos abandonen pronto y, en bastantes
casos, además de poco preparados por la falta de estudios, salgan frustrados y
emocionalmente muy afectados, pudiendo llegar a desarrollar trastornos psicopatológicos
como la depresión o las adicciones.
El deporte se vive con mucha intensidad emocional a
cualquier edad, y por eso es importante
que en la vida de los deportistas exista un contrapunto que contribuya a
compensar el desequilibrio que esa intensidad provoca. Y los estudios son una
buena medicina; además de lo que enriquecen las posibilidades laborales futuras
más allá del deporte, algo fundamental teniendo en cuenta la cortedad de la trayectoria deportiva, y de lo que pueden ayudar a desarrollar habilidades mentales
y hábitos de organización personal que también pueden ser muy útiles para el
propio deporte, constituyen una fuente de estimulación y gratificación
alternativa y una oportunidad para concentrar la atención en aspectos
diferentes a los de la actividad deportiva. Tanto Diana Martín como José Luis
Llorente, al igual que otros muchos
deportistas, no dudan en señalar como estudiar les ha ayudado a desconectar del
deporte en los momentos de mayor estrés (antes de competiciones importantes,
cuando las cosas no han ido bien, estando lesionados…) y como eso ha
contribuido a sentirse mejor, enfrentarse con inteligencia a la adversidad y
optimizar su desempeño deportivo.
Es un error asumir que por pensar solo en el deporte se
rinde mejor, y que eso del equilibrio emocional tiene que ver con la educación y la salud y no con el alto rendimiento. El equilibrio emocional
ayuda a rendir mejor en cualquier faceta, y precisamente a los deportistas de
élite y a los que más destacan en cualquier grupo de edad, más propensos a un cierto desequilibrio por la alta exigencia y los
estímulos estresantes a los que están expuestos, les conviene mucho que existan
otras fuentes que compensen este problema. En el caso de los deportistas jóvenes, cualquiera que sea su nivel deportivo, es
fundamental para que el deporte contribuya a su fortalecimiento mental y no a
que sean emocionalmente vulnerables, y la mejor arma que tienen son los
estudios, que además son su obligación. También es importante que tengan amigos
que no sean deportistas, otras actividades ajenas al deporte, otros intereses,
otras conversaciones con sus padres… y por eso otro error es que los
deportistas jóvenes que destacan dejen de estudiar, estudien a distancia o
vayan a colegios donde solo hay deportistas. Obviamente, les convendrán los
colegios que les den facilidades para hacer deporte compaginándolo con los
estudios, pero en los que también haya chicos de su edad que no sean deportistas
y se traten otros temas que acaparen su atención y puedan convertirse en
fuentes de estimulación y gratificación que nutran su satisfacción diaria y su
autoestima.
La pasada semana, la Fundación de Baloncesto Colegial (antes
Asociación: ABC) celebró en Madrid una importante reunión con directores y
responsables deportivos de colegios de Madrid, Valencia, Zaragoza y Barcelona
asociados a la Fundación. Allí se debatió sobre el deporte y la
educación, y entre otros asuntos de gran interés, se acentuó que el baloncesto
(puede aplicarse a cualquier deporte) es un medio para educar. Fred Litz,
veterano entrenador norteamericano que participó en la reunión, recordó que en
Estados Unidos si un chico no aprueba no puede jugar los partidos: tiene que
entrenar y cumplir así con su compromiso con el deporte, pero jugar es un
premio que no solo está ligado a la actividad deportiva sino también a los
estudios. Se señala así que los estudios son prioritarios y que el deporte es
un complemento, pero además se utiliza una actividad placentera para potenciar
otra de gran importancia que normalmente no lo es tanto, al tiempo que se
favorece que los jóvenes aprendan a organizarse mejor para poder atender todas
sus responsabilidades, algo de gran trascendencia en su vida futura más allá de
las canchas. ¿Seguimos el ejemplo? El deporte debe formar personas bien preparadas para la vida, y no analfabetos vulnerables a la enfermedad mental.
En todo esto, los responsables deportivos y los padres
tenemos un gran responsabilidad. De nuestra actitud, decisiones y
comportamiento depende que el deporte cumpla sus objetivos educativos y de
fortalecimiento mental o que, al contrario, resulte perjudicial. Una buena
noticia es que cada vez existe una sensibilidad mayor sobre este asunto.
Últimamente he participado en charlas y debates organizados por esa misma Fundación
y otros clubes e instituciones que así lo demuestran. Queda bastante por hacer,
y es evidente que todavía hay muchos entrenadores y padres que no lo entienden
o no están preparados para asumir esa responsabilidad y actuar en consecuencia,
pero estamos avanzando y espero que continuemos haciéndolo. El deporte es una
gran oportunidad: no la desaprovechemos.
Chema Buceta
22-5-2016
Twitter: @chemabuceta
Muy buena nota profesor! Sabe? El fenómeno que observo mucho en los jóvenes, es que cuando están en el último año de educación media (previo al ingreso universitario) suele haber una merma en el rendimiento deportivo a causa del desconocimiento a cerca de que hacer con sus vidas, que carrera seguir, si dejar el deporte etc. Orientándolos respecto a que decisión tomar, se evidencia un repunte en el rendimiento.
ResponderEliminarLo respeto mucho y lo admiro y me gustaría conocer la opinión al respecto.
Abrazo desde Argentina!
Gracias por tu comentario. Es lógico que les preocupe esa situación y que eso repercuta en su rendimiento, por lo que esa orientación es muy adecuada no solo para rendir mejor sino también para que puedan tomar la mejor decisión. Un abrazo.
ResponderEliminarBajo mi humilde opinión creo que ambos deben de ir de la mano en todo momento pero ante todo nunca dejar los estudios por el deporte porque puede ser un error muy grande, nosotros como fundacion deportiva lo sabemos
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